lunes, 2 de noviembre de 2015

Capítulo 12.



Mi mirada conecta con la de Santos y sé que está ocultando una sonrisa. Admito que estoy un poco nerviosa, Eustaquia nos mira a ambos sin saber que decir. Le hemos hecho una encerrona. Que nos llame cotillas si quiere, pero el no saber nada me está matando por dentro. Y se que si se lo pregunto a mi padre él culpará al padre de Santos. Es mejor escucharlo de la boca de Eustaquia que nunca me ha mentido. Miro nuevamente a Santos y él sigue con su mirada fija en mi, recuerdos de la noche anterior se disparan en mi mente, me sonrojo levemente haciendo que el sonría más grande.
Sabe exactamente en lo que estoy pensando, sé que el también lo piensa. Lo sé por su mirada oscura. 
Eustaquia suspira pesadamente mientras niega con la cabeza.

—Como sabrán los padres de sus padres murieron todos juntos en un accidente de autos.

Eso me sorprende, nunca eh escuchado nada referido a mis abuelos, y no es que me importará debo confesar. 
Por la mirada de Santos se que el tampoco sabía nada. Ambos tenemos la vista en Eustaquia.
—Mi esposo, descanse en paz, y yo eramos muy cercanos a sus padres, así que juntos criamos a José y a Antón.—Vaya, eso realmente me sorprende.— Los criamos como a unos de nuestros hijos, aun eran unos bebés cuando eso pasó. 
Aunque la historia es muy interesante no voy entendiendo el odio que ahora siente el uno por el otro.
Eustaquia suspira nuevamente, veo como su mirada se pierde en los recuerdos, me estoy empezando a sentir culpable por hacer que se sienta mal.
—José y Antón eran muy unidos. Si Antón comía una banana José tiraba la cascara. Con el tiempo se fueron uniendo más y más, nunca iban a ninguna parte solos, no. Hay estaba el uno para el otro siempre que lo necesitaba, si José tenía una pelea, hay estaba Antón para golpear también.—Eustaquia ríe un poco—Cuando empezaron el instituto, conocieron a un nuevo amigo, se llamaba Francisco. Nunca me dio buena espina pero ellos parecían muy contentos con él..., Con él tiempo sus padres se fueron distanciando, siempre estaba Francisco para la cizaña, siempre estaba él mintiendo o alejando a sus padres...., un día José me pidió permiso para ir a una fiesta, le dije que no, era un jueves y al día siguiente tenía escuela.—Siento mi corazón acelerarse al ver a Eustaquia empezar a llorar.— Hicimos un trato, ya que el había sacado buenas notas, si lograba convencer a Antón irían. Antón se negó pues él y su mejor amiga tenían mejores cosas que hacer. La niña se llamaba Lucy, tendría unos quince años, ella y Antón se fueron haciendo muy amigos cuando José lo empezó a cambiar por Francisco. Cuando Antón le dijo que no, José se puso echo una furia, ambos empezaron a golpearse, gracias a Dios, mi esposo los separó y mandó a José al cuarto.—Miro a Santos y veo que tiene la vista abajo escuchando con atención—José se escapó esa noche, el iría para esa fiesta. Antón sabía que si descubría que José no estaba el castigo iba hacer para los dos, así que el y Lucy fueron en su busca..., cuando llegaron a la dichosa fiesta.—Eustaquia traga aire evitando que más lagrimas caigan—No había nadie, solo se escuchaban los gritos de José, ese tal Francisco le estaba dando una paliza, Antón entró y trató de detenerlos, pero se fijó en que Francisco tenía un arma, Lucy lloraba desconsolada—Mis ojos se aguan, no quiero escuchar más, me temo que esta historia no tendrá su final feliz.—Antón sabía que la mirada que le lanzaba a Lucy no era nada buena. Así que trato de protegerla, no le importaba que ese hombre estuviera armado, pero Francisco era más grande, más fuerte que José y Antón, así que los golpeo y los ató a dos sillas. Estaba drogado, estaba borracho, Lucy trató de correr lo más rápido que pudo, pero ese animal la atrapó. Y ante los ojos de sus padres la violó.

Me tapo la cara con las manos dejando que unas cuantas lagrimas salgan, no me puedo contener, veo que Santos se pasa las manos por el cabello respirando profundo. 
—Aún no acaba.—Dice Eustaquia con la voz rota.—A la mañana siguiente, Francisco despertó desorientado, sólo vio el cuerpo de Lucy indefenso, vio que Antón y Francisco lloraban desconsoladamente, así que se levantó, tomó su arma y sin importarle nada se dio un tiro en la sien.—Más lagrimas caen por mis mejillas incontrolablemente, veo que Santos reprime las suyas. 
—Cuando nos enteramos de que los muchachos no estaban en la casa rápidamente supimos que estarían en esa fiesta, pero la sorpresa fue la que nos llevamos al ver a la policía en la casa. Antón no pudo hablar durante días al igual que José, Lucy había estado encerrada en su casa bajo la protección de sus padre. A la semana, Antón fue hasta su casa, su padre le dio permiso de entrar, pero su sorpresa hizo que se derrumbara en la miseria, la pequeña Lucy se había suicidado.
Veo como Santos deja caer unas cuantas lagrimas por sus mejillas. 
—Hasta el día de hoy sus padres se culpan mutuamente por la muerte de Lucy.— Dice Eustaquia mirándonos.—Por las continuas peleas de ambos, mi esposo y yo tuvimos que tomar la dura decisión de mandar a José con su otra familia.—Eustaquia se levanta y nos mira a ambos—Espero que sabiendo esto ahora sepan el porque sus padres son tan fríos y actúan como lo hacen, permiso.—Y sin decir más sale del despacho. 
Santos se levanta y me abraza, lloro en su pecho. 






 Se que pasó hace mucho tiempo pero la verdad es que me duele. Me duele que mi padre aya tenido que experimentar eso, es una historia muy triste. 

—Ya mi cielo.—Trata de calmarme Santos. Lo hago, respiro profundo y seco mis lagrimas. Ya se la verdadera razón por la cual mi padre y el suyo son así. Ya entiendo, porque mi padre es tan frío en algunas ocasiones. Ya lo sé. Santos mira mis ojos y veo en los de él sufrimiento, se que también sufre por esta historia, y se que se debe de estar rompiendo la cabeza pensando en todo lo que Eustaquia nos dijo. La verdad no quiero hablar de eso nunca más. Beso a Santos sacándolo de su trance. 

—¿Almorzaste?—Le pregunto poniendo una débil sonrisa. 

—No.—Murmura levantándose.—Quiero invitarte a almorzar, ven.—Ambos salimos del despacho en silencio. Tenemos que buscar la manera de tratar de animarnos, no podemos seguir así. 

En el auto seguimos en silencio, es atronador. Así que pongo música. Franco De Vita, eso. 






Pienso en la letra y mentalmente se la dedico a Santos.

Le tomo la mano a la vez que el sonríe.

—Si esto no es querer entonces dime tu lo que será. Si necesito de tus besos pa´que pueda respirar, y de tus ojos que van regalando vida, y que me dejan sin salida, y para que quiero salir, si nunca he sido tan feliz—Empiezo a cantar. 

—Que te prefiero más que nada en este mundo si te he dado todo lo que tengo, hasta quedar en deuda conmigo mismo, y todavía preguntas, si te quiero, tú de que vas.— Santos también empieza a cantar. Entonces los dos empezamos a cantar esa maravillosa canción, meneábamos la cabeza al ritmo y reíamos como dos adolescentes enamorados.
No quiero que lo que nos contó Eustaquia influya en nuestra relación, beso a Santos, el trata de devolverme con más pasión el beso, pero sus ojos tienen que estar en la carretera.
Amo todo de él, amo que sea un romántico empedernido, no tiene solución, y lo de anoche... ¿Qué les digo? Joder, con el abogado. Santos es tan perfecto, la manera en como me consoló cuando más lo necesitaba, eso me hizo amarlo aun más. 



Su madre es un encanto, la manera como brillos sus ojos al verme me hizo quererla sin siquiera hablarle, me encantó como fue conmigo y como veía a Santos, Gonzalo y Felix. 

—Cásate conmigo.—Santos me saca de mis pensamientos. Vuelvo a sonreír mientras niego con la cabeza. Nada me gustaría más que casarme con él, pero eso no arreglaría los obstáculos que nos rodean, sólo los multiplicarían. Luego están los ocho hijos que quiere..., en serio ¿Ocho? No dos, no cuatro. Ocho. 
La lleva clara si piensa que tendremos ocho, uno si al caso viene. Aunque si no quiero ocho hijos sería un buen momento para empezar a protegernos..., se lo digo ahora antes de que me mate después. Además estamos en la carretera, si..., en medio de la nada, donde nadie pueda escuchar mis gritos y ver como Santos esconda mi cuerpo y para re matarla lloviendo, tengo que estar loca, me arriesgo.
—Empezaré a tomar la píldora.—Se que el no aceptará ponerse un condón. 
—No.—Dice sin siquiera dirigirme la mirada.
—Lo haré a partir de mañana.—Le digo obviando su comentario.
—No, no lo harás.
—Si, Santos.—Santos frena la camioneta y me clava su dura mirada ¿Está enojado?
Oh-oh. 
—¿Por qué?—Sonríe irónico. Odio esa sonrisa, es fría y sin humor. Pero igual se ve jodidamente sexy. 
—Porque digamos que no quiero empezar a tener uno de los ocho.—Sonrío coqueta. 
Jodidamente no es momento para boda, ni jodidamente para tener hijos. Aunque yo jodidamente los deseo. 
—¿Qué?—Pregunta frunciendo el ceño. Mi vida, que hermoso.
—No es el momento, Santos. Ahora mismo tenemos un ambiente alrededor que no es bueno para uno de nuestros hijos.—Entiende hombre, joder.
Santos sale del auto y abre bruscamente la puerta del auto, su camisa de se pega a su torso, que sexy, por favor. Me jala y yo salgo mojándome, esto no es lindo. Llueve a cantaros y nosotros estamos en medio de la carretera solos. Cool. 
Se monta en el auto ¿Piensa dejarme aquí? ¿Solo porque no quiero al bollo en el horno? Iba a gritar cuando escucho una canción sonar a todo volumen. La reconozco, es Por fin de Pablo Alborán. 
Santos viene hacia mi y me besa duro, metiendo su lengua hasta mi garganta dejándome sin aire.
—Repite lo que dijiste.—¿Lo de la píldora? ¿Qué quiere que repita? Tengo que dejar de hablar tanto.—Lo de nuestros hijos, Bárbara.—Contesta a mi pregunta silenciosa. 
—¿Qué no es el momento porque no es un buen ambiente para ellos?—Santos vuelve a besarme, muerde mi labios.


  
Estamos en medio de la nada, lloviendo pero no me importa quiero que Santos me tome aquí y ahora.
Me toma por la cintura mientras yo enredo mis piernas al alrededor de la suya, no separamos nuestros labios, me pone en el capo del carro, no me importa que siga tibio. Santos quita mi pantalón y abre los botones de mi camisa, besa mis pechos, mientras yo le quito su camisa, por primera vez se la quito con cuidado. Vaya, quien lo diría. 
Santos se introduce en mi interior duro, es un animal. Y lo amo. 
—Dime que me amas.—Me murmulla.
—Te amo.—Le digo en un susurro.
—Di que me necesitas.—Sé que esas palabras para Santos son más fuerte.
—Te necesito.
—¿Te casarás conmigo?—Me río en su oído.
—Después.—Le prometo. 
—Prométeme que nunca me abandonarás.—Me muerde el cuello.
—Lo prometo.—Paso mi lengua por su cuello saboreando su sudor mezclado con la lluvia.
Mis piernas aun tiemblan después del orgasmo, el sexo con Santos es increíble. Ambos tenemos la respiración agitada, nos vestimos rápidamente y nos metimos en el auto. No puedo creer que Santos me haya echo el amor de esa manera y con la canción de Pablo Alborán. 



 Cuando llegamos al pueblo aun estamos mojados, la lluvia había parado hace ya un rato. Ambos caminamos por la calle tomados de la mano, no me importa la mirada de la gente, Santos es mi hombre. 

Entramos en un pequeño restaurante italiano, solo hay unas cuantas personas. 
Santos y yo nos sentamos en la mesa de un rincón, está oscuro y da más intimidad. 
—Esta es la primera cita que nunca tuvimos.—Me río de ese hecho. Santos asiente sonriendo.
—Puede ser, doña.—Me toma la mano por encima de la mesa.—¿Qué se hace en la primeras cita?—Me pregunta sonriendo. ¿De verdad haremos esto? Sonrío como boba.
—Se habla.—Le respondo mordiendo mi labio.
—¿Solo eso?—Pregunta fingidamente decepcionado.
—Si, Don Santos.
—Cuénteme Doña Bárbara ¿Como es que una mujer tan divina como usted vive en este pueblo lleno de hombres hambrientos por una buena mujer?—Trato de no reír.
—Ayudo a mi padre, Doctor Luzardo, hace licor y lo vende.
—Espero que algún día me deje probar algo de su colección.—Dice bajando su mirada a mis pechos, levanto una ceja divertida.—¿Y usted qué hace por acá Señor Luzardo?
—Mi abuelo me dejó una hacienda llamada Altamira, vine para que vuelva hacer la misma de antes, señorita.
—¿Por qué se fue antes?—Pregunto sonriendo. Quiere juego, eso le daré.
—Por mis estudios, señorita.—Responde.—Déjeme decirle que es usted la dama más hermosa que he visto—Trato de evitar mi sonrojo.
—Apuesto a que eso se lo dice a todas, doctor.—El camarero viene y interrumpe a Santos. Él pide una botella de vino y bajo mi autorización pide por los dos. Quedamos en silencio hasta que el camarero vuelve a parecer con la botella. 





—Le puedo asegurar, doña que aunque lo haya dicho anteriormente, ninguna se compara a su belleza.—Que coqueto que es el abogado.
—Es usted un halagador. ¿Por qué no me cuenta de su vida?
—Actualmente estoy enamorado de la mujer más bella del mundo, aunque siento que ella no me ama como lo hago yo, ya que no se quiere casar conmigo y no quiere tener unos poco hijos.—Me atraganto con el vino. ¿Bromea? ¿Llama poco a tener ocho hijos?
—Creo que si no lo hace es por las circunstancia por la que están pasando, sino puedo asegurar que ella con gusto lo haría.—Santos esconde una sonrisa.—¿No cree usted?
—Solo es una pregunta de si o no.—Deja ese comentario en el aire. El camarero viene con una pasta.—Dígame, Doña, cuando podrá hacerme el honor de acompañarme a bailar salsa?
—Siempre y cuando usted quiera, Doctor.
Me encanta ver como los ojos de Santos se oscurecen, como pasa su lengua por sus labios, se me hace muy divertido. 
—¿Está usted enamorada?—Me pregunto. Trato de ocultar una sonrisa. 
—Hasta las trancas, del hombre más hermoso, protector y especial de todo el mundo—Respondo, Santos me sonríe. 
—Un cabrón con suerte.—Dice comiendo yo asiento.—Si me permite, Doña, tengo que decir que me encanta ver como su camisa está ajustada por lo mojada, adoro como marcan sus pechos.—Me acomodo incomoda en mi asiento.—Y me encanta ver como algunas gotas pasan de su cuello hasta sus pechos, es un espectáculo magnifico de ver.
—Supongo que usted es un cabrón con suerte.—Ambos reímos. 
Pasamos parte del almuerzo lanzándonos miradas y sonrisa. Cuando levanto la vista noto como Santos se muerde el labio.
—Me encanta ver como hace eso.—Le digo, Santos suelta su labio para sonreír—Se le ve bien, y si me permite hasta se me antoja.—Es el turno de Santos removerse incomodo en el asiento.
—Puede hacerlo, señorita.—Santos estira su boca hasta la mía y yo hago lo mismo.
—¿Desearan algo de postre?—Ambos nos separamos para ver al camarero obviamente incomodo. 
—¿La señorita va a desear algún postre?—Me pregunta Santos. 
—Aun no termino.—Santos despide al camarero, yo termino de comer. Santos me pasa el menú sin decir nada.—¿Va a desear algo del menú?—Pregunto dándome cuenta que no ha abierto el suyo.
—Lo que deseo ahora no está en el menú.—Dice con la mirada oscura. Qué calor hace aquí...—¿Qué pedirá usted?—Me pregunta sonriendo. Cabrón egocéntrico 
—Helado.—Le respondo seria.
—¿Con este frío?—Me pregunta y se que está ocultando una sonrisa.
—Es extraño..., estoy caliente.—Santos se acomoda en el asiento Já.—Quizás sea por la chimenea.—Le digo sonriendo. 
Llama al camarero con un movimiento de la mano.
—Un helado de...
—Chocolate.
—Un helado de chocolate y un brownie.—El camarero asiente y se va.
Santos y yo nos miramos sin decir nada, la tensión sexual se siente.
El camarero vuelve con los postres, me da una copa gigante con helado de chocolate y a Santos un pedazo de pastel más grande de lo que esperaba para ser un brownie. 
—Provecho.
Después de varias degustaciones le tiendo la cuchara a Santos ofreciéndole mi helado. Santos pone su boca y cierra los ojos, maldición ese hombre es sexy. 
Se levanta y rueda su silla hasta la mía. Toma su postre y corta un pedazo, luego toma un poco de helado y me lo ofrece, con gusto me lo como.
—Delicioso.—Digo con los ojos cerrados. Al abrirlos Santos tiene la mirada fija en mi. Se que quiere que lo bese, pero no.—Dígame Doctor Luzardo ¿Tiene otro gusto además del chocolate?
Con el tiempo me di cuenta de que Santos ama el chocolate, ama todo tipo de dulce, en realidad. 
—Si..., usted.—Dice volviendo hacer lo mismo con el chocolate y el brownie. Me lo vuelve a tender, siento como una gota de helado cae por mi barbilla hasta mi cuello y de ahí se pierde entre mis pechos. Santos traga con fuerza a la vez que respira pesadamente. Agacha la cabeza y sorprendiéndome pasa su lengua de abajo hacia arriba siguiendo el camino de la gota de chocolate, cuando llega a mi barbilla, respiro agitada. 
—Santos...—Estamos en un sitio público por Dios. Pero miro al rededor y no hay nadie, vaya.
Santos sin importar nada, me besa, dejo que lo haga, nuestras lenguas están frías y eso hace que sonría. 



Adoro besar a este hombre, lo amo, y quiero todo con él. Y me eh dado cuenta de que Santos siempre es el que me da las sorpresa ¿Así qué porque no por una vez ser yo? Quiero que Santos se sienta especial y no que tenga que estar obligado hacerlo. Además creo que la sociedad es demasiado feminista, ¿Siempre tiene que ser el hombre? Por Dios mujeres, recapaciten. 

Separo a Santos de mis labios haciendo que el gruña, aunque no haya nadie igual es un lugar público, puede salir el mesonero o entrar alguien. 
—Es usted una provocadora.—Me susurra. 
Miro el bulto que tiene Santos, ja, una tienda de acampar. Le pongo la mano justo ahí, y lo acaricio.
—Espero que termines lo que estás haciendo o de lo contrarío puede que pase igual a lo de anoche.—Murmura con los dientes apretado. 
Lo de anoche, jodido idiota, no me dejó llegar al orgasmo sólo porque estuve poniéndolo caliente unas cuantas veces..., puf. Igual y lo hicimos en el despacho, con nuestra familia afuera, si. 
—Es una pena que no pueda.—Digo fingidamente desanimada.Me hubiera encantado terminarlo, pero estamos en un sitio público, y creo que sería muy obvio si ambos entramos en un baño.—Tome esa, doctor. 
Santos carraspea. 
—Usted tiene toda la razón, doña.—Dice alejándose de mi mano. 
Si, esto es muy divertido.
Me acerco hasta su oído y le susurro haciendo que todo su cuerpo se tense. 
—¿Qué te parece si tu y yo nos reunimos esta noche?—Le beso el oído, Santos sonríe.
—¿Qué tienes planeado? ¿En la posa? ¿O en la chusmita?—Me pregunta. 
—En la chusmita, pero Doctor, será sorpresa.
—¿Sorpresa?—Santos me mira incrédulo.—¿Desde cuando eres tú la que me da sorpresas?—Dice desconcertado.
—Ya ve, abogado, ahora los pájaros le tiran a las escopetas.
—¿Por qué?—Me pregunta con una pequeña sonrisa.
—Porque si, porque eres especial para mi y quiero demostrártelo, porque..., hay que aprovechar ahora que no tenemos niños.—Le digo sonriendo, Santos suelta una carcajada que resuena en todo el restaurante. 
—Oye, que siempre podemos usar a Gonzalo como canguro.—Dice cuando deja de reír. 
Beso a Santos pausadamente. Amo hacerlo, y es mío, que miren todo lo que quieran. 
Salimos del restaurante después de pagar, obviamente Santos pagó ya que no acepto que yo lo hiciera, bah. 
Caminamos por el parque tomado de las manos.
—Pasaré a buscarte, te mandaré un mensaje.—Digo cuando nos sentamos bajo un árbol. 
—Emm, deja mejor que yo te busque.—Me dice sonriendo forzudamente.
—¿Disculpa?—Espero que no sea lo que estoy pensando.
—No confío en las mujeres cuando están atrás de un volante.—Dice viéndome a los ojos. 
Ay, por favor...
—¿Qué?—Me tengo que reír incrédula no puedo pensar que sea tan cabrón como para pensar así. 
—Se distraen por todo. Y nunca te lo he dicho pero cada vez que te veo conducir muero lentamente, no lo sé.
Creo que fue una vez en la que Santos y yo tomamos caminos diferente en una camioneta. ¿Bromea? Soy una excelente conductora. 
—Por favor, estás exagerando...—Le digo sonriendo. La verdad me divierte que este neandertal piense así.
—Nunca me ha gustado ver a una mujer atrás de un volante y haré todo lo posible para mantenerte lejos de uno.—Dice de pronto serio.—Hay muchos accidentes.
—Pero vamos, me parece que esta conversación la tuve yo con mi padre hace unos años atrás. No se bebe si vas a conducir, no distraer los ojos de la carretera, blah, me se las normas.—Le digo sonriendo a la vez que ruedo los ojos.
—Te felicito, me alegro que tu te las sepas..., pero allá hay un montón de inútiles que no las saben o que simplemente les da igual.


¿Por qué presiento que hay una parte en esta historia qué no me sé?
—Santos, ¿Hay algo que quieras decirme?—Le pregunto. 
—Cuando tenía ocho años mi madre, mi tía y yo tuvimos un accidente en el auto. Íbamos a buscar a Felix al colegio cuando un hombre venía borracho y como loco, a nosotros nos dio un empujón, pero el auto de enfrente no corrió con la misma suerte....
Tomo su mano y le doy un apretón, Santos me mira y sonríe. 
—Desde ese día, no me gusta ver a nadie subiendo borracho en el auto.—Me da un corto beso. 
—¿Pero si puedo subir a caballo?—Santos rueda los ojos y se ríe. Acaricio su rostro, y veo sus manos, sus nudillos están rotos, ruedo los ojos. 
Este tonto y el idiota de Asdrubal se pusieron a pelear en el muelle. Dios, ya espero la charla que me dará mi padre. Santos tiene una pequeña herida en la ceja, pero eso no le quita lo sexy que se ve. Tiene la sombra de su barba, oh, Dios mío. Santos sonríe como si supiera cuales son mis pensamientos. 
Me acerco con lentitud y deposito un pequeño beso en su cuello. Santos toma mi mano y la analiza.
—Se vería tan linda con un anillo que les hiciera saber a todos que eres mía.—Dice con la mirada aun fija en ella, es un loco. Me río de sus ocurrencias. 
—Después...—Le digo aun con la sonrisa en la boca.
—¿Que te parece si la vas armando? No quiero que cuando por fin me digas que si, tenga que esperar un año para que tu y mi madre armen todo eso...—Dice como si nada.
—¿Y qué paso con las Vegas?—Le pregunto fingiendo seriedad. Santos me mira como si estuviera loca.
—Juro por Dios que si vuelves a repetir algo como eso, y en menos de veinticuatro horas serás mi esposa.—Dice sonriendo.
No hay nada que me gustaría más que decirle, hagamos esto, vayámonos a las Vegas y casémonos, vivamos nuestras vidas lo mejor que podamos. Pero..., no puedo. Simplemente no puedo. 
—Prométeme que irás viendo algunas cosas, que verás vestidos, las iglesias. Todas esas cosas de mujeres.—Rueda los ojos.
—¿Así y tú que harás?—Pregunto sonriendo.
—¿Yo? Yo me encargaré de darte la mejor luna de miel que haya existido.—Dijo subiendo y bajando las cejas. Ambos reímos.
—Igual nos podemos casar en Altamira o el Miedo.—No puedo creer que yo también esté hablando de nuestra supuesta boda—Oh, ¿Sabes esa roca alta que está encima de la poza?—Santos sonríe asintiendo.—Ese lugar sería perfecto.
Imagino como sería, casarnos justamente encima de la poza, algo increíble. 

   

Con pesar Santos me deja en el Miedo, a penas son las dos, pero necesito preparar algunas cosas...
Cuando entro en la sala me encuentro con Sofia.
—Hey.—La saludo.
—Hola, guapa.—Me sonríe.—¿Andabas con Santitos?—Me pregunta haciendo morros.
—Si, pero tenía que ir con Felix arreglar unos papeles.—Sofia rueda los ojos cuando nombro a Felix. ¿Qué?—¿Como te parece la familia de Santos?—Le lanzo la indirecta. 
—Bueno, su madre es un amor, su padre muy serio, Gonzalo es un payaso y Antonio un gran fan de Beyoncé.—Dice riendo.
—¿Y Felix?—Le pregunto sonriendo.
—Ese es un cavernícola metrosexual egocéntrico.—Dice como si nada.
—¿De qué me perdí?—Le pregunto sentándome a su lado a la vez que Beatriz llega.
—¿Qué pasa?—Pregunta mirándonos.
—Ven, siéntate, Sofia va a contarnos porque le molesta hasta que le nombren a Felix...
Sofia refunfuña. ¿Es qué siquiera estamos hablando del mismo Felix? Jooder, pero si es un amor.
—¿Recuerdas ese día cuando Bea bañó a la ex de Santos con el jugo?
Beatriz y yo asentimos, como olvidar ese día.
—¿Recuerdan que le hablé sobre el idiota que me pidió una cita?—Volvió a preguntar.
Bea y yo volvemos asentir. 
—Bueno, ese idiota es Felix.—NOOO. Abro la boca con una sonrisa al igual que Beatriz.
—Bárbara tu cuñado quiere ligarse a Sofi.—Dice haciendo que yo ría también.
—Babosadas, el capitán babotas la lleva clara si piensa que yo soy una de esas con las que se acuesta. Antes muerta.
—Hay algo que no entiendo—Dijo Beatriz sonriendo con malicia—Si fuera otro ya te habrías acostado con el hace un buen rato, porque no es que digamos que Felix fuera el primer cretino al que te le lanzas, así que ¿Qué tiene Felix que no quieres acostarte con él?
—A lo mejor y es especial...—Digo con burla. Sofia se sonroja notablemente.
—¿¡Pero que bobadas dicen!?—Grita levantándose de un salto.—Simplemente, no. Además es el cuñado de Bárbara, sería raro una vez que nos hayamos acostado viéndonos constantemente..., así que no. 
—Sofi...
—Nop.—La corta ella.
—Sof—Digo pero igual me corta.
—Que no. Además es un cretino.
—Un cretino muy guapo.—Aporto. 
—Si, la verdad es que si.—Dice más para ella. Bea y yo compartimos una mirada secreta.
Hablamos por cinco minutos más sin nombrar a ninguno de los dos Luzardos. 
Me levanté y seguí con mi maravilloso plan. 
Iba saliendo cuando mi padre me retuvo en la entrada con la mirada. Carajo, justo lo que necesitaba.
—Necesito que le digas al backstreet boy clonado que tienes como novio que deje de andar buscando problemas con mis trabajadores, ya es la segunda vez a la tercera me encargaré yo mismo de ellos dos.—Y sin dejar que yo diga algo se va. 
Perfecto, justo lo que necesitaba. 





Siento un hormigueo en el vientre, estoy un poco nerviosa y ansiosa. Ya quiero ver la cara de Santos. Aunque, me las va a pagar, por un demonio que lo hará. 

Recojo varias cosas que sé que necesitaré y doy rumbo a prepararle la sorpresa a Santos. 

Regresó corriendo después de dos horas, realmente estaba cansada. Salí corriendo al baño para arreglarme. Tomo mi tiempo como siempre. 
Santos sigue insistiendo con casarnos, yo realmente quiero, por Dios que quiero ¿Pero que arreglaríamos con eso? Mi padre se sentirá incomodo con el suyo ahí, y conociéndolo hará algo para molestarnos, y si no ni siquiera se molestará en ir a la boda de su única hija; y eso sería un dolor de cabeza para mi. 
Luego está la idiota de la cerda anoréxica, perdón Luisana. ¿Qué sigue haciendo aquí? Ah, ya. Esa idiota se hará de cordero triste y lastimado frente al padre de Santos,  y seguro por el diablo mi querido suegro la prefiere a ella más que a mí. 
Otro punto en la lista de ''Cosas la cual es mejor pensar en la tina'' Es Asdrubal, aun no hablo con él acerca de las flores, baboso. Ni siquiera está interesado en mi, si no en Santos..., bueno no de esa forma. Se siente amenazado y ahora quiere joderme. 
Recuerdo que la primera semana de nuestro rompimiento lloré, extraño. Sólo fue una semana la cual lloré, los demás días fui un zombie, pero no lloré. 
Entonces empiezo a pensar en ¿Como será si Santos y yo rompiéramos? Un nudo en mi garganta se formó y mis pulmones se apretaron, sería horrible, ahí no lloraría sólo una semana, sino el año entero. 



Odio tener que pensar en eso, maldigo el momento en que el pensamiento se atravesó en mi mente. 
¿Será por eso por el cual Santos se quiere casar? Porque ahora que lo pienso demonios ¡SÍ! 
Salgo de la bañera cuando voy a mi dormitorio ahí están mis dos queridas amigas, las dos sentadas en la cama viéndome con unas sonrisas malignas. 
—Así que...—Empezó Sofia.—¿Saldrás con Santitos?—Sonrió mientras Beatriz soltó una carcajada. 
—Mis labios están sellados.—Digo sin más caminando hacia el ropero. Escucho el soplido de Sofia. 
—¡No enteraremos en la mañana!—Gritó. 
Me río en mi interior, por supuesto que lo hará. Me pongo un nuevo conjunto de ropa interior, negra y de encaje. Me pongo un pantalón ajustado de cuero negro y mi chaqueta. Sólo la chaqueta. Combino mi conjunto con unas botas que me llegan hasta las rodillas negras con un tacón de infarto. Sip, soy toda una provocadora. 



Cuando salgo Sof y Bea empiezan a lanzar silbidos y uno que otro halagos, sonrío y doy una pequeña vuelta sobre mis pies. Peino mi cabello y lo dejo suelto en cascada, se lo mucho que Santos ama mi cabello, justo cuando me estoy maquillando se oye un trueno que hace que las tres gritemos. 
La lluvia, ah..., amo la lluvia. 
Me termino de arreglar y me despido de Pinky y Cerebro. Cuando estoy mandandole el mensaje a Santos choco con el pecho de mi padre. Me mira de arriba abajo con una ceja levantada. 
—¿A donde vas?—Pregunta con esa voz ronca. 
—Saldré a dar una vuelta.
—¿Con?—Sabe perfectamente con quien. Hello, con Santos, mi amor, mi vida. 
—Con Santos.—Respondo. Resopla malhumorado. 
—¿Volverás a la madrugada como hoy?—Pregunta. Joder, a este hombre no se le escapa nada, y eso que habíamos estado en completo silencio.
—Probablemente. ¿Esto es un interrogatorio?—Pregunto con evidente fastidio, nunca le importó a que hora salía y volvía con mis anteriores novios ¿De que va esto ahora?.
—No, sólo dime una cosa más... ¿Se protegen verdad?
Malditamente no. No lo dijo. Siento mis mejillas teñirse de un rojo candente. Ya había casi olvidado el tema.
—Si.—Miento mientras contengo mi mano, tengo la manía de retorcerme el cabello las veces que miento y mi padre lo sabe, fue por eso que se le hizo más fácil saber cada cosa que hice.
—Bien.—Y sin decir nada ni siquiera un ''Pásalo lindo'' se fue a su habitación.

Diez minutos después estoy corriendo adentro de la camioneta de Santos, justo cuando me subo empieza a llover a cantaros. Eso es suerte. 
—Hola.—Le digo volteandome a verlo, está vestido con una chaqueta de cuero negro  una camisa con botones al frente negra, vaqueros negros y sus botas. Contengo las ganas de babear.
Santos me atrae hacia él sin decir nada y devora mis labios, los hace suyo, su lengua juega con la mía y se unen a un lento y sensual baile, un gemido sale de mi sin que lo pueda contener y Santos sonríe. Cuando nos separamos ambos estamos jadeando.
—Hola.—Contesta.—Estás preciosa.—Dice pasando su mano por mi cabello. 
Demonios no voy a dejar pasar esta oportunidad así que saco mi teléfono del bolsillo delantero de mi chaqueta y empiezo a fotografiarlo, Santos sonríe y hace caras, saca la lengua y pone pucheros, me arrastra hacia él y toma en sus manos mi teléfono, empezamos a sacarnos fotos, sonreímos, nos besamos. 

  
—Estás muy guapo.—Le susurro justo cuando toma una foto. Santos guarda mi teléfono en el bolsillo de mi chaqueta antes de contestar. 
—Gracias.—Sonríe tímido.—¿A donde vamos?
—A la chusmita, señor Luzardo.—Le digo sonriendo, beso su mejilla antes de acomodarme en mi asiento y colocar mi cinturón.
Santos está muy concentrado, está con los ojos fijos en la carretera. Se podría decir que está un poco tenso. 
—¿Entonces..., que planes me esperan esta noche?—Pregunta aun con los ojos fijos en el camino. En esta posición me permite admirar su hermoso perfil.
—Es una sorpresa, querido.—Le digo.
—Vamos, Bárbara, no seas mala.—Me gruñe. ¿Mala? ¿Ahora yo soy la mala? ¡Ja!
Ni me molesto en responder, así que me distraigo en ver las gotas que caían y competían entre ellas en la ventana. Me tenso cuando Santos de pronto pone su mano en mi muslo, siento el calor ascender por todo mi cuerpo, sé lo que hace trata de persuadirme. Se fuerte, Bárbara, se fuerte. 
El viaje se hace eterno o al menos yo lo sentí así. Recibí un leve y inocente apretón de Santos en mi pierna haciendo que salte en mi asiento, Santos oculta una sonrisa burlona, cretino. Pongo mi mano en su erección haciendo que las rodillas se eleven y golpeen contra el volante, Santos suelta el aire de un golpe y una maldición entre dientes. Siento el deseo de decirle ¿Acaso no querías jugar, abogado? ¿¡EH!?  
Este juego de tira y afloja que nos traemos nunca acaban bien, digo si acaban de maravilla, pero no es el caso. Además el tiene todas las de perder hoy. Hoy tengo el control, bebé. 
Cuando llegamos Santos traga ruidosamente, me mira a los ojos por primera vez desde que partimos del Miedo, le sonrió y el lo hace de vuelta. Sin que lo espero me bajo del auto y dejo que la lluvia me bañe corro hasta la chusmita y presiono un botón que hace que el equipo de sonido cobre vida. 
Cuando salgo Santos me mira confundido hasta que escucha la canción y una tímida sonrisa escapa de sus labios. Me acercó hasta él y enrollo mis brazos en su cuello y bailamos la canción sonriendo.



La verdad es que en esa canción le digo a Santos lo que es en mi vida, si, la canción es un poco ridícula. 

Bailamos bajo la lluvia, Santos me aparta el pelo de la cara y besa mis labios.
Cuando la canción acabó, otra empezó. 







Ambos bailamos bajo la lluvia, si mañana no amanecíamos con una gripe descomunal la verdad sería de maravilla.




Después de bailar esas lindas canciones me di cuenta de lo ajustada que se veía la camisa de Santos, mordí mi labio. Cuando alcé la vista Santos me miraba con una ceja alzada y una sonrisa arrogante en su rostro. El hombre era sexy y él lo sabia y lo peor era que lo usaba en mi contra. Mi carne es débil y más si es con la suya. 

Tomé su mano sobre la mía y caminamos al interior de la chusmita. 
Cuando entró vi como una enorme sonrisa apareció en su rostro. 
Por el suelo había muchos pétalos de rosas de muchos colores, y en la cama sólo rojos en forma de corazón. (El cual me hizo la vida imposible, desgraciado). Pasé horas perfeccionando el maldito corazón. 
—Gracias..., es.—Santos me mira a los ojos sin saber que decir. Lo dejé sin habla, sonrío hasta que siento un ligero dolor en las mejillas—Nadie nunca hizo tal cosa por mi.—Me arrastró hacia él. Y me apartó el cabello mojado de mi cara, yo hice igual con el suyo.—Te amo.
—Como tú siempre me dices te mereces esto y mucho más.—Le sonrío.—Y yo te amo más. 
—Nena, sabes que yo te amo más.—Me dijo. Con un movimiento sutil le quito la chaqueta, estamos en silencio y lo único que se escucha es el sonido de ella al caer. 



Santos tiene la camisa de algodón pegada al cuerpo, Dios que sexy. Me entretengo quitando los botones, con lentitud. El pecho de Santos sube y baja pausadamente, pero puedo ver en su mirada la lujuria. Una vez la camisa afuera toqué con las puntas de mis dedos su pecho, todo tomándome mi tiempo. Mis manos van al botón de sus jeans, Santos trata de bajar el cierre de mi chaqueta pero lo distraigo con mis besos. Él mismo se quita sus botas haciendo que el trabajo de quitar el pantalón sea más fácil. Lo empujo tomándolo desapercibido y cae a la cama arruinando el corazón hecho de las pétalos por completo, Santos me mira sorprendido, me tiro encima de él y me siento a horcajadas, beso su cuello, mandíbula, siento como se estremece, siento sus manos caliente tomar posesivamente mi cadera, lo beso duro haciendo que gimamos tomo sus manos y sé que él se esta dejando hacer, ya que con el tamaño de Santos nunca lograría moverlo, con cuidado sujeto sus manos encima de su cabeza, muerdo el lóbulo de su oreja, siento como se tensa, y se estremece, en un rápido movimiento en que está distraído lo esposo con unas esposas que me prestó Bea (Es policía no sean mal pensadas, niñas). Santos abre los ojos y me mira con desconfianza.

—Bárbara.—Susurra.
—Shh—Le callo poniendo un dedo en su boca perfecta.
Poco a poco me bajo el cierre de la chaqueta dejando al descubierto mi piel, Santos tiene los ojos fijos en mis pechos, sus ojos ya están casi llegando a negros, increíble y sólo me estoy desnuda de la cintura para arriba. 
Pongo mi pies en su pecho y aun con más lentitud bajo el cierre de la bota, hago lo mismo con la otra. Santos traga audiblemente.
—Cristo, mujer.—Dice removiéndose en la cama. 
Con gracia me quito el pantalón y estoy sólo en ropa interior, igual que él. 
Santos respira profundo su respiración es un caos, no es que la mía esté mejor. Me muevo por el cuarto buscando unas cuantas cosas, cuando vuelvo Santos me mira con atención, destapo después de haber luchado una botella de champagne, sólo echo en una copa, Santos mira cada uno de mis movimientos. Saco de un recipiente llenos de fresas una y le unto chocolate. 
Le ofrezco a Santos la fresa y el pausadamente la come, luego llevo a su boca la copa y traga casi todo su contenido. Dios, este hombre es la definición de lo sexy. Apuesto que si busco en el diccionario ''Sexy'' sale una foto de él. 
Hago lo mismo pero esta vez como yo. Apropósito dejo caer una gota de champagne en mi, corre por mi cuello y se pierde en mi pecho. No tengo que alzar la mirada para saber que Santos también recorrió con la mirada la gota. Me acerco y dejo que Santos recorra con su lengua caliente el sendero, hizo lo mismo que hoy. 
Unto una fresa en el chocolate pero en vez de dársela de comer dejo un sendero de chocolate desde su barbilla, más arriba casi tocando sus perfectos labios hasta su pecho, puse la fresa es sus pezones y Santos se estremece. Muerdo la fresa y le dio para que se la termine de comer. Lentamente bajo y paso mi lengua por todo el camino en el que hay chocolate, muy lento. Soy mala, lo sé. Santos gruñe ronco y sensual. Me detengo y me tomo mi tiempo apreciando con mi lengua sus pezones como él lo hace con los míos. Santos gime y jadea, suelta una que otra maldición. Tomo otra fresa y recorro desde que donde terminó el chocolate hasta su abdomen. Vuelvo a pasar la lengua. Con una lentitud que veo que Santos odia le quito su ropa interior haciendo que su erección sea libre. Hundo la fresa en el chocolate y la paso por toda su virilidad, juego con él.
—Nena, te amo pero creo que estoy a punto de estrangularte.—Gime. Oculto una sonrisa comiendo la fresa. Dejo un reguero de besos por su cuello, su pecho, su cara hasta llegar nuevamente a mi destino. Sin previo aviso lo meto todo a mi boca haciendo que Santos suelte un grito ahogado, voy lento, demasiado y sé que eso le está matando. 
—¡¡BÁRBARA!!—Grita. Pero yo no avanzo, suelta un resoplido y sin que yo me lo esperara levanta su cadera y haciendo que entre casi todo a mi boca. Desgraciado, casi me ahogo. 
Pongo mi mano en su glande y empiezo a chupar más rápido y duro. Siento su cuerpo tensarse y vibrar cuando llega a la liberación. Santos sigue jadeando cuando levanto mi cabeza y presiono mis labios contra los suyos. 
—Hola.—Susurro. 
—Hola.—Dice con las voz ronca.—¿Te molestaría sentarte en mi cara?—Me pregunta sin descaro. Ahogo una risa.—Lo digo en serio. Sujetador fuera.—Ordena, quiero gritarle, amigo lamentablemente la que da las ordenes soy yo. Pero como soy buena me lo quito sin ningún pudor. Santos me pide con la mirada que me acerque y lo hago, besa mis pechos y juega con ellos, me imagino que tiene que ser difícil teniendo ambas manos esposadas, me debato en entre soltarlo o no cuando un jadeo sale de mi, Santos está chupando mis pezones duro, empiezo a gemir cuando un ruido nos detiene en seco. Santos gruñe y hace como si nada pero yo me alejo.
—¿Qué haces? Estaba muy cómodo, vuelve aquí.—Me dice en un gruñido. 
Me levanto sin hacerle caso, su teléfono suena en alguna parte de la chusmita, levanto su chaqueta del suelo y tomo su celular. 
El nombre ''Mamá'' Brilla en la pantalla, ahogo una carcajada al ver la cara de incredulidad de Santos, contesto  con una enorme sonrisa, como su pudiera verla.
—¿Hola?—Respondo.
—¡Bárbara!—Responde gritando de alegría. Pongo el teléfono en altavoz y me siento encima de Santos que me mira serio, aun jadeante. 
—¿Como estás, Asunción?
—Querida, ya es hora de que me empieces a llamarme mamá o suegra.—Ríe. Santos se levanta y besa mi cuello. 
—Está bien, suegra.—Me río un poco mientras saboreó como se siente en mi paladar esa palabra. —Acá te paso a Santos.—Le digo pasandole antes de que su hijito llegará a mis pezones nuevamente.
—¿Mamá?—Dice él. Pongo el teléfono más cerca de su boca. Me acercó al lóbulo de su oreja y chupo haciendo que él empiece a jadear.
—¿Santos estás bien? Cariño suenas como si hubieras estado corriendo un maratón.
Ahogo una carcajada y de repente empiezo a toser. Santos me mira con burla. 
El hombre habla con su madre mientras está esposado y con una erección. Ya nada me puede sorprender después de esto. 
—Estoy bien, mamá.—Responde sin dar muchas explicaciones.
—Estoy llamando para que recuerdes invitar mañana a Bárbara y su familia a almorzar, veremos el juego y estaremos en la piscina. Quiero darle una buena impresión o no querrá ser mi yerna.—¡QUÉ MONA ES! 
—Mamá, estás en altavoz.—Dice Santos sonriendo. 
—¡Ou!—Dice, y puedo saber que se está sonrojando.—¡Mamá, pregúntale si están follando!—Se oye decir detrás de ella.
—¡Felix Luzardo!—Grita y se escucha un golpe. Puedo decir que fue en la parte de atrás de su cuello. Santos y yo reímos bajito.—Bárbara, querida espero que vengas mañana.
—Ahí estaremos cuenten con nosotros.—Respondo. Con nosotros menos mi padre.




Santos se despide y cuelga, yo me levanto y coloco el teléfono en una mesa, la lluvia afuera golpea con fuerza. Me doy la vuelta y veo a Santos recorriendo su mirada por mi cuerpo, le han de doler los brazos. Jugueteo con el borde de mis bragas y frunce el ceño de inmediato. 
—No lo hagas.—Bajo una parte y la subo, bajo la otra y la vuelvo a subir, meneo la caderas mientras lo hago.—Jodidamente no lo hagas.—Repite con los dientes apretados.—Ya es hora, Bárbara. El juego acabó.—Dice sonriendo con malicia.—Suéltame, es mi hora de jugar.—Susurra. Dios. Encantada busco la llave y lo suelto, en menos de un minuto estoy debajo de él. Recorre mi cuerpo con sus manos calientes y esparce besos por todos lados, cuando sus manos llegan a mis bragas, sé que hará lo que ha querido hacer desde hace mucho, romperlas. La tira a un lado y sin más preámbulos se entierra en mi, grito. Jodido dulce niños Jesús. Clavo mis uñas en su espalda, cinco, diez, treinta veces golpea en mi interior. Haciendo que nos volvamos a correr. Santos cae encima de mi y me mira con los ojos llenos de brillos, me encanta saber que soy yo la causante de eso. 
—Gracias.—Susurra mientras acomoda su cabeza en el hueco que hay en mi cuello.



—¿No te encantaría hacer esto todos los días?—Pregunta acostándose a mi lado con la cabeza apoyada en su mano.—En la mañana, en la noche, intermedias.—Reímos. 
—Me encantaría.—Respondo sin mucha duda.
—Entonces cásate conmigo. Quiero tenerte en mi cama todas las noches, quiero tus cosas en mi armario, tu perfume en mis sabanas, te quiero a ti el resto de mi vida.—Susurra.
—Sabes que me voy a casar contigo.—Le digo.—Santos, no tienes que dudar, eres el único hombre con el que pienso decir el ''Sí''. ¿Crees que yo no quiero ser tu esposa? Por un demonio que si. Estoy loca por ser tu señora, tu mujer ¿Pero crees que con eso arreglaríamos las cosas? ¿Qué dirá tu padre al verte casado conmigo? ¿Me aceptará? No, y eso te pondrá furioso, y discutirán y se van a distanciar ¿Y de quien será la culpa? Mía, y no trates de decir ''No será tuya'' Porque así lo voy a sentir yo, luego está mi padre que es un cabeza dura que pasará lo mismo que con el tuyo. ¿Como crees que reaccionaran Asdrubal y Luisana? ¿Felices? Harán algo para arruinarlo, lo sé. Sólo hay que esperar a que todos se calmen. Para así poder gritar a los cuatro vientos el sí.—Le digo desahogándome, una solitaria lagrima recorre mi mejilla. Le he dicho unos de mis temores a este maravilloso hombre. Santos me mira con amor y me abraza. 
—Esperemos.—Susurra abrazándome más fuerte. Pasamos unos cuantos minutos en silencio y abrazados cuando suelta—Lo decía en serio con lo de que te sentaras en mi cara.—Río a carcajadas.—Y que sepas que no voy a dejar de preguntarte eso de que si vas a ser mi esposa.—Dice besándome.

Me levanto cuando siento el fuerte sonido de un trueno, entre cierro los ojos. 
Después de haber bebido las dos botellas de champagne y comer más fresas digamos que estoy un poco borracha. Santos y yo seguimos haciéndolo y siento un ligero dolor entre las piernas, esa será mi condena.

Serán menos de las cinco, nos tenemos que ir. Miro su rostro perfecto y me dan ganas de comérmelo a besos, y eso hago. Lo beso en el cuello, beso su mejilla y sus ojos cerrados. Santos se mueve mientras refunfuña. 
—Cielo, arriba. Tenemos que irnos.—Le susurro. Santos voltea la cara con el ceño fruncido.—Santos, me iré y te quedarás sólo aquí.—Abre los ojos de inmediato y frunce el ceño.
—Aun no sale el sol.—Gruñe.
—Lo sé, mi amor. Pero mi padre me necesita para hacer las cuentas.—Le explico. 
Voltea su cara y se medio levanta para colocar su cara frente a la mía.
—Buenos días.—Dice mientras deposita un beso en mis labios. 
—Arriba, campeón.—Le digo mientras me levanto y coloco mi ropa.
Con paso lento Santos se levanta y se viste. Lento pero seguro, pero como no se mueva patearé su trasero, y apuesto que eso le gustará. 


Nos metemos corriendo a la camioneta aun llueve, Santos conduce con más seguridad pero no despega su vista del camino. Cuando llegamos el sol no ha salido y son las 5:01 am. 
—Te veré esta tarde.—Le murmuro acercándome para besarlo.
—Te amo.—Murmura. 
—Yo más.—Santos toma una de mis manos y muerde mis dedos como lo hace siempre.
Salgo corriendo hasta la casa cuando lo veo sentado en la ventada de la camioneta mientras grita.
—Cásate conmigo.—Me río mientras niego.
—¿Qué es lo que más te gusta de mi?—Le pregunto yo a cambio. 
—¡Tus manos!—Y sin más se mete y arranca. Niego con la cabeza, sé que mis manos le gustan pero no creo que sea eso lo que lo traiga loco por mi. 


Cuando entro en la casa me encuentro con la vieja, que me mira con una sonrisa, tal parece que escucho al Doctor. 
—¿Eustaquia, donde está mi padre?—Le pregunto antes de que diga algo. 
—No lo he visto, Bárbarita. Ni ha salido de su cuarto, creo.—Me responde extrañada.
Mi padre es uno de los más madrugadores del mundo, que no halla salido ya me parece extraño. Me encamino a su cuarto y toco, no responden. Vuelvo tocar tres veces más hasta que me canso y entro..., vacío. El hombre no está. Voy hasta el despacho y tampoco está, pero si los papeles que tenemos que revisar así que supongo que no está en el pueblo. 
¿Donde estará? Le doy mil y una vueltas en mi mente..., ¡Bingo!
Sin decir nada vuelvo a salir, corro hasta las donde están los caballos, en efecto el de mi padre no está, tomo uno y cabalgo hasta donde seguro está.

Sé que no es seguro que cabalgué con esta lluvia. 
Sé que a Santos le molestará. 
Sé que si mi caballo resbala será un gran golpe. 
Sé que a mi padre no le gusta que cabalgué a estás horas y menos con este clima. 
Los dos se preocupan por mi, los dos me aman. Quizás tenga que dejar de darles tantos dolores de cabeza. Quizás.


Llego a la Poza de los suspiros y ahí está. Las gotas de lluvia caen encima de él pero no se mueve, está viendo la poza con admiración.
Recuerdo que cuando llegamos yo tenía quince, era rebelde, y no pasábamos tanto tiempo juntos como padre e hija. Pero cuando llegamos a este pueblo tomó mi mano y vinimos a este lugar sólo nos sentamos y vimos a el agua moverse. Le pedí, le supliqué que nos quedáramos en este pueblo y creí a ver visto sus ojos aguantando unas cuantas lagrimas que no derramó.
Me bajo del caballo en silencio, y me siento a su lado. Así estamos por un largo rato. 
—Hoy hace 25 años de su muerte.—Susurra. Nunca lo había visto hablando de esa manera, pareciera..., roto. ¿Habla de la muerte de mi madre? Creo que no, si mis matemáticas no me fallan.—De la muerte de Lucy, hace 25 años.—Dice al ver que no reaccionaba.—Sé que Eustaquia se los contó. Lo supe porque hoy me viste de una manera diferente, había lastima.—Dice con las voz ahora ronca. 
—No era lastima, me enseñaste a no tener lastima por nadie.—Le recuerdo. 
—Ni tampoco tener piedad.—Sonríe recordando.—Estuve enamorado de Lucy aun después de su muerte.—Me dice dejándome con un nudo en la garganta.—La noche en que todo ocurrió le pediría que fuéramos novios. Él único que sabia de eso era José y sin embargo no le importó. Llevo 25 años cargando con esa cruz, me siento culpable de lo que le pasó. Por años he estado analizando, si no hubiese ido ella estaría viva, sino José estuviera muerto. Bárbara, él se fue. Su familia rica se lo llevó, se olvidó de mi, de Lucy, de Eustaquia. Y no a tardado en recordarme lo débil que fui, en creer que yo permití que violara a Lucy.—Veo dolor en sus ojos, lagrimas que no salen.—Cuando enterraron a Lucy—Sonríe con odio.—El idiota se presentó como si nada, fue a la casa como si nada, habló con sus padres como si nada. Pero vi que cambió, ya no eramos los mismo, cielo. A la edad de quince años ya eramos dos hombres.


Siento un nudo en la garganta, las lagrimas que picaban mis ojos saltan libres y se derraman por mis mejillas. La lluvia nos moja pero no nos movemos. 
—No ha sido mi culpa no ser el mejor padre, Bárbara. Sé que nunca lo he sido ni lo seré, que no te traté como lo merecías, que hemos tenido muchos tropiezos, que no soy cariñoso, ni gracioso, que no soy perfecto y que no soy como los demás padres, pero mi niña déjame decirte que tú eres lo más bonito que hay en mi vida, que te amo como nunca he querido a nadie, que eres la razón por la cual me levanto a diario y lamento no habértelo dicho antes, pero quiero que lo sepas. Eres mi niña, mi hijita, mi bebé.—Su voz se rompe pero sus ojos singuen sin botar ni una lagrima. Oh mi hombre de hierro. En su mirada veo la pesadez de sus 40 años, de la tristeza de toda la carga que ha llevado. Lo abrazo mientras lloro. Es lo más bonito que me ha dicho. Me abraza fuerte. 
—Ay, mi niña.—Dice mientras su pecho se mueve de arriba abajo. 

Pero no llora, mi pobre hombre de hierro no llora.