martes, 17 de marzo de 2015

Capítulo 7.


Y al tiempo que cuelgo, rompo a llorar. Quizás lo presioné mucho y por eso actuó de esa manera. Evitó mirarme a los ojos después de que yo regresara, habló poco. 
¿Tal vez el no quería ese compromiso? Tal vez yo era parte también ese típico rollito. 
¡QUÉ ESTÚPIDA! ¿Como no me lo imaginé? 
Me acuesto y dejo que las lagrimas fluyan sin yo hacer nada por detenerlas. 



No sé cuanto tiempo estoy así, solo se que mis lagrimas dejaron de correr, pero no estoy dormida, soy como una zombie. 
Escucho que algo se abre, la ventana. Escucho pasos que se acercan a mi y se que es él. 
—Una duda ¿Acabas de romper conmigo por teléfono?—Me pregunta con voz ronca.
No me muevo, cierro los ojos. 
—Se que estás despierta, Bárbara. Responde. 
Me volteo y me levanto. 
—Tomatelo como quieras, ya no importa.—Tengo la voz rota por las lagrimas. 
—¿Qué fue lo que hice tan mal?—Se acerca y yo me alejo.—Bárbara, no puedes romper esto. 
—Si puedo ya lo hice.—Digo sin querer alzar la voz, ya que despertaría a mi padre.
—¿Crees en el destino?—¿A que viene esa maldita pregunta ahora?
—No.—Le respondo.
—Pues yo si. Y creo que estamos destinados a estar juntos, cariño. Por eso no nos podemos separar.
De nuevo las lagrimas fluyen por mi rostro, Santos se acerca y me abraza, huele a alcohol, me separo de él. 
—No seré un juego para ti, Santos Luzardo.—Amenazo viéndolo. 
—¿Alguna vez te he tratado como un juego, Bárbara Guaimarán?—Dice mientras se acerca no me puedo alejar más por que me toma con sus manos ambos brazos y se agacha para verme. —¿Después de hacer el amor, te trato mal?—Dice entre dientes.—¡Responde!—Me agita, pero no grita.
—¡No!—Digo y un sollozo sale de mi.
—Entonces ¿Por qué coño dices eso?—Me reprende.
—Porque pareciera, ¿Qué te sucedió exactamente?
—¡Tu padre me amenazó!—Dijo exasperado. 
No puedo creerlo, dijo que no lo haría.
—¿Y preferiste callarlo?—Dije cansada de todo eso.—¿Como puedes ocultar algo así?
—Quería que lo supieras de él.—Me acerca más a él, tiene mis muñecas agarradas y estoy indefensa.
—Jódete.—Santos me besa con frenesí. 
Me resisto, pero estoy harta de todo esto y al final mi amor por él gana.
—Te amo.—Susurra sin despegar nuestros labios.
—Yo más.




Nos alarmamos al escuchar toques en la puerta.
—¡Mi padre!—Susurro asustada.—Vete.
—No.—Dice con el ceño fruncido. 
—¡Santos!—Murmuro y siento que se me saldrá el corazón del pecho.—¡Escóndete!
Le digo al ver que de verdad no tiene intensiones de irse.
—¿En donde?—Dice con un gruñido. 
—Bajo la cama.—Ambos tratamos de no romper a reír. 
Santos niega con la cabeza pero al final lo hace. 
Abro la puerta y mi padre entra en el cuarto con semblante serio.
—Eh escuchado ruidos.—Dice mientras pasea la vista por el cuarto.
—Aquí no fue.—Digo nerviosa.
—¿Has estado llorando, cariño?—Dice y me coge el rostro en sus manos.—¿Es por el abogado?—Gruñe.
—No, no.—Suspiro, pero levanto la ceja y sonrío con malicia.—Bueno, si.—Mi padre aprieta la mandíbula—Al parecer alguien le dijo algo que hizo que se presionara y yo rompí con él.—Digo con la voz ronca.—Rompí con el hombre que amo, papá.—Miro su cara de culpabilidad.—¿Pero quien?
Mi padre me hace sentar con el en la cama ¡POBRE SANTOS! 
—Cariño, lo lamento.—Comienza.—Fui yo, tal vez fui un poco duro.
—¡No puedo creer que hayas echo eso!—Le digo y me levanto, ganaré un oscar por esta actuación.
—Cariño, en verdad lo lamento. Pero como padre tiendo hacer un poco duro con los que me quieren alejar de mi pequeña.—El se levanta y me mira a los ojos.
—Vete, quiero dormir.—Le digo seria.
—Tengo que irme a San Fernando.
No me había dado cuenta que estaba impecable vestido, ya estaba acostumbrada que él saliera a las tres de la mañana de viaje.
—Cuídate, estaré esta noche aquí. Eustaquia está en el pueblo durmiendo con una vieja amiga, por eso me asuste. Estarás en la casa sola.—Me da un beso en la sien.—Te amo, cielo.—Sonríe y se va. 



Espero a que salga, cierro la puerta con cerrojo y me asomo a la ventana para ver a mi amado padre partir, cuando la camioneta sale de el Miedo, siento unas manos al rededor de mi cintura.
—¿Estás bien?—Le pregunto riendo.
—Me duele el culo, estoy asfixiado y no siento el brazo derecho. Si está todo controlado.
Nos reímos, me da la vuelta en sus brazos y me mira fijo.
—¿Así que estamos solos en casa?—Pregunta con voz ronca.
—Así es...—Paso mis manos por su cuello.
—No habrá nadie que te escuche gritar.—Me carga y me besa con pasión.


Santos me acuesta en la cama y me quita la camisa por la cabeza, la lanza al suelo mi pantalón en el siguiente en estar en el suelo, Santos besa mi cuello, clavículas, pechos y vientre, yo solo soy puro jadeos, por Dios pero si este hombre me pone como una moto.
Su boca regresa a la mía, le quito la camisa y ahora esta acompaña mis prendas en el suelo, le quito el pantalón y este hace el mismo recorrido que los anteriores, beso el cuello de Santos y la mordida que le hice ayer.
—Fiera.—Dice al tiempo que lo ve, me vuelve a besar. 
Santos se desase de mi ropa interior y yo hago lo mismo con la suya, una vez desnudos Santos dirige su sexo a la entrada del mio y de una estocada me penetra.
—Joder...—Grito.
Lo veo sonreír, engreído.
—Eres mía, Bárbara.—Dice mientras sale y entra de mi.—Me perteneces. 
—Te pertenezco si el trato es para los dos. 
—Soy tuyo desde que te vi la primera vez.—Dice endureciendo las embestidas. 
Cuando ya no puedo más alcanzo el clímax más maravilloso, Santos me sigue. 

Dormimos abrazados, esos brazos que para mi se han vuelto tan familiares, como llegar a casa ¿Será en eso en lo que se convirtió Santos, en mi hogar?



 A la mañana (O horas más tarde)...
Me despierto cuando siento que alguien me besa por todo el rostro, gruñó y me doy vuelta. Ahora los besos recorren por mi espalda, pataleo y me pongo encima de la cabeza la almohada. 
Santos me la quita y me voltea, yo soy tan vaga hasta para abrir los ojos.
—Déjame dormir.—Gruño.
—¡Buenos días, amor!—Canturrea. ¿Qué tienen de buenos?
—Oye, quiero dormir.—Hago pucheros.
—De ninguna manera, mi fiera.—Dice riendo.
Vaya, el abogado amaneció de buen humor ¿Quien lo diría?
—Santos, te amo y todo pero días como hoy quisiera estrangularte. 
Santos se carcajea, yo abro los ojos y veo que tiene un brillo especial en ellos, se le ve relajado y fresco como la lechuga.
Cuando termina de reír me mira a los ojos, me besa y yo tiro fuerte de sus cabellos. 
—Gata.—Gruñe y yo rió. Santos se monta encima de mi y lentamente entra en mi interior.
¡Vaya forma de espabilarme! 
Muerdo su labio y el gime fuerte.

------
Me pongo la camisa de Santos, tengo hambre ¿Por qué será? Hmmm...
Salgo de la habitación con Santos abrazado a mi espalda, cuando llegamos a la sala voy a preguntarle algo cuando unas voces bastantes conocidas resuenan en la estancia.
—¡Bárbara Guaimarán, estas semi-desnuda!—Me volteó y las tres gritamos de felicidad, corro hasta a ellas nos fundimos en un gran abrazo.

No comprendo como están aquí, Sofia y Beatriz son mis mejores amigas desde hace años, las conocí en la universidad desde hay somos inseparables, fue con ellas quienes fui al bar donde conocí a cierto abogado engreído...
—¡Están aquí! ¿Pero como..?—No lo entiendo. 
—¡Queríamos darte una sorpresa!—Dice Beatriz.
—¡Sorpresa!—Dice levantando ambas manos Sofia.
Me volteo y Santos sigue parado ahí con gesto confuso viéndonos a las tres, mi hombre va solo con su pantalón y para colmo con el botón desabrochado.
—Chicas les presento a Santos Luzardo.—Digo sonriendo.
—Ah, Santos...—Dicen las dos al unisono. 
—Querido he escuchado tanto de ti que siento que te conozco.—Dice Beatriz haciéndonos reír a todos. 
—Espero que cosas buenas.—Dice Santos acercándose.
—Y muy..., buenas.—Dice Sofia.
—Te sorprenderías.—Completa Bea. 
—Calla. Ellas son Sofia Maxwell Flores y Beatriz Flores
—¿Me permites un momento?—Me dice Santos ahora sonrojado.
—Claro. —No encaminamos hasta el cuarto.
—Tengo que irme.—Dice haciendo pucheros.—Tengo que estar en el pueblo en unas horas. —Dice mientras se me acerca lentamente.
—¿Aja, y?—Digo cuando me tiene entre sus brazos. Baja su cabeza hasta mi oído y susurra en voz ronca. 
—Necesito mi camisa.—Y empieza a desabrochas los botones agonicamente lento.
Una vez que me la quita y estoy en ropa interior veo como su mirada se oscurece y yo con toda mi coquetería digo.
—Tienes que irte, y hay gente afuera.—Sonrío coqueta.

Santos se está terminando de poner los zapatos cuando pregunta.
—¿Fue con ellas que te vi la primera vez?
—Si.
—¿Desde cuando son amigas?—Pregunta interesado.
—Desde hace años... 
—Se ven agradables.—Dice sonriendo.—¿Qué exactamente le has dicho de mi?—Por ahí venia la cosa...
—Hmmm ¿Por qué debería decírtelo?—Pregunto mientras me siento en sus piernas y lo beso suavemente.
—Porque me amas, y a mi me pica la curiosidad.—Dice mientras me muerde el labio.


—Déjame pensarlo..., no.—Le digo.

La verdad es que ellas saben todo acerca de mi relación con Santos.
—Tenemos que hablar, de algo muy serio.—Me levanto pero el me vuelve a sentar, suspira pesadamente.
—No me asustes ¿Qué pasa?—Pregunto exasperado.
—Mi madre quiere conocerte.—Susurra bajando la cabeza.

¿Así fue como se sintió Santos cuando yo le conté que mi padre lo quería conocer?
—No te preocupes, no saldrá nada mal.—Trata de explicar pero yo no quiero escucharlo.—Amor, pasamos lo de tu papá esto será sencillo. Pan comido.—Yo lo miro, y se que no puedo armar ningún escándalo, eso sería injusto ya que él..., no formó uno tan grande.
—Bien.—Suspiro.
—Podemos hacerlo todos juntos.—Dice en un murmuro.—Tu padre, tus amigas en Altamira.—Sonríe.—En dos días.
—Te amo.—Le digo mientras le beso varias veces cortamente. 
—Te amo más.—Se levanta y me acuesta en la cama—No hay nada que me encantaría más que hacerte el amor ahora mismo, pero no daríamos una buena impresión.—Ríe y me suelta.
Salimos de la habitación y me encuentro con las miradas divertidas de Sofia y Beatriz. 
—Señoritas, ya habrá tiempo para que yo las conozca mejor.—Dice Santos sonriendo.
—Como no, Santos.—Dice Beatriz riendo.
—Adiós, abogado.—Dice Sofia.

Esperamos a que se vayan en silencio, cuando Santos se va más alejando con su caballo. 
Cuando me volteo veo a mis mejores amigas con las cejas levantadas.
—¿Qué?—Pregunto haciendo la de inocente.
—¿Qué es eso de andar por ahí en pelotas, Guaimarán?—Pregunta Sofia.
—En mi defensa estoy en mi casa.—Digo muy digna.
¡Pero que cuerpazo el que tiene Santos!—Ríe Beatriz haciendo que nosotras también riamos.
—¿Viste ese culo? ¡oh Dios!—Grita Sofia.
—Pero si estaba en pantalón.—Dije para defenderlo.
—Ya sabes que Sofia tiene ojos de rayos ultra visión.—Se burla Beatriz
—Ja-ja.—Se ríe sin ganas la mencionada.
—Ya cuenta, ¿como van las cosas con Santos?—Pregunta Bea.
—Como en una montaña rusa.—Al ver sus caras de confusión decido explicar.—Ayer casi terminamos...—Y empiezo a explicarle todo, desde la cena hasta ayer.
—¿¡Escaló por la ventana!?—Grito atónita Sofia.
—¡Como en los cuentos de hadas!—Dijo suspirando Beatriz.
Suspiro y niego con la cabeza, estás nunca cambiaran. 
—Bueno, lo que hicimos después no interesa.—Ruedo los ojos y veo sus sonrisas picaras, DESCARADAS.—Ahora me toca conocer a su madre.—El nudo en el estomago se forma otra vez.
—De seguro que será una mujer agradable.—Dice Sofia sonriendo.
—¿Y si es una de esas que te sacan los ojos por querer quitarle al hijo?—Dice Beatriz.
—No ayudan.—Digo entre dientes,
—Perdón.—Dicen al mismo tiempo.
—No tienes nada de que preocuparte, de lejos se nota que Santos te ama.—Dice sonriendo Beatriz.
—Eso no cambia nada, ayer casi nos dejamos.—Y al decir eso me duele.—No quiero imaginar si le caigo mal a su madre.
—Si le caes mal, se fugan a las vegas se casan y ya. Problema más que resuelto.—Dice Sofia.
—¡Es verdad!—Dice Beatriz asintiendo. 

Escuchamos que alguien entra pero no tengo ni la fuerza de voluntad para levantar la cabeza.
—¡Eustaquia!—Gritan aquellas dos y corren para abrazar a mi nana.
—Mis niñas.—Dice mi vieja al tiempo que las abraza.—Bárbarita, ¿como amaneciste?—Pregunta al tiempo que se acerca a mi.
—Eh tenido días mejores.—Digo tratando de sonreír.
—Ya me contarás...—Dice asintiendo.—¿Qué desean comer? Pues me imagino que la señorita aquí no les ha ofrecido nada.
—Ni agua, Eustaquia.—Dice burlona Sofia.
Después de que Eustaquia nos trajera el desayuno decidimos pasear por el pueblo como hacíamos siempre que ellas venían.






Nos sentamos en un café entre risas escuchamos las locuras de Sofía.
—¿Oye Santos tiene un hermano, cierto?—Pregunta cuando nos traen el café yo asiento.
—Si, entre cuarenta y cuarenta y tres.—Digo pensando en Felix.
—Últimamente estás como un poco perraca, Sof.
—¿Qué paso con el guapo argentino?—Pregunto extrañada.
—Pues se acabo, reinas. 
—Pero ¿no decías que gritabas «¡Viva Argentina!» cuando te hacía el amor? —insistí
—Lo gritaba, pero ya no lo grito. Y quiero gritar de nuevo «¡Viva Argentina!», «¡Viva Perú!», «¡Viva México!», «¡Viva Italia!» o «¡Viva España!», porque me gusta el sexo, es sano y a mi cutis le sienta requetebién.
Las tres reímos divertidas por eso. 
—Por lo que veo nuestra Bárbara grita mucho eso de «¡Viva Perú!»—Dice Beatriz. Nuevamente una oleada de risas se apodera de nosotras. 
—¡Pero es que el doctor está como quiere!—Dice Sofía 
Hablamos unos minutos más acerca de Santos y lo bueno que está hasta que Sofía con gesto serio pregunta.
—¿Y que es de la vida de Asdrubal?—Yo suspiro pesadamente, Beatriz resopla, desde los inicio de mi relación con el nunca llevaron buenas migas.
—Ese es otro cantar.—Digo mirando mi café pensativa.—No lo he visto desde que él y Santos armaron el escándalo de la pelea.
—Ódiame, Beatriz pero, el profe también tiene lo suyo.—Dice Sofía
—Es un cabrón.—Gruñe Beatriz frunciendo el ceño.
—Es un cabrón muy sexy.—Dice la otra sin prestarle atención.
Entonces Beatriz aplaude como si hubiese caído en cuenta de algo importante y mirándonos a las dos sonriendo exclama.
—¡Hay que salir!—Y con ojos suplicante dice—Como en los viejos tiempo.—Pone morritos.
—Oí que abrieron un nuevo local de salsa.—Dice Sofía de pronto.—Vamos, Guaimarán.
—No lo sé.—Digo sin más.
—¡VAMOS!—Exclaman las dos.
—¿O tienes que pedir permiso a Papi Santos.
—Ja.ja, que graciosa, Sofía.—Digo sin animo.—Claro que iremos. 


De repente el anteriormente nombrado aparece en mi campo de visión, Santos viene caminando hacia nosotras, me pierdo en su mirada seria, esos ojos marrones que me miran y esa sonrisa que hace que se me ponga la piel de gallina. Las chicas al ver que estoy embobada mirando hacia un punto callan y buscan esa dirección al ver a Santos, primero se ven ellas y luego a mi con una sonrisa cómplice.
—Papi, llegó.—Canturrea Beatriz. 
Yo la miro con reproche, cuando Santos llega a mi altura me besa y saluda a las dos mujeres que lo ven con picardia. 
—Señoritas.—Saluda él con su típica sonrisa moja bragas. 
—Doctor, otro encuentro que gustazo.—Sonríe Beatriz. Pongo los ojos en blanco.
—Siéntate, Santos.—Sofía sonríe con maldad.—Nos encontrábamos hablando sobre salir ¿Le das permiso?—Sonríe y yo ahora la quiero matar.
Pa matarla.
Santos me mira frunciendo el ceño, no le gusta la idea de que yo salga sin él de guachimán. 
—Antes de que digas nada, solo chicas.—Dice Beatriz antes que Santos.
Santos me ve con la ceja alzada esperando a que yo diga algo que no diré.
Guapo, iré, con o sin tu consentimiento.
—Bien. Aunque eso de ''Solo chicas'' Me ofende.—Dice sonriendo. 
—Te dije que Papi Santos te dejaría.—Dice Sofía Santos casi se atraganta con el agua.
—¿¡Papi Santos!?—Pregunta al borde de la risa.
Yo me encojo de hombros sonriendo, Santos se muerde el labio para evitar reírse.
Hablamos sobre muchas cosas, ellas les cuentas donde trabajan, como nos conocimos, y viceversa. 
—Sofía, ¿me acompañas un momento al baño?—Pregunta mirando a Sofía.
—¿No acabas de ir?—Pregunta Sofía sin voltear a ver a Beatriz que resopla. 
—¡Muévete!—Le dice tirando del brazo de esta, cuando desaparecen del campo de visión Santos y yo reímos. 
—¿Qué es eso de ''Papi, Santos''—Pregunta cuando ya nos hemos repuesto de las risas. 
—Pues al parecer..., eres un poco—Mucho— Protector, por eso el apelativo, abogado.
Santos gira la silla en la que estoy sentada y me mira fijo. 
—¿A donde irán?—Pregunta serio.
Me encojo de hombros, porque realmente no lo sé.
—Está en discusión.—Digo y le doy un pico. 
—Mañana, te quiero solo para mi. Y eso no está en discusión.—Responde sonriendo. 
—Como usted ordene, amo.—Me mofo de él. 
—Te mereces un buen azote.—Dice mientras se acerca a mi, yo rió escandalizada. Santos me besa feroz, su lengua invade mi boca y empieza a curiosear, le muerdo el labio inferior a Santos, y él suelta un gemido. Nos separamos para tomar aire.


Y nos separamos justo a tiempo porque cuando veo que Santos va a decir algo a parecen las chicas. 
—Intervención.—Dice Sofia.—Lo lamento, Luzardo, pero ahora Bárbara es solo nuestra.
—Bien, pero mañana es solo mía.—Dice con la mirada fija en mi. 
¿Desde cuando todo el mundo puede disponer de mi tiempo?

-----
Estamos en la hacienda, Eustaquia creo que salió porque estamos solas. Estas dos dementes están como locas por arreglarse, salen disparadas a sus habitaciones y de ahí salen con sus maletas nuevamente para luego meterse en la mía ¡La mía!

Dos horas y mucho maquillaje después...
Las tres estábamos impecablemente vestidas. Sofia lucia un vestido corto escarchado gris, que resaltaba sus curvas, mientras Beatriz lucía un modelito igual que brillozo pero en azul rey. Yo, uno rojo. Me obligaron, a penas y me tapa el culo. Conozco a cierto doctor gruñón que pegará grito al cielo... ¡ME VOY A DIVERTIR!
—Venga que estamos divinas.—Grito divertida Beatriz.
Después de hacernos fotos, con caras graciosas, salimos.

Como se que aquellas dos conducen como gallinas me puse yo al volante, claro después de burlarme de ellas cuando negaron mi petición en irnos a caballo...

Estacione a unas calles del local, y bajamos. Desde esa acera de escuchaba la canción de Orishas Nací orishas.
Yo nací Orishas en el underground, 
oye si de cayo hueso si tu bare. 
Yo nací Orishas en el underground, 
oye si de cayo hueso si tu bare. 
Yo nací Orishas en el underground, 
oye si de cayo hueso si tu bare. 

Beatriz gritó contenta, Sofia empezó a contonearse y a cantar, amo a estas dementes. 
Llegamos y al entras nos encontramos con un club enorme, luces de colores alegraban el lugar, sus paredes vestidas de un rojo pasión, sillones de cuero vino tinto y blanco y ron, mucho ron. La gente bailaba salsa, y otros se quedaban sentados moviendo las cabezas y los hombros, Sofia nos arrastró hasta la pista. 
Empezó a sonar Guantanamera de la fabulosa Celia Cruz y todos gritamos.
—¡Azúcar!
Guajira guantanamera 
Yo soy un hombre sincero
De donde crecen las palmas.
Yo soy un hombre sincero
De donde crecen las palmas.
Y antes de morir yo quiero
Cantar mis versos del alma. 
Guantanamera



Después de rechazar varias invitaciones para bailar las cuatro continuamos con nuestro baile.
Minutos después, ya sudada y sedienta fui hasta la barra, cuando de pronto oí una voz que me hizo cortar la respiración.
—No deberías beber.—Dijo lo mismo que cuando nos conocimos. Recordé que fue lo que le dije.
—¿A qué ha venido eso?—Preguntó dándome la vuelta.
Y ahí estaba él, tan guapo vestido con un par de pantalones vaqueros y una camisa azul de los maravillosos Beatles.
—¿Cuántos años tienes?—Pregunta divertido. 
—Los suficiente para estar aquí.—Ambos sonreímos abiertamente. 
No lo creo.
El local es muy grande, puedo pedir una copa en el otro extremo de la barra.
El camarero trae mi bebida y Santos la toma en sus manos, luego se acerca a mi y con esa mirada oscura de deseo lentamente coloca la copa en mis labios y vierte el liquido en ellos, yo trago negando soltar un gemido, Santos gruñe y pone la copa en la barra. Con ambas manos coge de mi cintura y me sitúa entre la barra y su cuerpo y en un brusco pero delicado movimiento introduce su lengua en mi boca.



Si vas a beber, vas a hacerlo conmigo—Dice sonriendo cuando nos separamos. 
Dios, este hombre me va a matar de un paro cardíaco un día de estos.
—Dios, mujer...¿Acaso quieres matarme?—Me mira de arriba abajo.
—¿No te gusta?—Pregunto con sorna. 
Santos me mira de arriba a bajo toma mi copa y se la bebe de un trago.
—A todo esto..¿Qué haces aquí?—Le pregunto mirándolo fijamente, soy consiente de las miradas que le lanzan las mujeres que nos rodean... ¿Qué tal se vería Santos con un letrero en la frente en verde fosforescente que diga ¡MÍO!?
—Vine con los muchachos, y entonces te vi. Con ese vestido que deja a la imaginación muchas cosas y que expone lo que es mío.—Dice con una sonrisa sin humor. 
—Ya tu sabes mi amol.
¿Acaso dije lo que dice? Debo de dejar de tomar mojitos.
Santos me mira boquiabierto, presiento que está divertido. 
—¿Los abogados bailan?—Pregunto mimosa.
—Se nos da bastante bien.—Dije seguro de si mismo.
—Desmuestralo. 
Santos me conduce a la pista cuando empieza a sonar Lamento Borincano.



Empezamos a contonearnos por el lugar. Admito que el ''Doctor gruñón'' sabe bailar, estamos pegados cuerpo con cuerpo, aun con tacones no le llego ni a la nariz, como empiece con eso de taponcete, fue lo último que hizo.


Cuando la canción agarró su fuerza quede impactada cuando Santos empezó a bailar como un experto, yo puse de todo mi conocimiento como bailarina para seguirle, el pasito que nos dimo llamo la atención de todos que nos miraban sonrientes.
—¿Te conté alguna vez que mis raíces son de Puerto Rico?—Preguntó sonriente.
—Obviaste ese detalle.—Dije entre risas.  
Me besa el cuello y me mira picarón. 
—Solo espero que mañana no tengas resaca, porque igualmente te llevaré arrastras.—Dice riendo.
—Si, capitán. 
—Te amo.—Me dice en un susurro.
—Te amo más. 


Después de varios acurrumacos y besos, las chicas me pidieron irnos, me despedí de él con un dolor en el corazón.
—Buscaré a los muchachos y nos iremos.
—Adiós.—Le beso suavemente. 
Ya son las dos y cuarenta y la verdad estoy cansada. 
Llegamos a casa y las tres nos tiramos en mi cama, como en los viejos tiempo. 
Beatriz se levanta y cuando vuelve trae una botella de ron y tres copas. 
—Brindemos por...¡El salseo de Bárbara y Santos!—Grita.
Las tres brindamos y reímos. 
—Que pena me da saberte tan triste y tan solo, después de volar tan alto, que duros es caer...—Empezó a cantar Beatriz mientras se dejaba caer a la cama.
—No te puedes quejar la vida te ha dado de todo tuviste cariño de sobra y lo echaste a perder.—Sigue Sofia.
—Que sorpresa nos brinda el destino tu te fuiste a encontrar otro nido, hoy regresas buscando un abrigo, que no te daré—Canté yo. Entonces las tres nos miramos sonriendo y cantamos a pleno pulmón.
MÍRAME, NO SOY LA MISMA DE ANTES ESTA SONRISA ES POR ALGUIEN QUE QUIERO A MORIR. MÍRAME ES UN PLACER SALUDARTE HOY QUE TU VIDA ES TAN TRISTE Y YO TAN FELIZ

En algún lugar después de cantarnos la canción entre trago y trago nos quedamos dormidas.

Me desperté a eso de las once, gracias a todos los santos que no tenía resaca, Sofia y Beatriz estaban a ambos lados de mí profundamente dormidas. 

Me levanté perezosa, me metí en el baño antes de tener una cita con mi taza de café. 
Eustaquia me obligó a comer un desayuno nutritivo antes de decirme que algo me estaba esperando en el despacho.
Cuando acabe me levanté y fui hasta aya, al abrir la puerta me encontré con un enorme ramo de rosas y una notas. 


''¿Preparada para hoy?'' 




Una chispa de emoción se encendió y extendió por todo mi ser.