lunes, 18 de mayo de 2015

Capítulo 8.




Bárbara leyó la nota embobada ¿Qué tramaría el abogado?
Guardó la nota en un cajón y fue a despertar a las chicas.


Santos se encontraba en su despacho hablaba con su hermano mayor, sobre cosas sin importancias, Felix lo miraba risueño. 
—A ver, ¿y tu que tanto me miras?—Preguntó Santos.
—Te vez..., diferente.—Dijo Felix sin dar muchas explicaciones.—Risueño, alegre..., enamorado.
Santos suspiró dando vueltas en la silla sonriendo.
—Sip, el amor.—Dijo feliz.
—¿¡Se puede saber porque coño están encerrados aquí!?—Gritó Gonzalo—Les recuerdo que tenemos un día agitado.—Abrió la puerta del despacho con fuerza.
—Gonzalo, cariño, relajate.—Se burló Santos.
—Alguien no folló ayer.—Dijo riendo Felix.
—¿Como que no? Pero si ayer no querías parar.—Sonrió este. 
—Es que la tienes tan corta que ni siquiera me satisfaces.—Santos los miraba divertidos.
—¡Pues buscate un africano, goloso!—Grito Gonzalo.
—Ya, ya niñas, dejen de pelear.—Intervino Santos. 
¿¡Por qué todos están aquí y no en la cocina atendiéndome!?—Grito desde la puerta Antonio.
—Casilda salió y no me dejó comida—Dijo Gonzalo haciendo pucheros.
—Pues, señores... Esto se convierte en Los Juegos del Hambre, porque yo a una cocina no me meto.—Dijo Santos levantando ambas manos
—Ves, para esto necesitamos a una mujer en casa, para que no tenga el desayuno, almuerzo y cena lista.—Dijo refunfuñado Felix.
—Machista.—Dijo en tono de mujer Gonzalo.—Santos, llama a Bárbara..., te apuesto que la fiera sabe cocinar.
—No llamaré a Bárbara solo para que te venga a llenar el estomago.
—¡NO ME AMAS!—Gritó Gonzalo.
Felix cogió su teléfono y en su buscador de Internet buscó ''¿Como hacer panqueques?''
—Ten.—Le tendió el teléfono a Santos.—Sigue estos pasos y haznos panqueques.
—¿¡Y yo por qué!?—Preguntó Santos abriendo los ojos exageradamente.
—Pues verás, esta entre tú y Gonzalo.—Dijo Antonio. Felix levantó las manos.
—Tu elijes.—Lo retó Gonzalo.
Santos se levantó y fue a la cocina murmurando maldiciones. Tomo el teléfono y empezó a leer.
La misión de hoy es bastante clara: Aprenderemos como hacer panqueques.—Já fácil. Pensó SantosComo siempre veremos la receta paso a paso, desde los ingredientes hasta el delicioso final.
Además, en esta versión renovada agregamos un paso adicional, les mostraremos como hacer un doblez distinto al enrollamiento clásico de los panqueques, para que puedan hacer una presentación más fina y sorprender a todos :D 
¿¡Qué!?Dijo Santos leyendo otra vez el teléfono.
Busco lo que en el teléfono se le pedía.
  • 2 Tazas de harina sin polvos de hornear.
  • 2 Tazas de leche (a temperatura ambiente).
  • 4 Huevos.
  • Una pizca de sal.
  • Unas gotitas de aceite.
  • Un par de gotas de extracto de vainilla.
  • Azúcar Flor (Opcional)
  • Para el relleno, podemos usar manjar (dulce de leche), mermelada, Maple Syrup, miel, etc
Santos soltó un gemido de lamentación. 
Busco lo siguiente.
  • Sartén Bajo.
  • Batidora.
  • Bol.
  • Espátula.
  • Cucharón.
  • Cucharita.
  • Cuchillo.
Cuando lo tenía todo en la mesa soltó un suspiro, Felix venía junto Gonzalo y Antonio que disfrutaron de la vista de Santos cocinando. 
—Que bello.—Grito Antonio.
—Calla, después de leer esto te darán ganas de casarte.—Dijo Santos concentrado en el teléfono.

1.- Ponemos los huevos en el bol y batimos hasta que queden completamente disueltos. Debemos tener cuidado de que el batido sea por poco tiempo para que no espesen. 

Santos puso cuatro huevos enteros en el bol y los batió.
—Santos, creo que hay que romper los huevos.—Sugirió Felix. 
—Esto me esta rompiendo los míos.—Dijo Santos sacando los huevos y rompiéndolos.—¿Con todo y cascaras?—Preguntó.

—¿Y yo soy mujer para decir?—Dijo Felix.
—Mis sobrinas no le ponen la cascara.—Dijo Antonio.
—Bien, sin cascaras.—Dijo Santos batiendo. 

2.- Agregamos la leche, harina y sal a los huevos y batimos todo junto hasta formar una mezcla homogénea.
¿Pero qué es una mezcla homo-homo...?

Santos tomó lo que decía la receta.
—Pasame la harina.—Le dijo a Felix. Este se la paso. 
Cuando iba a batir lo hizo con demasiada fuerza que hizo un reguero en el mesón Santos y Felix empezaron a reír. 

3.- Una vez lista la mezcla agregamos la esencia de vainilla y unas gotas de aceite. Luego volvemos a batir para incorporar todo.
*El aceite es para evitar que los panqueques se peguen al sartén al momento de cocinarlos*
Santos hizo lo que se le decía con cuidado, puso el sartén a precalentar como decía la receta pero en un movimiento el teléfono de Felix cayó en la mezcla, Santos abrió la boca sorprendido mientras que Gonzalo y Antonio partían en risa, Felix apretó los puños a su costado.
—¡Mi teléfono, animal!—Gritó.

Gonzalo metió la mano en la mezcla y lo sacó.
—¡Vive!—Gritó con la sonrisa en la boca. Felix tomó el molde en sus manos y le echó una buena cantidad a su hermano en la cabeza, luego hizo lo mismo con los otros dos aprovechando que estaban distraídos riendo.
—¡Oye!—Gritaron los dos cubiertos de esa masa viscosa.
Antonio tomó dos huevos y se los tiró a Felix y a Santos, este último tomo la harina y la lanzaba la aire regando a los cuatro por completo, empezaron a jugar como cuando eran niños y no les importaba nada. Hasta que escucharon un fuerte gruñido proveniente de la garganta de Casilda. La mujer estaba detrás de ellos con los brazos un jarras y su ceño fruncido hasta más no poder.
—¡FUERA DE MI COCINA!—Gritó. Los cuatro corrieron como gallinas asustados. Al llegar a la sala empezaron a reír como locos. 
—Dios, creo que se molestó.—Dijo Santos aun riendo
—¿Tu dices?—Dijo Antonio de igual forma.
—Estuviera mamá aquí, y ya estuviéramos todos limpiando eso con cepillos de dientes.—Dijo Felix.
—Bueno, niños vamos a ponernos en acción, el día de hoy será agitadito.
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Felix Luzardo, al igual que su hermano y su padre es un abogado famoso de la capital. Felix estaba en el pueblo comprando unas cosas para su hermano cuando vio a una mujer salir de la librería del pueblo. Era alta blanca y con ojos azules, su cabello negro le caía rebelde por su espalda con rizos, fue hasta ella olvidándose de todo.

—¿Qué tengo qué hacer para tener un cita contigo?—Preguntó el recostándose de la pared interrumpiendo su paso.
—Desaparecer de mi vista.—Respondió cortante. 
—No puedo, ya que perdería mi cita.—Dijo el sonriendo sin humor.
—Solo a usted se le ocurre creer que yo tendré una cita con alguien como tú.—Dijo la joven
—Eres la primera que lo dices.—Dijo sonriendo esta vez divertido.—Nos volveremos a encontrar y espero tener una cita contigo.—Dijo caminando hacia el frente. 
—Cretino.—Dijo Sofia retomando su curso.

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Bárbara y Beatriz estaban en el bar del pueblo.
—Así que el doctor te dejó un ramo de rosas...—Dijo Beatriz suspirando.
—Como lo oyes.—Dijo Bárbara sonrojándose.
Su conversación fue interrumpida cuando Bárbara quedó viendo matadoramente a alguien que acababa de salir, Beatriz dirigió su mirada a la misma persona pero no la reconoció.
—Bárbara ¿Quien es?—Preguntó rápidamente antes de que su amiga hiciera una escena.
—La ex de Santos.—Dijo entre dientes.
—¿La que te golpeo? Esa zorra..—Dijo entre dientes ahora Beatriz.
Luisana se dio cuenta de la presencia de Bárbara y sonrió cinicamente y fue hasta ella.
—¡Bárbara querida!—Dijo al llegar.
—Luisana.
—Vaya, Santos tiene razón..., a veces eres tan seca.—Dijo haciendo que Bárbara cayera en la trampa.
—¿Santos?—Preguntó ella.
—Si, anoche estuvimos en el club de salsa.—Dijo sonriendo abiertamente—Gran bailarín.
—Tienes razón, baila excelente.
—Y no es lo único.
Bárbara rodó la silla para pararse pero Beatriz le tomó del brazo.
—No vale la pena.—Le murmuró.
—Hazle caso a la ordinaria de tu amiga.—Dijo Luisana.
—No vale la pena que te ensucies las manos en una rata asquerosa..., tú.—Dijo viéndola con picardía Bárbara sonrió—Pero yo, no tengo nada con Santos. Así que, con su permiso.—Beatriz tomó su jarra de jugo de naranja y roció todo el liquido en el cuerpo de Luisana, que al sentir el frío y pegajoso jugo en su cuerpo gritó haciendo que todos voltearan la vista hacia ellas. 
—Esto estará en Internet—Dijo Bárbara con su celular en mano. 
—Zorras.—Dijo Luisana corriendo para su habitación.
—Creo que se enojo.—Dijo Bárbara riendo con Beatriz. 
—Se lo merece por andar hablando cosas que no son.—Dijo Beatriz segura.

Santos venía entrando en el bar cuando sintió que su piel se erizaba, eso significaba una cosa. Bárbara estaba cerca.
Revisó el lugar con su mirada y en efecto la encontró con Beatriz. 
Beatriz era una agente policial de alto rango, aunque su cuerpo menudo diga lo contrario, sabia como defenderse.
Santos le guiño el ojo a Bárbara cuando ambos conectaron su mirada. Santos fue hasta su mesa y vio un reguero de jugo en el piso.
—¿A quien se le calló el jugo?—Preguntó mirando el suelo.
—Emm..., eso no importa.—Dijo Beatriz.
—Como están, hermosas damas.—Saludo Santos controlándose para no lansarsele a Bárbara y comérsela a besos.
—Santos.—Saludaron ambas.
—Mira la hora que es y Sofia no llega..., iré a buscarla.—Dijo Beatriz incomoda por la miradas que estos se lanzaban. 
—Si, ve.—Susurró Bárbara.
—En 10 minutos estamos aquí—Dijo Beatriz divertida. 
Cuando salió del bar se Santos se sentó y contempló a Bárbara embobado. Bárbara vio la mirada que este le lanzaba y frunció el ceño recordando algo, Santos levantó la ceja interrogativamente.
—¿Estuviste con Luisana en el bar ayer?—Preguntó Bárbara sorprendiéndolo
—No.—Dijo Santos negando con la cabeza.
—Eso no fue lo que ella dijo.—Dijo Bárbara bebiendo jugo del vaso.
—Estuviste conmigo.
—Me fui antes.—Bárbara miró a los ojos a Santos y vio que no estaba mintiendo.
—Bárbara...
—Te creo.—Santos la miró extraño—Tu mirada. Aprendí a leerla, si dices que no estabas con ella, pondré mis manos en el fuego por usted, señor Luzardo.—Dijo Bárbara sonriendo.
Santos exhaló aire dramáticamente.
—¿Qué tramas para hoy?
—Hacerte sentir amada y demostrártelo.
—Santos..., una pista.—Rogó. Santos se levantó de su silla y fue hasta la que estaba a su lado. 
—Mi pista..., te amo.—Dijo besando a Bárbara delicadamente sin importar quien los viera.


No entendí tu pista.—Dijo Bárbara embobada, Santos sonrió y repitió el beso, que pudo haber sido más duradero si un carraspeo proveniente de la garganta de Felix los hubiese separados.
—Cuñada—Asintió a Bárbara.—Subnormal, es para avisarte que ya me voy.—Le hizo una seña a Santos
—Bien, yo... no tardo.—Dijo incomodo. 
—Adiós, Doña.—Le guiñó el ojo a Bárbara.
—Oye, te tengo que mostrar algo.—Dijo Bárbara recordando el vídeo.
—Mandamelo por mensaje.—Grito desde la puerta.
—Llámame cotilla pero, ¿Qué le tienes que enseñar?
—El vídeo de Luisana.
—¿Qué vídeo?—Preguntó Santos viéndola con los ojos entrecerrados. 
—No vas a querer verlo...
—Bárbara...—Dijo en tono que no admite discusión. 
Bárbara sacó su teléfono y buscó el vídeo, y se lo puso a Santos. 
En el vídeo se mostraba claramente como Beatriz le derramaba el jugo a Luisana y esta se despedía con un ''Zorras''.
El rostro de Santos era una estatua.
—No sé si reír o sentir rabia.—Dijo Santos con el teléfono aún en mano.
—Doctor, yo creo que debe darme un beso.—Dijo Bárbara sonriendo.
—Como usted mande, mi reina.—Santos la volvió a besar.
Cuando se separaron ambos estaban jadeantes. 
—Vez eso si es un beso francés.—Le dijo Beatriz a Sofia, que llevaban hay unos minutos, Bárbara y Santos se miraron sonrojados. 
—Sin duda alguna, yo quiero un Santos de bolsillos para llevar.—Susurró Sofia.
Los cuatros rieron por las ocurrencias de Beatriz y Sofia. 
—Bueno tengo que dejarlas, pasaré por ti a las seis. 
—Espera.—Dijo deteniéndolo a mitad de camino—¿Como debo ir?—Preguntó 
—Ellas sabrán.—Dijo tocando los hombros de las chicas que se miraban sin comprender.
Santos salió del bar corriendo, tenía poco tiempo. 
Sofia recordó el incidente de más temprano y suspiró enfadada, ese tipo era un grano en el culo y esperaba no volver a verlo. 
—Un sujeto vino hoy hacia mi queriendo una cita, un tipejo egocéntrico de lo peor.—Dijo ella frunciendo el ceño
—¿Y qué tan bueno estaba?—Preguntó Beatriz.
—¿Del uno al diez?...Un diez.—Dijo mordiéndose el labio.—Pero ni que estuviéramos hablando de James Franco, no, igual es un extraño. Yo no salgo con extraños.
—¿Ni siquiera James?—Preguntó Beatriz divertida. 
—Ni siquiera.—Dijo Sofia. 

Bárbara las observaba divertida. Tomo su teléfono y le mandó un mensaje por WhatsApp a Felix.

-Cuñadito, te dejó este vídeo de tu linda amiga Luisana.
Pulso enviar y envió el vídeo.
-¡ERES LA MEJOR CUÑADA DEL MUNDO!
La respuesta de este fue rápida. 
Del otro lado de la pantalla Felix estaba con Antonio y Gonzalo riendo por el vídeo.
—Se lo merece.—Dijo Antonio. 
—Repitelo.—Dijo Gonzalo.
Felix lo hizo y de nuevo una oleada de carcajadas, pero Gonzalo no rió sino se quedó viendo a la mujer que aparecía en el vídeo, esa la que le tiraba el jugo. 
-¿Soy tu favorita?
Fue la respuesta de Bárbara, Felix rió por lo bajo
-Si.
-Me siento amada.
Felix rió por las ocurrencias de Bárbara, aunque tuvo que admitir que el próximo mensaje no lo supo responder bien. 
-Cuñadito, tu sabes que te quiero ¿verdad? Así que como yo te quiero y tu a mi también..., ¿Por qué no mejor me dices qué trama tu hermanito?
-Cuñadita hermosa, te adoro porque eres la única que le puedes patear el trasero al idiota de mi hermanito, pero... no sé de que me hablas.
-Últimamente estoy sintiendo más amor por Gonzalo.
-¿Es broma, verdad?
-¡Bárbara!
-Ok, no respondas.
Y esa fue toda la conversación de Bárbara y Felix. 
Bárbara estaba en el Miedo, en un desastre de ropa, en su cuarto estaba Eustaquia, Beatriz y Sofia que eran las encargadas de elegir el vestido que esta se pondría, Bárbara ya estaba harta de cambiarse una, y otra y otra vez. Así que estaba por darse vencida cuando vio entra la ropa un vestido que había olvidado por completo, un de encaje rojo. 
Lo tomó entre sus manos y sin pensarlo dos veces se lo puso. Le quedó perfecto, cuando salio del cuarto las tres mujeres dieron su aprobación, y Bárbara empezó a arreglarse, se tomó si tiempo en la tina, tomó una copa de champagne y en el radio de afuera se escuchaba la melodía de Marc Anthony Te lo pido por favor


Donde estés hoy y siempre, yo te llevo conmigo necesito cuidados, necesito de ti, si me voy donde vaya yo te llevo conmigo, no me dejes ir solo necesito de ti Tu me sabes bien cuidar, tu me sabes bien guiar todo lo haces muy bien 
            tu, ser muy buena es tu virtud, como te voy pagar todo lo que haces por mi, todo lo feliz que soy todo este inmenso amor 
solamente con mi vida, ten mi vida te la doy,  
pero no me dejes nunca, nunca, nunca,  te lo pido por favor.                                      

Bárbara empezó a tararear la canción mientras pensaba en Santos, en su Santos. 
Cuando salió de la tina, empezó a maquillarse, algo sencillo nada escandaloso, luego se peino, un moño de lado dejando unos que otros de sus risos sueltos y por último se vistió. 
Acompañó su vestido con unos zapatos negros con escarchas de tacón, respiró profundo ya que tenía un nudo en el estomago imposible de quitar.
Sofia y Beatriz miraban a Bárbara encantadas. 
—Si yo fuera hombre ya me dolieran los huevos de solo verte.—Dijo Sofia, haciendo que Bárbara y Beatriz rieran.
—¿Gracias?
Veinte minutos después, Santos llegó hasta el Miedo, preguntó a Eustaquia por Bárbara.
—Aun esta en su cuarto, mi niño. Si la vieras una muñequita. 
—Ella ya lo es, Eustaquia.
—No me digas que le pedirás matrimonio—Dijo Eustaquia emocionada.
—No, la verdad es que no..., si lo hago mi madre me mataría por no haber estado presente.
—Tu madre, y el padre de Bárbara.—Ambos rieron.
—¿Cuando llega el señor de la casa?—Preguntó nervioso.
—Hace rato llamó, dice que se le presentó algo y llegará mañana en la mañana.—Eustaquia se encongio de hombros. 
—Bueno, Eustaquia te esperó mañana en mi hacienda para cenar.
—No, señor. Yo de aquí no salgo.
—No aguanto discusiones, te vienes o si no yo te vendré a buscar.—Dijo Santos divertido. 
—Yo no estoy para eso.—Discutió.
—Tu no estas para aguantar las locuras de Bárbara y mírate de alcahueta.—Dijo Santos riendo con ella.—Anda, vente un rato. 
—Esta bien, solo porque eres tu.—Dijo Eustaquia rodando los ojos.
Ambos quedaron en silencio al ver a Bárbara salir de cuarto, Santos quedó embobado con la boca abierta, Bárbara realmente se veía hermosa, como siempre. Pero esta noche se veía espectacular, y para colmo de rojo, Santos respiró hondo tratando de controlar lo que estaba creciendo en su entrepierna.


—Te vez..., sin comentarios.—Dijo embobado. Bárbara también lo miraba enamorada.
Santos llevaba un traje de pantalón negro con una camisa blanca y chaleco gris. 
Perfecto<Pensó Bárbara.
—Bueno, nosotros nos vamos.—Dijo Santos sin apartar la vista de Bárbara.
—Adiós.—Se despidió Bárbara de Eustaquia.—Que las chicas no me quemen la hacienda.

Cuando estuvieron afuera Santos la besó pausadamente.
—Te vez como una diosa, mi fiera.—Dijo el enamorado.
—Tu igual, abogado de poca fé.
—Antes de irnos.—Santos sacó un pañuelo de seda de su bolsillo, Bárbara lo miró sin comprender.
—Te taparé los ojos para así darle más misterio.—Dijo Santos divertido.
—¿Pero..?—Bárbara trató de oponerse pero Santos ya le había puesto el pañuelo en los ojos.—¡AH!—Gritó cuando Santos la cargó y empezó a caminar con ella. Luego la montó en la camioneta, el se sentó en su puesto y arrancaron. 
Unos diez minutos después Santos estacionó la camioneta y respiró profundo. Fue hasta la puerta y la abrió, la ayudó a bajar y quitó el pañuelo de los ojos de Bárbara. Esta al ver el lugar en donde estaba y como estaba abrió la boca sorprendida mientras sus ojos se humedecían
—¿Te gusta?—Le preguntó Santos.
—¡Me encanta!—Dijo viéndolo con amor.
—Todo esto es poco para lo que te mereces, amor.—Dijo Santos dejándose besar.