jueves, 11 de febrero de 2016

Capítulo 15.



Bárbara iba entrando en el miedo entrada la mañana, había sido un largo viaje y no había dormido en toda la noche. Iba a seguir su camino hasta su cuarto cuando dos ojos azules penetrante la miraron con frialdad. 

—¿En donde pásate la noche?—Preguntó Antón.

—Ya sabes donde, no hace falta que preguntes.—Bárbara tomó asiento en frente a su padre. 

—Sé que no hace falta, pero tenía cierta esperanza.—Suspiró. 

—¿Esperanza de que volviera a las andanzas?—Rió.—Es increíble. Se supone que te alegres de que tú hija tiene una relación estable, con un buen tipo, trabajador blah blah blah!—Dijo desesperada.—¿De verdad quieres que ande de cama en cama? ¿Qué anda mal en ti?—Preguntó sin perder los estribos. 

—No, ¿Qué anda de mal en ti?—Dijo Antón enojado.—¿Esto es lo que quieres? ¿Salir a escondidas por la noche? Fingiendo que ''nadie'' te ve. —Hizo comillas con los dedos cuando dijo nadie.—¿Vale la pena todo esto?—Preguntó con frialdad.

—¡Vale la pena! ¡Claro que lo vale! Amo a ese hombre más que mi vida, ¿Qué eso no te puede quedar claro? ¿¡Qué culpa tenemos nosotros de su pasado!?—Gritó llorando.—Yo no lo elegí, ¡Yo no sabia lo de Lucy!—Antón se levantó y alzó la mano.—¿¡Me pegaras!?—Gritó retándolo.—Adelante, hazlo. Pero tus golpes no duelen tanto como tus palabras.—Antón bajó la mano.


—Así tenga que saltar por la maldita ventana todas las veces que sean necesarias para verlo, lo haré. Él lo vale.—Susurró. Antón se fue sin decir nada. Eustaquia que había escuchado toda la conversación (Como todos los que estaban en la casa) Se acercó a ella y la abrazó. 


-
Santos estaba bajando las escaleras de su casa para ir a desayunar, al llegar al comedor se encontró con su madre que tenía su celular en mano y una sonrisa alegre. 

—Hola, ¿Por qué la sonrisa?—Preguntó Santos llegando hasta ella y besando su cabeza. 

—Estoy tan emocionada, hoy viene tú tía Cecilia.—Le informó. Santos tenía una enorme sonrisa en su rostro. Había visto a Bárbara irse hace unas horas y ya contaba las horas con volverla a ver.—¿Y tú por qué esa sonrisa?—Preguntó. Santos iba a responder pero ella se adelantó.—Ya sé, olvidé que hoy regresa cierta mujer ojiazul.—Dijo pícara. Santos asintió desviando la mirada. 



Felix venía entrando con su sonrisa habitual, pero esta tenía más brillo al igual que sus ojos. Asunción miraba a sus hijos emocionada. 

—Hablando de sonrisas, Santos... Mira la de tú hermano ¿A qué se debe tanta felicidad, Felix?—Preguntó a la vez que su hija mayor besaba su cabeza como lo había hecho Santos. 

—Por todo, por nada.—Divagó tomando asiento. 

—Por Sofía.—Susurró su hermano menor. Felix suspiró. 


—¡Sofía!—Gritó Asunción.—¡Qué emoción! Desde el principio supe que tú y ella formarían una excelente pareja, al igual que Gonzalo y Bea.—El nombrado apareció y su semblante serio se hizo presente. 

—Baja de esa nube, ni sueñes que me vas a emparejar con ella.—Dijo saludando como anteriormente lo hicieron Santos y Felix. Asunción hizo pucheros.

—¡Pero Gonzalo!—Gritó haciendo caritas triste. Los hermanos Luzardo aguantaban la risa. 

—Pero nada, mamá.—Dijo en un gruñido.—Ella y yo somos distintos.

—Eres un terco.—Dijo y ni Santos ni Felix pudieron aguantar la risa así que estallaron. 


-

Bárbara estaba en su cuarto, el enojo ya había pasado pero no tenía ánimos, estaba decepcionada.
La puerta se abrió dando paso a Sofia y Beatriz. 
Las tres se vieron y comprendieron la situación. Bea fue hasta ella y la abrazó. 
Hablaron un rato y Bárbara se desahogo con ellas sintiéndose un poco mejor.

—Oye, Bárbara... ¿No te parece que alguien tiene que darnos detalles de ciertas cosas?—Preguntó Beatriz, después de un rato.

—¡Claro que si! Sofia, ni creas que lo hemos olvidado, suelta la sopa ¿Qué pasó con Felix? 


Sofia se sonrojó y desvió la mirada antes de contestar. 

—Pues...—Empezó a contar todo, de principio a fin. Desde que entró a su cuarto hasta...—Y me besó.—Bárbara y Beatriz gritaron emocionadas.—Luego de ese beso ¿Qué digo beso? ¡Besazo! Hubo otros más.—Se sonrojó.—Dejame decirte que el Luzardo mayor es excelente besador.—Dijo haciendo que las tres rieran. 

—Pues lo llevan en la sangre.—Dijo Bárbara mordiendo su labio. 

—¡Será!

—¿Y entonces, qué? ¿Hubo movida?—Beatriz alzó las cejas una y otra vez.

—No.—Dijo Sofia haciendo puchero. 

—¿¡QUÉ!?—Gritaron Bárbara y Beatriz al mismo tiempo.—¿Por qué?

—No lo sé, el tipo es un engreído de lo peor y me caía mal, no puedo de la noche a la mañana y por unos cuantos beso...

—Besazos.—La corrigió Bea.

—Por unos cuantos besazos irme a la cama con él.—Concluyó. 

—Cariño, yo me fui a la cama con Santos sin apenas conocerlo.—Las tres rieron. 


—Si, pero no es igual.—Se excusó esta. Bárbara la miró con burla.

—¿Te recuerdo como Santos y yo nos conocimos? ¡El tipo era un cretino! En la vida pensé que ahora estaría enamorado de ese bastardo egocéntrico.—Dijo riendo.

—Piensa que igual te podría pasar a ti y a Felix.—Dijo Beatriz.—Y sería mejor una doble boda, así me ahorro comprar dos vestidos.—Dijo riendo. 

—¿No sería mejor una boda triple? Digo, Sofi, Felix. Santos y yo. ¡Y TÚ Y GONZALO!—Dijo riendo Bárbara, Sofia le siguió.

—Ja.ja.—Rodó los ojos.—Hablo en serio, nunca pero nunca me metería con un hombre como él. Es que ni siquiera sé como describirlo.—Bufó. 

—¡Ay, no jodas. Gonz es un amor!—Dijo Sofía. 

—Al igual que Felix y no te lo follaste, becerra.—Las tres mujeres rieron. 



—Oye, ¿Y tú porque no nos cuentas con más detalles lo que pasó esa noche cuando bailaste con Gonzalo?—Preguntó Bárbara recordando.

—Pues, el tipo es un completo idiota. Estaba bailando de lo mejor con un peón y el se me acerca lo empuja y baila conmigo así como así..., pues no. Entonces trato de sacar conversación y el muy idiota ni me responde ¡Haz el favor!—Gritó. Bárbara y Sofía la escucharon con atención. 

—Es extraño, Gonzalo es un payaso completamente.—Bárbara se extrañó.

—Pues he escuchado que cuando a un hombre le gusta una mujer es un completo idiota.—Dijo Sofia. 

—¡No pues a Gonzalo le tengo que gustar tres mundo para se semejante idiota!—Las tres rieron nuevamente. 

—¿Y si vamos al pueblo?—Preguntó Sofia. 


—Beatriz, acompáñala. Yo necesito hacer unas cosas en el pueblo pero se aburriría.—Dijo Bárbara aburrida.

—Está bien.—Dijo Beatriz sonriendo.—¿Qué tienes que hacer?—Preguntó.

—Ir a la jefatura, ir a comprar unas cuantas cosas con los peones para la hacienda, adelantar trabajo con mi padre.—Suspiró.—Y si Dios está de mi lado eso será todo.

—Pues, vayamos ya.—Alentó Sofía. 

-

Felix estaba en la camioneta con Gonzalo escuchando la canción de Omi Cheerleader.

—Maldita canción.—Dijo Felix cantándola por novena vez. 

—Es la canción más pegajisa que he escuchado.  

Oh, I think that I found myself a cheerleader she is always right there when I need her—Cantó Felix bufando. 


Siguieron cantándola por todo el camino. 

—¿Y como andan las cosas con Sofía?—Preguntó Gonzalo al volante. 

—Bien, digo sólo fueron unos besos y fue ayer.—Explicó.—Pero sólo Dios sabe cuanto la deseo.—Suspiró. 

—¿La amas?—Preguntó dejando sorprendido a Felix. 

—No, pero no creo que falte mucho para eso. Gonzalo, es la chica perfecta. Es divertida, es dulce, altanera, sarcástica es... Tantas cosas que me tiene loco.  

Ot me looking so crazy right now, your loves got me looking so crazy right now in love got me looking so crazy right now, your touch, got me looking so crazy right now your touch—Empezó a cantar este la canción de Beyonce haciendo reír a Felix. 

—Jódete, Gonzalo.—Dijo después de reír.—Pero aunque no lo creas, Sofía me tiene loco...




—Santos, iremos a buscar a tú tía al pueblo ¿Vienes?—Preguntó Asunción entrando al despacho de su hijo sin llamar a la puerta. 

—No, adelanto trabajo.—Dijo sonriendo a medias. 

—De acuerdo, cariño. No trabajes mucho, cielo.—Dijo aun desde la puerta. 

—Son cosas de la hacienda que debo atender, ahora que estoy lejos del bufete tengo que distraerme con algo.—Dijo despegando la vista de los papeles y fijándola en su madre. 

—Ya te pareces a tú padre.—Gruñó y rodó los ojos.—Te amo, bebé.—Y salió. 




Santos tomó su teléfono y marcó un número que ya se sabía de memoria.

-

Bárbara acababa de salir de la jefatura, estaba molesta ya que hablar con Pernalete siempre era un dolor de cabeza, el hombre era un inútil.

Su teléfono vibró al tiempo que su padre pasaba a su lado sin siquiera mirarla. Su corazón se comprimió un poco y sacó el teléfono. Sonrió un poco al ver quien la llamaba. 

—¿Como está la mujer más bella del mundo?—Preguntó Santos sonriendo desde el otro lado. 

—Bien.—Contestó Bárbara suspirando.

—Eso no sonó para nada bien ¿Ocurre algo?—Se preocupó Bárbara. 

—No, cariño, todo está bien. Acabo de salir de la jefatura y ya sabes como es el idiota de Pernalete que consigue sacarme de mis casillas.—Dijo tratando de que su escusa sonara convincente.

—Amor, no suenas enfadada, suenas ¿Decepcionada?—Preguntó él preocupándose.

—Discutí con mi padre y antes de que hagas preguntas, está todo bien. Ya hablaremos cuando nos veamos.—Lo cortó.  

Santos apretó su puño enfadado. ¿Por qué no los dejaban en paz?

—De acuerdo, cielo. Ya hablaremos en la noche.—Concedió él.

—¿Donde estás?

—En Altamira, en el despacho. Estoy adelantando trabajo.—Suspiró.—¿Qué hay de ti?

—Iré al barco de mi padre, yo igual adelantaré trabajo. 



—Está bien, llámame cuando termines.—Dijo triste. 

—Te amo ¿Sabes?—Dijo Bárbara sonriendo. 

—¿Mucho?—Preguntó Santos igual. 

—Hasta el infinito y más allá.—Dijo riendo.

—De ida y vuelta a pasito de tortuga.Ambos rieron.

—Tengo que colgar, nos vemos en la noche. Te amo.—Se despidió. 

Te amo más, fiera.—Y colgaron. 

Bárbara sentía esas mariposas en el estomago. Iba caminando cuando divisó a lo lejos a Asunción y José Luzardo sentados en un banco en la plaza. Ni loca se acercaría y con suerte ellos ni la verían. 
Pasó camuflajeandose entre la gente. Cuando llegó hasta el barco se encontró con Asdrubal. Maldijo a su suerte. Este al verla gruñó lleno de odio y se acercó. 

Bárbara iba a entrar al despacho cuando la jaló del brazo en un movimiento brusco. 

—¡Quitame las manos de encima!—Gruñó.

—Que irónico, antes me pedías a grito lo contrario.—Dijo riendo. Bárbara supo que estaba borracho. 

—¿Qué te he dicho de venir al trabajo borracho, Asdrubal?—Dijo asqueada.

—¡Pero si es por tú culpa!—Gritó sin importarle quien los viera.—Tú me estás convirtiendo en un borracho, tú y nuestros recuerdos.—Gruñó.—Yo te amo, Barbarita.—Dijo en un susurro tomando su cara entre sus manos. Bárbara trató de alejarse. 

—Suéltame.—Asdrubal lo hizo. 

—¿Ya compraste el estúpido traje de novia?—Preguntó con despreció. Bárbara lo miró confundida.—No intentes ocultarlo, el bastardo mal nacido de Luzardo me lo dijo ¡Vas a casarte con él!—La miró herido. Bárbara comprendió y suspiró. 

—Si, lo haré.—Dijo gruñendo. 

—¡Es increíble!—Dijo gritando.—¡Tú no mereces casarte! Tienes que estar conmigo. 

—Eres un asco.—Dijo tratando de no parecer herida. 

—Igual que tú. Por eso nos complementamos bien.—Bárbara sintió que el aire se escapaba de sus pulmones. Asdrubal sonrió. Había logrado herirla. 

—Largo de aquí, ya me lastimaste. ¿Qué más quieres?—Dijo en un susurró. 

—Aún me queda más por hacerte sufrir, Barbarita.—Se alejó con caminando como pudo. 

 
Bárbara entró en el despacho y se pegó a la puerta, odiaba con todas sus fuerzas ese día.
Adelantó trabajo un poco y en diez minutos estaba afuera para buscar a su padre para que le explicara algo de unos papeles. Pero su sorpresa fue el ver a Luisana parada a unos metros de donde estaba ella. Siguió de largo pero sintió como las garras de la pelirroja la detenían. 

A este paso tendré un moratón en el antebrazo.—Pensó Bárbara antes de voltear a ver a Luisana. 

—Santos no me dijo que vendrías tan pronto. Digo, como ayer pasé casi toda la tarde con él. Pobre, estaba tan decaído. Gracias a Dios yo estaba ahí para consolarlo y no sabes de que manera... ¡Volvimos a los viejos tiempo!—Dijo sonriendo. Bárbara ahora estaba más que enojada. 

—Luisana, vete a la re puta de tú madre.—Dijo con odio. No iba a caer en ese juego. 

—Entrégale esto a Santos.—Le dio un bolígrafo negro con unas letras cursivas que decían ''Santos Luzardo''—Me lo quedé ayer, como te dije. Soy su paño de lagrimas... y si que se las sé secar.—Dijo riendo. Bárbara no pudo más y le dobló la cara de una cachetada.

 
—¡Luisana!—El gritó de una mujer tras de ella la sorprendió.—¿Estás bien, mi niña?—Preguntó una mujer rubia llegando a su altura. Bárbara la miró con confusión.

—¡Tía Cecilia, esta bruja me ha pegado sin razón!—Gritó llorando. Cecilia miró con desconfianza a Bárbara. 

—¿Y usted quien es?—Preguntó.

—Es el nuevo capricho de Santos.—Dijo Don José sobresaltando a Luisana y Bárbara. 

—¿¡Ahora entiendes cuando te digo que Santos no puede estar con una mujer como ella!? ¡Es una salvaje, como todos los de aquí!—Gritó Luisana. Cecilia miró con odio a Bárbara que estaba pálida, como ida. 

—Le pido amablemente que se vaya de aquí.—Dijo Cecilia con voz seria. 


—Las cosas no son como ella las quiere pintar.—Trató de defenderse Bárbara. 

—¿¡Qué dirás ahora, qué yo te provoqué!?—Gritó y aumentó el llanto.—¡ERES UNA MALDITA LOCA!—Gritó atrayendo las miradas de todos los trabajadores, quienes al reconocer a Bárbara se acercaron. 


—¿Pasa algo, Doña?—Preguntó uno. Todos habían hecho un circulo alrededor de ellos, Luisana y Cecilia estaban cagadas del miedo.

—No, ya yo me iba y los señores igual.—Y sin esperar respuesta Bárbara se fue de ahí. 

¡HOY NO ERA SU DÍA! Se repetía mientras apretaba el bolígrafo de Santos. 

No pudo continuar más cuando sintió que nuevamente la jalaban del brazo.

—¿¡Y AHORA QUÉ, JODER!?—Gritó pero se sorprendió al ver a Don José con su semblante serio.



—Acompáñame.—Dijo al tiempo que caminaban hasta un café que había en la esquina. Un mesero se acercó y los dos pidieron agua. Sólo hasta después que le trajeron el agua habló.—Me pareces buena persona, Bárbara. No te culpo por ser hija de quien eres, tú no lo elegiste.—Dijo serio. Bárbara sentía ganas de vomitar. —Pero es mi obligación como padre pedirte que te alejes de Santos. De mi familia en general.—Bárbara sintió que su mundo se rompía.—No te pongas triste.—No se inmutó al ver los ojos de Bárbara aguarse.—Te pagaré una buena cifra si lo dejas ahora.—Dijo sacando su chequera, le arrebató el lápiz a Bárbara y escribió algo.—¿Qué te parece esto?—Dijo enseñando el papel. 

—Con todo el respeto que usted se merece, señor Luzardo, pero métase su dinero por donde le entre. No lo necesito. Y le pido amablemente que me deje en paz.—Dijo con la voz rota. 


—Tú no sabes nada y te quiero lejos de mi hijo.—Gruñó con desprecio.

—¿No sé nada? ¿Nada de qué?—Dijo con rencor.—¿Habla de Lucy?—José la miró sorprendido.—¿De la niña de la cual usted es responsable de su muerte?—No podía controlarlo era mucha rabia la que sentía. José levantó la mano y estaba listo para golpear a Bárbara cuando sintió el grito de su mujer. 

—Ni te atrevas a tocarla, José.—Asunción lo miró con desprecio y asombro.—Bárbara, cariño..—Se iba acercar pero Bárbara no lo permitió, salió corriendo de ahí. 

Corrió sin importar las miradas de la gente, su padre la cogió de los hombros impidiendo su carrera.


—¿Qué hacías hablando tú y ese hombre?—Preguntó preocupado. Bárbara lo miró con desprecio y frialdad. 

—Vete a la mierda.—Y siguió corriendo. 

A lo lejos pudo ver a Gonzalo y Felix que la miraban asustados y confundidos, no paró a pesar de los gritos y de que ellos trataron de alcanzarla. También vio a Beatriz y Sofia que la veían de la misma manera, no paró. Corrió hasta que llegó a su caballo. 

Cabalgó como nunca lo había echo, rápido y con furia. Necesitaba solo el consuelo de alguien. 

Llegó hasta Altamira y corrió al despacho de Santos. Abrió la puerta sin tocar y solo ahí logró derramar las lagrimas. 
Santos se levantó de la silla de golpe al verla. 

—No puedo más, te juro que no puedo más.—Santos corrió a abrazarla y la consoló sin entender que tenía. 


—Mi amor, me preocupas ¿Qué pasa?—Secó sus lagrimas. 

—Es mi padre, Asdrubal, Luisana, tú tía, tú padre ¡Todos!—Gritó llorando más fuerte.
Santos apretó los dientes y abrazó a Bárbara con fuerza mientras besaba su cabello. 

—Ven, mi amor.—La cargó y la llevó hasta su habitación, una vez ahí se acostaron abrazados, Bárbara no paraba de hipar en su pecho. Era la sensación más horrible y desesperante del mundo.—Ya mi cielo, no llores. Cuéntame que te hicieron. —Pidió Santos. Bárbara se secó las lagrimas y se sentó en la cama para darle la cara.

—Pues...—Bárbara le contó todo lo sucedido. Santos era su mejor amigo y no podía ocultarle nada. Las lagrimas salieron otra vez.—No puedo con esto, Santos. Es mucho para mi.—Lloró. 

Santos sentía impotencia, rabia, odio y pare de contar... 



Pasaron un rato abrazados, Bárbara había parado de llorar, estar en brazos de Santos la había calmado, y la furia de Santos se había apaciguado. 

—Mírame.—Dijo tomando su barbilla para que lo viera.—Vayámonos de aquí por un tiempo.—Bárbara abrió los ojos como plato.—Un mes, he estado planeando este viaje desde hace un tiempo.—Bárbara lo miró indecisa. 

—No creo que... 

—Bárbara, ya has tenido dos crisis como estas, no creo poder sobrevivir a otra. Me mata verte así.—Besó sus labios pausadamente.—Tú misma me dijiste hace rato que no puedes con esto. Solo un mes. Nosotros solos, sin interrupciones, si nadie que fastidie nuestra felicidad. Un mes en la Toscana.—Besó sus labios con amor. 

—¿Qué esperamos?—Dijo sonriendo. Santos la abrazó riendo. 

—Además, puede ser como una luna de miel.—Dijo haciendo una cara graciosa, Bárbara rodó los ojos y rió. 


—Prepararé todo para salir hoy mismo.—Dijo besando sus labios pausadamente. Iba a levantarse pero Bárbara se lo interrumpió. 

—¿A donde crees que vas tan rápido?—Preguntó sonriendo a la vez que desabrochaba su camisa dejando sus pechos expuestos a la vista de Santos. 

—Ahora, a ningún lado.—Dijo a la vez que besaba a Bárbara y bajaba a devorar su cuello haciendo que ría.

Santos siguió su sendero de besos hasta llegar al sujetador blanco de encaje de Bárbara, lo desabrochó con destreza y chupó a sus pezones erectos, Bárbara gimió y jaló el cabello de Santos, este chupó más fuerte y dio un pequeño mordisco haciendo que brincara. Rió con diversión al verla gruñir. 


Se quitó de encima del cuerpo de Bárbara y se quitó la camisa, el pantalón y los zapatos y hizo lo mismo con los de Bárbara, esta vez bajó las bragas de Bárbara sin romperlas. Bárbara rió al ver la cara de pena de Santos.

—Pronto romperás las que quieras.—Le recordó. 

—Pronto no será necesario que lleves bragas.—Dijo besándola.

 
Siguió su recorrido de besos hasta el ombligo, lo besó y chupó haciendo que Bárbara temblara bajo él, cuando estuvo en su monte de venus lo besó hasta llegar al sexo de Bárbara. 

—Que buena vista.—Dijo antes de empezar a chupar su clítoris. Bárbara jadeo como loca, se revolvía y pequeños gritos se escapaban de ella. 
Santos seguía pasando su lengua por toda su feminidad, le encantaba su sabor. Cuando sintió el cuerpo de Bárbara temblar, se separó de ella. No le dio tiempo para que se quejara y entro en ella de una sola estocada. Bárbara clavó las uñas en la espalda de Santos. 

—Eso, marcame como tuyo.—Le dijo entre gruñidos. Bárbara en un movimiento cambió y era ella la que estaba arriba teniendo el control. 


-
Felix y Gonzalo habían detenido su carrera tras Bárbara después de un rato, la angustia que tenían por verla así hizo que no le importara correr tras ella por todo el pueblo.
Llegaron hasta donde estaban Sofia y Beatriz que estaba igual o más preocupadas que ellos. Beatriz tenía el teléfono pegado a su oreja. 

—No contesta.—Gruñó.

—Insiste.—Pidió Sofia angustiada. 

—¿Saben por qué Bárbara salió corriendo de esa manera?—Preguntó Felix llegando hasta ellas. 

—No, estamos tratando de comunicarnos con ella.—Contestó Sofia al ver el poco entusiasmo de contestar Beatriz.

—¿Qué pudo haberle ocurrido para haber salido así.?—Preguntó más para él que para el grupo Gonzalo. 

Felix recorrió el lugar con la vista y vio a Antón peleando con Asdrubal, y más allá a su madre, su tía, su padre y Luisana. Luisana lloraba en brazos de Cecilia, Asunción estaba aún más triste por haber visto la escena de Bárbara y José. Y este último veía con odio a Antón que le deba la espalda pero que era consiente de su mirada.



Beatriz y Gonzalo se sintieron incómodos al ver las miradas de Sofia y Felix.

—Yo iré a la camioneta.—Se excusó Gonzalo caminando hacia allá. 
—Yo iré a ver aquella tienda.—Beatriz también se fue.

—Hola.—Saludó Felix sonriendo. 

—Que onda.—Dijo con burla Sofía. 

—Ahora voy a besarte y te dejarás.—Dijo para aclarar. Se acercó hasta ella y la besó como había querido hacerlo desde que la vio. 


Ambos se separaron jadeando, Felix la apretó más a él por la cintura haciendo que ella sintiera su erección. 

—Te tengo una proposición que no podrás negar.—Felix sonrió como pillo. 

—Escupelo—Dijo Sofía riendo al ver su cara. 

—Todo una señorita.—Se burló.—Te invito a cenar hoy en la noche en aquel restaurante.—Señaló uno en la esquina.—Nosotros solos.—Sofía se mordió el labio.—Es la oportunidad que muchas quieren tener.—La sonrisa de Sofía se borró y rodó los ojos.

—Jódete, Luzardo.—Felix empezó a reír.—Acepto, niñato engreído.—Felix besó su cuello haciendo que se estremeciera.

—Lo sabía, pasó por ti a las seis.—Dijo besando otra vez sus labios.—Sé linda y no me hagas esperar.—Jugó con su paciencia. 

—Hablo enserio, jódete.—Dijo riendo y besando los dulces labios de Felix. 


Bárbara y Santos ya tenían todo preparado, saldrían en dos horas para San Fernando y llegarían en la noche a la capital, de ahí tomarían otro par de vuelos hasta llegar a La Toscana. 

Irían al Miedo a buscar las cosas de Bárbara, ella no sabía como decirlo. Santos le dijo que no hacía falta decirle a nadie, que ya era mayores, pero ella insistió en escribirle una carta a su padre y así poder explicarle todo. 

Iban bajando las escaleras de la mano cuando ocho pares de ojos se fijaron en ellos. 
Cecilia, Luisana, Asunción y José estaban parado en la sala viendo la escena de Santos y Bárbara. 

Santos sintió la mano de Bárbara tensarse y eso lo molestó.

—Tía Cecilia, que gusto volver a verte.—Dijo con frialdad.

—Santos, mi niño estás hermoso.—Dijo sonriendo. Iba abrazarlo pero sintió la mirada dura en ella y se intimido, vio a Bárbara con recelo.

—¿Qué hace Luisana en mi casa?—Preguntó sin siquiera verla. 

—La he invitado a quedarse yo.—Dijo Cecilia viendo a Santos altanera.

—¿Con qué derecho?—Preguntó viendo ahora a su padre.—Que yo sepa la única mujer de Altamira es Bárbara.—Bárbara estaba incomoda no sabía a donde mirar. Asunción escondió una sonrisa orgullosa de su hijo.—Luisana, lamento que te hayas tomado la molestia de traer nuevamente tus pertenecía, ahora mismo ordenaré a uno de los muchacho para que te ayude a llevarlas de regreso al pueblo.—Se iba a ir, pero su padre lo detuvo.

—¿A donde piensas ir?—Preguntó.

—Me iré un mes con Bárbara.—No dio más explicaciones. 

—No lo harás.—Las cuatro mujeres veían al piso.

—¿O qué? ¿Me pagaras la misma cantidad que le iba a dar a Bárbara para que me quede? ¿O planeas pegarme al igual que pensabas pegarle a ella?—Y sin más jaló de la mano a Bárbara y se la llevó de ahí.


-

—Santos relájate. ¡Vas a matarnos!—Gritó Bárbara después de un tiempo en la carretera. Santos bajó la velocidad.

—Esto es una mierda, ¡Una mierda!—Gritó golpeando el volante. Paró en seco el auto y se volteo en dirección a Bárbara.—Dime que me amas.—Le tomó el rostro entre sus manos.

—Hasta el infinito y más allá ¿Recuerdas?—Dijo sonriendo.

—De ida y vuela a pasito de tortuga.—Dijo a la vez que la besaba.


Llegaron al Miedo y gracias a Dios no había nadie.

—Iré a tomar mis cosas.—Dijo Bárbara tomando camino hasta su habitación. 

—Estaré aquí.—Santos sacó su teléfono y le mandó un mensaje a Felix y a Gonzalo explicando casi toda la situación. Sus hermanos no tardaron en responder dándole su apoyo. También le mandó un mensaje a Antonio pero ese no respondió. 

—Listo.—Dijo Bárbara apareciendo con una pequeña maleta en la mano. 

—¿Pues que esperamos? ¡Que se vayan a la mierda todos!—Gritó y tomó su mano.—Contigo hasta el fin del mundo, Guaimarán.—Ambos tomaron camino al pueblo para tomar el bongo y así pasar un mes lejos de todos sus problemas.



1 comentario:

  1. La verdad había dejado de leer hace un tiempo, pero hace tres días que comencé a leer de vuelta y lo hice desde el primer capítulo y está hermosa y atrapante!!! Eres una excelente escritora, no cambies!!!

    ResponderBorrar