domingo, 8 de febrero de 2015

Capítulo 6.


Bárbara tiene el rostro llenó de preocupación y me regaño mentalmente por haber sido tan brusco, pero ¿Una cena con su padre mañana? Dios.
—Si te sirve de consuelo, invité a Gonzalo, Antonio y a Felix.—Trata de explicarse. 
La veo tan frágil que se me arruga el corazón, me acuesto otra vez y la abrazo.
—Estaré encantado de conocer a tu padre.—Le beso la cabeza con amor.
—Si no quieres venir lo entiendo, no quiero que tengas esa presión.—Dice, pero yo quiero conocerlo.
—Estaríamos postergando algo que pasará en el futuro, Bárbara.—Le digo perdiéndome en el azul de sus ojos. 


—Bien, entonces..., ¿Solo ustedes tres verdad?—Pregunta levantando la ceja. 
—Jajaja, ¿Estás celosa de Luisana?—Pregunto entre risas.
—No, digo..., la impresión de mi padre al enterarse de que tu novia vive en la misma casa que tu, no le sentaría bien.—De repente me pongo tenso.
—Es la segunda vez que dices que es mi novia, tu eres la única, mi única novia.—Le dio y la beso.
Aun sigo preocupado por lo de que ella peleara con Luisana, tiene una ceja amoratada seguramente por el anillo que traía Luisana, aunque la otra no está mejor. 
Bárbara tiene que tener un buen gancho porque la pobre tenía labio y ceja rotas. 

Aunque ahora que se la verdad quiero matar a Luisana. 

Flash-Back.

Salgo de la camioneta y diviso a Carmelito, María Nieves y a Pajarote. Mis peones.
Me les acerco y logro escuchar algo de su conversación.
—Qué si, Bárbara y la novia del patrón se agarraron a pelear a mitad del pueblo.—Dice Pajarote.—Si no me creen pueden ir y ver a la señorita de la capital hay adentro está.—Se encoge de hombros.

¿Qué carajos?
Corro hasta la casa, sin hacerles caso que preocupados me gritan si necesito ayuda, me encuentro a Luisana en mi habitación llorando, ella al verme sonríe pero no deja de llorar.
—¡Ella me pegó, Santos!—Solloza.—Me amenazó, me dijo que me fuera. Y como yo dije que no, me pegó.—No puedo creerlo, Bárbara jamás haría algo así..., si no la provocan.—Es una salvaje.
—Mira Luisana, algo le habrás echo para conseguir sacarlas de sus casillas.—Digo sintiendo lastima al verla ahí tirada en el suelo llorando. La ayudo a levantarse y la siento a mi lado en la cama.—Ve a donde Casilda, dile que te de algo para limpiar esas heridas.—Digo viéndolas, no son profundas, ni graves.—Van a desaparecer en unos días.
—Santos..., yo aún te amo.—Se me acerca más y eso me enfurece.
—Yo nunca sentí nada por ti Luisana, tu te empeñaste a pensar cosas que no eran..., lo nuestro solo era sexo.—Y sin decir nada me levanto y salgo de la habitación, necesito una explicación y Bárbara me la dará.

Fin del Flash-Back

Bárbara y yo nos vestimos, pues su padre no tardará en llegar y no quiere que me conozca de esta forma. Me despido de mi amor con un beso.
—Te amo.—Le digo entre ese apasionado beso.
—Te amo.—Me responde.
—¿Sabes que eres muy importante para mi?—Le digo, quiero que lo sepa.
—Y tu para mi. Siempre.—Me vuelve a besar.

Me monto en el caballo y me voy. En el camino pienso en el cambio que está tomando mi vida, siento terror que un día despierte y nada de esto sea verdad, que un día ella se canse de mi, no lo soportaría. 

Son las cuatro de la tarde, llego a Altamira sin que nadie me vea, entro en el despacho y marco en mi teléfono un número, espero que me contesten y pocos segundo después la cálida voz de mi madre resuena en el auricular.
—¿Santos? ¿Eres tú hijo mío?—Pregunta y se que está sonriendo.
—Hola, mamá.—Digo sonriendo.
—¡Santos!—Grita y ríe¿Como estás, mi amor?—Dijo emocionada.
—Excelente, ¿tu como estás? ¿como está papá?
—Estamos bien, tu padre como de costumbre gruñón. Aunque no lo diga, los extraña.
—Nosotros igual...—En parte es cierto, amo a mi padre.
¿Por qué estás aya?—Me pregunta. Mi madre siempre a sido mi confidente, no muevo un dedo sin que ella sepa el porque, pero en este caso si es verdad que no le he contado nada.
—No quería que papá vendiera estas tierras, así que me hice cargo.—Le contesto.
—Oh, bueno al menos se que están en buenas manos. Cariño te oigo diferente más ¿Contento?
—Pues, compré la hacienda me salí con la mía mamá ¿Se puede estar más feliz?—Sonreí nervioso. 
—¿Cuando vuelves?—Pregunta y yo me pongo rígido.Digo porque puedes dejar a alguien a cargo unos días..., meses y venir. No pasará nada.
No puedo ni pensar en estar lejos de Bárbara, días, meses..., moriría. Eso es lo malo de mi madre, ella siempre me atrapa. 
—No en realidad no puedo....
—¡Santos Luzardo, soy tu madre y te quiero ver! ¿Con que excusa me saldrás ahora.
—Con la excusa de que aquí hay una hermosa mujer que me trae loco, por eso.—Le digo.
¿¡Una mujer!?—Grita y se que ahora está más que feliz.
—Si...
Y pensar que tu padre mando a esa Luisana para haya.Gruñe.—Quiero conocerla.
—No, mamá por favor.
—Tráela.
—No.—Murmuro exasperado.
Bien, entonces iremos nosotros.—Dice y se que es una discusión perdida.
—¡No, mamá!—Murmuro enfadado.
Saludo a tus hermanos, y muchos beso a Antonio.—Ríe y cuelga.
MALDICIÓN, MAMÁ VA A VENIR.

Salgo del despacho atontado, si yo desespere cuando me enteré de que mañana conoceré al padre de Bárbara no quiero ni imaginar cuando se entere mi fiera. 

Felix viene bajando las escaleras, al ver mi estado me mira preocupado. 
—¿Pasa algo?
—Si, mamá quiere conocer a Bárbara..., y va a venir.
Felix ríe, perfecto este idiota está riendo y yo me muero acá de angustia.
Cálmate, te preocupas por nada.—Dice aún riendo—Bárbara le va a encantar a mamá, créeme, mamá la va adorar.—Dice con una sonrisa.—¿Te contó lo de la cena?
—Si...
—¿Estás cagado de miedo?
—Si..
—Vez, te preocupas por todo..., pasa a el despacho.—Me pide y ambos entramos.
Es un despacho bonito, pero a mi gusto le falta color, este era el de mi padre.
—Santos, preocúpate ahora es como sacar a Luisana cuanto antes, te preocupas por estupideces, si papá hace una alianza con esa mocosa la cosa se pondrá fea, y lo sabes.
—No la puedo correr, no soy tan malnacido.
—Haz el intento, hermano. Porque cuando tu suegro se enteré que la tienes aquí, no creo que se ponga feliz.—Dice bromeando.
—Imbécil.—Luego termino riendo con el.

Salimos hasta la sala y hay nos encontramos con las dos lady di. 

Así que... vaya fiera la que está echa realmente.—Comienza Gonzalo.
—Este pueblo era tranquilo hasta que llegaste tu, Santos...—Dice riendo Antonio.
—Ja-ja-ja—Digo sin ánimos.
—Oye, pero es verdad. Fíjate en menos de un mes tu te peleaste con Asdrubal y Bárbara con Luisana, ahora ambos conocerán a sus padres.—Dijo Felix.

Hablamos un rato los cuatro un rato, Gonzalo y yo salimos hasta el jardín para que fume un cigarrillo.
—¿Cuando me piensas agradecer?—Pregunta.
—¿Agradecer el qué?—Le pregunto extrañado.
—Si no fuera por mi, tu no hubieses conocido a Bárbara, que ahora es el amor de tu vida. Yo te obligue a ir a aquella fiesta, agradece.—Dice con sorna.
—No te...—Pero lo pienso mejor y decido seguirle el juego.—Gracias.
—De nada.
Unos segundos después dice:
—Es una buena mujer.—Estos son unos de los momentos en que Gonzalo está hablando totalmente en serio.—Nunca te había visto tan feliz. Es bueno que empezaras abrirte, pensé que morirías siendo un iceman. 
—Bárbara me está cambiando, al principio me asuste, bueno aun me asusto pero, se que lo hago por ella.
—Es una gran persona.—Dice sonriendo.
—Gracias, Gonzalo.—Digo, y esta vez es sincera.

A la final termino fumando con el.
—Hay que ir algún día de estos al bar que queda en el pueblo.
—Gonzalo, tu no cambias.—Me rió.
—Si necesitas pedir permiso ya lo hago yo, Bárbara y yo somos muy amigos.—Dice con burla. Ambos reímos.

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Subo hasta la habitación de Luisana, toco la puerta y abro, me la encuentro en una diminuta bata negra, en el tiempo pasado eso me abría resultado sexy, ahora no siento nada.
—Tenemos que hablar.—Le digo serio. Ella se sienta en la cama y me mira fijamente.
—¿Sobre?—Pregunta mordaz, está preparándose para la pelea, perfecto señorita yo también.
—Sobre la mentira de que Bárbara te pego.—Le suelto, no tengo tiempo para andar jugando.
—Veo que fuiste tras de ella, ¿Le suplicaste que te lo dijera? ¿O ella te lo confeso como lo hice yo? ¡No, mejor! ¿Se lo sacaste a base de sexo? ¿Te dijo la verdad mientras la follabas? Recuerdo que te follabas todo lo que tuviera lindas piernas. Ella es solo eso, un buen cuerpo. ¡Porque tu no sabes amar, Santos! ¡LA DEJARÁS CUANDO TE DES CUENTA DE QUE TE CANSASTE! O cuando ella se entere de que eres un energúmeno.
—¡CÁLLATE!—Le grito controlándome para no darle una cachetada.
—¡No me callo! ¿O primero te lo dijo y luego el polvo de reconciliación?
—Si, así fue—Le digo gritando, no me importa quien nos escuche.—Y fue el mejor de mi vida. Ninguna mujer me había echo sentir tan bien como lo hace ella, ni tu Luisana, nunca.
Luisana me propina un cachetada, pero ni siquiera me duele, que extraño la de Bárbara si me dolió..., ni siquiera es buena golpeando  ¡Já! que irónico.
—¡Me das asco, Santos!
—Si te doy asco, vete. Nadie te obliga a quedarte.—Por fin le dije.
—No entiendo como puedo amarte. Eres un monstruo, ella te convirtió en eso.
—Da igual en lo que me haya convertido ella o hasta el mismo Papa Francisco, la amo. 
—Vete, quiero dormir. ¡LÁRGATE!
—Eres libre de hacer lo que te plazca Luisana.—Y sin esperar respuestas salgo.





Cenamos, y no hay rastro de Luisana, Casilda dijo que ya estaba durmiendo.
Comemos entre risa y bromas, aunque no lo demuestre nunca amo a mi familia, esta cuerda de idiotas que yo llamo familia son importante para mi.


Subo hasta mi habitación, me pongo la pijama y trato de dormir. Pero no puedo ¿Y si no le caigo bien? Porque todo padre odia a los novios de su hija, yo lo odiaría...

Después de dar muchas vuelta consigo dormir...

A la mañana siguiente.
Me levanto con ganas de seguir acostado, pasé la noche entera dando vuelta aun estado dormido, lo sé por que varias veces tuve esa sensación de caerme cuando estuve en la mitad de la cama.
Extraño a Bárbara, ella seguramente me tranquilizaría. Me ducho, aun sigo en toalla cuando tocan a la puerta, me sorprendo al ver a Luisana ahí, ella sonríe débil.
—Bueno días, Santos.—Dice sumamente tranquila. 
—Luisana.—Digo a modo de saludo.
—Mourise, vendrá en unos días para irnos a París juntos. Mientras tanto me quedaré en el hotel que hay en el pueblo.

¿Debería alegrarme? 

—Luisana, puedes quedarte aquí hasta que tu primo llegué.—Le digo al instante que me maldigo por dentro.
—Ya te cause muchos problemas.—Dice Y tiene razón.
—Ayer ambos estábamos estresados, y dijimos cosas hirientes..., Lo lamento. 
—Yo también, Santos. Pero insisto, me quedaré en un hotel.—Sonríe.
—Pídele a unos de mis peones que te lleven.
—Lo haré. Adiós.—Me da un beso en la mejilla y se va. 

bajo a desayunar y hay me encuentro con mi hermano, que me mira con una pizca de diversión.
—¿Qué?—Le preguntó.
—La he visto mientras se iba.—Dice tomando de su jugo.
—¿Y?—Le pregunto mientras se lo quito y bebo yo de el.
—El decente Santos Luzardo corre a una mujer de Altamira.
—No es la primera vez que lo hago. ¿Donde quedo eso de que yo las despedía con una palmada en el culo?—Le pregunto levantando ambas cejas. 
—¡Já! Ya volvió mi hermano el puto. 
—¿Lo extrañabas?—Pregunto riendo.
—Sabes que hubo un tiempo en que mamá y papá estaban preocupados porque pensaban que eras gay?—Pregunta y se que va totalmente enserio. 
—¿Qué?—Pregunto. Y el ahora ríe mientras afirma con la cabeza.
Voy hasta el espejo que está en la sala y me miro ¿Realmente parezco gay? Tengo amigos que lo son, el primo de Luisana lo es pero ¿Yo? 
—Y si así lo fuera ¿Qué?—Le pregunto entrando nuevamente a la cocina.
—Nada, solo quería ver tu cara.—Me dice tranquilo.
Le lanzo un pedazo de comida que tenía en el plato a la cara, él se levanta y coge un jugo y me lo avienta, estoy empapado de jugo. Perfecto hermanito, que comience el juego.
Tomo mi plato de comida y empiezo a lanzar todo lo que contiene, el hace lo mismo.
—¿Qué hacen insensatos?—Grita Gonzalo entrando con Antonio. Felix y yo nos miramos y sonreímos, y empezamos a tirarles a ellos lo que sigue en la mesa, comenzamos una guerra de comidas hasta que de pronto escuchamos un grito ensordecedor.
—¿¡Qué han echo!?—Grita Casilda.
Los cuatro bajamos la cabeza arrepentidos. El comedor está echo un desastre, comida en la pared, suelo, mesa..., en nosotros. 
—Lo lamento.—Decimos al mismo tiempo los cuatro. 
—¡A fuera!—Grita.—Hoy se vayan con la manguera.—Nos dice mientras señala la puerta. Salimos apurados de el lugar y aun escuchamos sus gritos. Está hecha una furia. 
Nos quitamos la ropa y quedamos en calzoncillos. 
—Esto es culpa tuya.—Le digo a Felix. 
—¿¡Mía!?—Grita el riendo.
—Si, si no me hubiera retado esto no hubiera pasado.
—Gracias a ustedes yo tengo hambre.—Dice Gonzalo con el ceño fruncido.
Antonio toma la manguera y nos empapa de agua a los tres.
—Son tres señoritas quejicas.—Grita. 
Gonzalo en busca de guerra se agacha y coge tierra y se la lanza. 
Y nuevamente empezamos...
Estamos llenos de charco como niños, riendo y jugando.
—Maravillosa vista.—Se escucha decir detrás de nosotros. 
Cuando nos volteamos veo a Bárbara apoyada a la pared con la espalda brazos cruzados, veo como nos ponemos los cuatro ruborizados. 
—Hola.—Levanto la mano en modo de saludo mientras sonrió apenado. 
Bárbara levanta la mano niega con la cabeza y entra de nuevo a la casa.
—Esa mujer acaba de verme semi desnudo.
Nos peleamos por la manguera, nos limpiamos y nos secamos y nos enrollamos la toalla.
Cuando entramos la veo hablando y ayudando a Casilda, la cocina ya se medio ve decente.
Casilda nos ve y rueda los ojos y se va.
—Que sepan que está enojada.—Dice conteniendo la risa.
—¡Bárbara, querida! ¡Buenos días!—Dice Gonzalo que no puede aguantar la vergüenza.
—¿Que tal todo?—Pregunta mi hermano que en mi vida lo había visto tan rojo.
—Excelente.—Está disfrutando de esto.—¿Hacen eso muy a menudo?
—¿Qué cosa?—Pregunto, pero al instante me arrepiento.
—Bañarse semi desnudos..., juntos.—Dice mordiéndose el labio para evitar la risa.
—De Lunes a Miércoles y aveces los Domingo.—Digo sarcástico. Bárbara no puede más y estalla en risa.
—Acompáñame.—Le digo en una orden. Ella lo hace, aún con la sonrisa en la boca. 
Subimos hasta mi habitación en silencio, si la conozco como la conozco se que ahora se está mordiendo el labio para evitar reír.
Al entrar a la habitación la atmósfera cambia, se vuelve más tensa, mi respiración se agita. Pienso en todas las cosas que hicimos en esa cama, me volteó y me la encuentro mirándome fijamente.
—Deja de imaginarme desnuda.—Dice en un gruñido.
¿¡COMO LO A SABIDO!?
Se me acerca lentamente. 
—Se te oscurecen los ojos, por eso lo supe.—Susurra lentamente. Pierdo el control.

La tomo de la cintura y la pego de la pared mientras devoro sus labios, ella desata el nudo de mi toalla y esta cae al suelo, estoy en ropa interior. La cargo y ella enreda sus piernas en mi cintura. 

Quito los botones de su camisa y dejo que esta caiga al suelo junto con mi toalla, la beso por toda la cara por todo el pecho, quito el sujetador y me divierto con ellos. La veo arquearse, y la escucho gemir. 
La llevo a la cama y la acuesto tiro de su pantalón y de sus bragas, Bárbara está desnuda delante de mi, me subo en ella y continuo mi reguero de besos.


Bárbara baja las manos hasta mis calzoncillos y los baja ahora estamos desnudos los dos, si esperar más entro en ella, se arquea y absorbo con mis besos su gemidos, empiezo a entrar y salir de ella Bárbara clava sus uñas en mi espalda, aumento el ritmo y ella grita, muerde mi hombro con fuerza, pero en vez de dolerme me resulta más excitante.


Giró mis caderas y ella se arquea más, después de varias embestidas ambos llegamos al clímax.

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Estamos descansando de ese tórrido encuentro sexual. Me fijo en mi hombro y veo la marca de sus dientes, sonrío.
—Salvaje.—Le digo, Bárbara lo ve y le da un beso. 
—¿Es una queja, abogado?—Pregunta coqueta.
—Ninguna, Doña.—Le guiño un ojo y ella ríe. —¿Qué haces aquí?—Le pregunto besándola
—Pensé que estarías cagado de miedo..., cosa que fue cierta.—Dice con burla.
—Te equivocas.—Miento. No pienso alimentar su ego.
—Aja, si.—Me besa el cuello y yo me estremezco.
—Bárbara...—Susurro.
—Hmmm...—Murmura con los ojos cerrados.
—Te amo.—Le digo sin mas. Ella abre sus ojos azules y sonríe.
—Yo más.—La beso y me coloco arriba de ella, carajo acabamos de hacer el amor y otra vez la deseo.

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Después de haber echo el amor otra vez en la cama y otra en el ducha, Bárbara se tuvo que ir, su padre la necesitaba.
—Pero yo te necesito más.—Le digo haciendo pucheros.
—Y yo, pero en serio si no me voy ya..., me matará.—Se ríe débilmente.—Te amo.
—Yo también, mi fiera.—La beso.
—Nos vemos a las seis.—Dice.—Recuerda mi padre odia que lleguen tarde.
—A las seis estaremos ahí.—Confirmo.

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Al entrar me encuentro con Antonio leyendo el periódico en el mueble.
—Aun no supero que Bárbara me haya visto en esas condiciones.—Dice sin despegar la vista de la lectura.—Y con tres hombre.
—Ya lo había echo.—Respondo.
Antonio frunce el ceño y me mira confundido y sonrojado.
—¿Recuerdas aquel día donde estábamos súper pedos y acabamos en mi cama? Bueno, digamos que ella nos vio.—Digo sonrojándome igual al recordar eso.
—Mierda, que vergüenza.
—Si...—Me dirijo hasta afuera y tomo asiento donde no pegue el sol. Mi teléfono empieza a vibrar lo cojo y veo el nombre de mi madre en la pantalla.
—¡Hola, mamá!—Sonrió.
Hola, cariño.—Sonrío al escuchar su voz.Solo es para informarte de que salimos en tres días para la Arauca, me muero por conocer a esa mujer—Ríe y cuelga.
¿¡QUÉ!?
Ni siquiera se lo he dicho a Bárbara, hoy no será un buen momento para contarlo.
¡Ay, mamá, en que problemas me metes! 


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Nos estamos arreglando, quiero lucir impecable, Bárbara dijo que no llegara tarde así que no empezamos arreglar a eso de las cuatro. 
Me puse a pensar ¿Le llevo un regalo? Pero como normalmente el invitado lleva la bebida creo que me vería totalmente estúpido llevar ron a casa de alguien que lo fabrica, así que Casilda hizo unas galletas, las favoritas de Bárbara. Al menos quiero que piense que conozco a su hija. 
Si antes estaba atemorizado, ahora estoy..., con todas las letras ¡Cagado! 
Nunca en mi vida había estado en esta situación, por favor.
Ni en mi vida de abogado, sentía esas mariposas—Que parecen abejas drogadas—En mi estomago. 
Al bajar me encuentro con mi hermano, excelentemente vestido con un traje negro, camisa negra de lino y con una corbata roja. Antonio optó por un trabe marrón oscuro con una camisa de lino blanca y la corbata marrón. Y Gonzalo un traje negro, camisa de lino blanca y una corbata azul que le quedaba de maravilla.

Tomamos camino hasta el Miedo, viajamos escuchando música a todo volumen, entre chiste para desestresar el ambiente. 
Cuando llegamos, hay están las abejas drogadas, pero ahora  están borrachas y molestas.

Bajamos y caminamos hasta la entrada, un silencio se hizo entre nosotros, Eustaquia nos recibe.
—¡Doctor, usted se ve maravilloso!—Dice al verme en la entrada, yo sonrío un poco apenado.
Hago las presentaciones y Eustaquia nos hace pasar a la sala, pero nos abandona rápido porque tenía que seguir con los preparativos con la cena.
—Espero que tengan unas buenas noches.—Dice entrando un hombre, el mismo que vi con Bárbara la segunda vez que la vi ¡SU PADRE!—Apreció mucho la puntualidad. Mi nombre es Antón Guaimarán.—No distingo su acento ¿Alemán? ¿Ruso?
Me levanto y le estiro la mano. 
—Santos Luzardo.—El la recibe y asiente.
—Espero que haya sido usted él ganador de la pelea.—Dice señalando mi cara con la barbilla.
—Creo que más bien fue empate.—Digo sonriendo débil.
—Puntual y además y además no es presunto. Me agradas, Santos.
¡OH POR DIOS! 
Suelto el aire que no sabia que estaba conteniendo.
—Usted a mi igual, mr Guaimarán.—El suelta una carcajada.
—Antón.—Dice. 
Hago las presentaciones y luego los tres hablamos sobre nuestros trabajos, me alegra saber que las galletas que traje también son las favoritas de Antón.
—Disculpa, Antón ¿Donde está Bárbara?—Pregunta después de un rato Felix.
—Mi pequeña estaba acabándose de arreglar.—Me gustó el modo en que se refirió a Bárbara, y en como sus ojos brillaron al mencionarla.

Después de que nos habló bastante sobre su ron nos preguntó por nuestras profesiones.
—Cuéntame, Santos ¿Como es ser abogado?—Preguntó.
—Hablando de cosas aburridas sin mi presencia, eso me parece descortés.—La voz irónica de Bárbara resonó en la estancia. 
Me levanto de inmediato al verla tan..., perfecta con ese vestido rojo, sus cabellos están sueltos en cascada, como a mi me gusta.
—Me imagino que casada estarás de escuchar de este señor cosas de abogados.—Ríe Antón. 
Nos miramos fijamente, ella sonríe y me descubro a mi también.
—La verdad es que si.—Camina hacia nosotros saluda a los cuatro hombres que está levantados y luego a mi, me dan un beso en la mejilla.
—Estás hermosa.
—Usted tampoco está mal, abogado.—Se sienta a mi lado.

Hablamos hasta que Eustaquia nos avisa de que la cena nos espera en el comedor. 

Cenamos entre risas gracias a Gonzalo y Antonio. Estos dos nacieron para ser payasos, noto más de una vez la mirada de Antón en mi, pero soy incapaz de devolvérsela, así de cobarde soy.
Bárbara en varias ocasiones me toma la mano para transferirme tranquilidad. Sabe lo que estoy pasando. 
Un horrible pensamiento me atraviesa ¿Cuantos más estuvieron antes en mi lugar? ¿Como se comportó Antón? Decido cortar esos pensamientos por lo sano. 
—Santos, ¿Piensas vivir aquí eternamente o después de haber alzado a Altamira volverás a la capital?—Es una pregunta con doble filo. 
—Estaré donde Bárbara esté señor.—Contesto mirándola fijamente.
—Debo decir que mi hija viaja mucho a la capital ¿Lo harás tu también? 
—Afirmativo.—Contesto viéndolo fijamente.
—Me alegra, muchacho.—Sonríe.
Bárbara suspira bajito, esta vez soy yo quien tomo su mano. 

Pasamos hasta el jardín, hace una noche preciosa.
Antón se disculpa un momento y entra en la casa para atender una llamada, Bárbara y yo decidimos dar un paseo por el jardín, cuando ya estamos más o menos alejados empezamos hablar.
—Perdona a mi padre, como verás es un tantín sobre protector.—Dice sonriendo a modo de disculpa.
—No pasa nada.—Le digo y la atraigo hacia mi.—Dios, estás hermosa.—La beso.—Te amo.


—Yo te amo más.—Murmura y me vuelve a besar. 
—¿El acento de tu padre es?—Pregunto.
—Alemán.—Contesta.
Eso explica muchas cosas...
—¿Lo hablas tu?—Pregunto interesado.
—Si.—Dice ella riendo. Tomo su mano entre la mía y caminamos así durante minutos.
Vemos hasta la casas y ahí esta el padre de Bárbara, hablando con mi hermano.
—Creo que le caes bien.—Murmura.
—¿Así fue con Asdrubal?—Hay está lo dije.
—¡Já! Quiso matarlo, lo odiaba, hasta que un día le hizo la tregua y ahora son casi amigos.
—Yo que el lo mataba.—Murmuro más para mi que para ella. Bárbara me da un leve empujón.

Hablamos de lo maravillosa que fue la velada, y Bárbara se burló—Como cosa extraña—De mis nervios.
Cuando regresamos al grupo nos integramos en la conversación. Bárbara se disculpa y va al  baño. Antón se levanta y me mira fijo. 
—Acompáñame.—Dice y sin esperar respuesta empieza a caminar. Yo lo sigo. 
Recorremos el mismo camino que horas antes Bárbara y yo recorrimos antes.
—Se nota que eres un buen muchacho, Luzardo.—Empieza. Noto como su mirada se oscurece—Pero dejemos en claro algo, Bárbara es mi hija y no hay nadie que la conozca mejor que yo. Si no maté a el idiota de Asdrubal fue porque ella me lo rogó, pero no creas que tu correrás con esa suerte ¿Entendido?
—Con todo el respeto señor pero...
—No. Conozco a los abogados, a los de tu tipo Santos, se que pueden a llegar a ser muy mentiroso. ¿Qué pretendes con mi hija? 
—Lo que yo siento por su hija, nunca lo sentí.—Trato de explicar pero me vuelve a cortar.
—¿Ni siquiera con la mujer que ahora se hospeda en el hotel? 
Abro la boca impactado por su manera tan fría de hablar ¿Como se enteró?
—Es un pueblo chico, Luzardo. Andate con cuidado.—Y sin más volvió a caminar de regreso.
¿Acaba de amenazarme? Vuelvo a mi lugar, pero esta vez estoy callado. Cuando Bárbara regresa intuye que algo va mal.
—¿Qué pasa?—Me pregunta cuando está a mi lado.—¿Por qué tan callado?
—No pasa nada.—Grazno. Ella me mira con el ceño fruncido y luego a su padre que desvía la vista. 

Cuando llega al tiempo de irnos, Antón y yo nos despedimos con un frío apretón de manos, él se despide de los otros tres y entra. Cuando ya están en la camioneta y es mi turno de hacerlo, Bárbara me toma del brazo y me aleja unos pasos.
—¿Me dirás que fue lo que te pasó?—Me pregunta exasperada.
—No pasó nada.—Le miento, no quiero tener que ser yo quien le diga.
—Mientes.—Me mira a los ojos y yo desvió la mirada.—Tal vez fue demasiado pronto...—Susurra más para ella que para mi. 
—No, no...—Le digo y le tomo el rostro con mis manos.—No digas eso, cariño. No pasa nada.—Trato de que me crea.
—Fue mi culpa, yo no hice lo suficiente para impedir esto...—No me escucha y yo siento pánico.
—Bárbara, te amo..., algún día lo iba a conocer.—Trato de quitarle importancia, ella me mira, pero es una mirada ausente. Daría lo que fuera por saber que piensa.
—Adiós.—Me da un casto beso y entra.


Me quedo ahí como estatua, esperando a que salga..., cosa que no pasó. El sonido del claxon me saca de la ensoñación. 
Subo al auto y conduzco todo el camino en silencio. Escucho como Antonio, Gonzalo y Felix hablan maravillas sobre la velada pero mi mente aún está en el Miedo.  
Al llegar a Altamira Felix tomó una botella de ron y la destapó. 
—Por los suegro entrometidos.—La levanta y toma un buen trago. Yo lo miro confuso, pero es Gonzalo quien habla.
—No somos idiotas, Santitos...—Dice quitándote la botella a Felix.
—Sabemos que Antón te ha dicho la típica charla.—Completa Antonio.
—La de ''Lastimas a mi hija y eres hombre muerto''—Se burla Felix. Los cuatro reímos.
Y después de un rato destapamos una botella, y luego otra..., y otra.


Ponemos un CD del Alejandro Sanz y cantamos a grito pelao. 
Tengo mi teléfono en mano dispuesto para llamar a Bárbara pero recuerdo eso de que es malo llamar borracho y rió, pero no me dura la dicha ya que mi teléfono se alumbra y sale una foto donde aparecemos Bárbara y yo. ¡Bárbara me está llamando!
—Santos...—No me da tiempo de saludar. Salgo al jardín para hablar mejor.—Escucha, no se que es lo que pasó hoy..., quizás fueron los nervios, la presión. No sé que fue lo que realmente pasó, pero necesito que me perdones, cariño. Tal vez lo nuestro fue demasiado pronto y nos precipitamos mucho, lo lamento tanto.—Y sin esperar mi respuesta cuelga. 

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Aun tengo el teléfono en el oído, no se cuanto ha pasado desde aquella maldita llamada, siento el deseo de romper todo lo que esté en mi camino. Intento llamarla mil veces pero me cae al buzón. 
Soy consciente de que me muevo, camino como un muerto viviente hasta mi cuarto, me recuesto en la cama, mi mente va mil por horas. ¿Ya está? ¿Se acabó? ¿Este es el fin de mi relación con Bárbara?