Félix Luzardo:
–Hablo en serio, Félix. Largo de aquí.-Me repite en murmullo la
exasperante mujer que tengo al lado.
–Mira, si no te gusta que esté aquí, pues vete al sofá.-Digo ocultando
una sonrisa. Sofía abre los ojos como plato. Gruñe y se da la vuelta.
¡PUES BIEN!
Me doy la vuelta haciendo caso omiso a la enorme erección que tengo a
causa de su chándal blanco trasparente.
Aún sigo enojado y quiero más pelea.
–Hoy te comportase como una cría. –Le recrimino.
– ¿A qué viene eso? Que yo sepa no te debo explicaciones. Aprieto los
dientes con fuerza, ésta mujer va a matarme.
–No te hagas la loca y trates de evitar el tema. Responde. ¿Tratabas
de darme celos, no es así? –Digo sintiendo. Sofí se da vuelta y puedo ver esos
hermosos ojos que me tienen loco desde que la vi.
–Cretino, ¿Crees que me pueda rebajar tan bajo por alguien como tú?
¿Pero qué carajos le pasa a esta niña? ¿De verdad cree que soy ''caer
bajo''? Hola, soy Félix el sueño de cada mujer.
–Pretty Woman, te apuesto Altamira toda que ahora mismo estás pensando
en mi desnudo. Noto como sus mejillas se tiñen de rojo y es la cosa más hermosa
del mundo.
– ¿Cómo puedes ser tan fiado de ti?–Me gruñe.
– ¿Niegas que estoy guapo?–Frunzo el ceño.
–No voy a subirte el ego, James Bond.
–Si te sirve de consuelo para mi tú eres muy bella.–Digo dándome la
vuelta.
Cierro los ojos y nos invade el silencio. Escucho el sonido de su
respiración, sigue despierta.
–Idiota y todo eres muy guapo. –Dice después de un rato.
No respondo pero sonrió. ¿Cuánto años tengo 15? Después de un rato que
pienso que está dormida me volteo y ahí esta ella despierta mirando a la nada.
El haber escalada esa maldita ventana fue la mejor idea que he tenido. Sofía
arruga la cara y suelta un estornudo muy gracioso.
–Maldita sea.
–Sofía, controla la puta boca.
–Llevo mucho rato estornudando, idiota.
– ¿Por qué?–Pregunto extrañado. Ella rueda los ojos incrédula.
–No sé, tal vez se deba a que alguien me empujó hoy a la piscina y me
tocó devolverme con la ropa mojada. Quizás se deba a eso. –Dice con sarcasmo.
–Quizás.
Oh, la tirada en la piscina... Realmente no sé porque lo hice. Solo sé
que tenía unas enormes ganas de besarla y ella no paraba de ser una cabeza
dura.
–Pues iremos temprano a comprar medicina. –Digo firme.
–Es lo mínimo que puedes hacer.
– ¿Es una cita?–Pregunto riendo
—Es lo más
alejado a una cita. —Rueda los ojos.
No sé cuánto
tiempo pasa, siento los parpados pesados y poco a poco voy cayendo en un sueño
profundo.
Despierto un
poco desorientado, miro a mi alrededor pero no reconozco nada. Entonces la veo,
estoy abrazado a una pequeña mujer, Sofía.
Increíble,
desde hace mucho tiempo no había dormido con una mujer en la misma cama sin
antes… Bueno, supongo que Sofía no es como las demás. ¿Pero qué digo? Es obvio
que Sofía no es como ninguna de las mujeres que he conocido. Ella es única.
Estoy
abrazado a ella, aprieto el agarre de mis brazos alrededor de su cintura para
sentirla más cerca. Ella suspira bajito. Aparto el cabello de su cara y es lo
más hermoso que he visto. Sus largas pestañas descansan en sus mejillas
rosadas, sus labios gruesos y rosados apetecibles todo el tiempo y esa nariz
pequeña y llena de pecas, sonrío lleno de ternura.
Veo como poco
a poco sus ojos se abren y se adaptan a la luz, cuando me ve se sonroja aún más
y sus ojos brillan con reconocimiento, sonrío y ella me devuelve la sonrisa. Es
tan adorable.
—Hola. —Le
digo sonriendo aún más.
—Buenos días,
idiota. —Saluda ella, oculto mis ganas de reír. Esto es lo que me encanta de
ella, sus cambios de humor tan drásticos, un minuto está encantada de la vida
sonriendo y al otro está rodando los ojos e insultándote.
—Soy un
idiota encantador. —Digo haciendo que ella ruede los ojos y sonría. — ¿Cómo
amaneces, Bati-Chica?
—Con calor,
¿Serias tan amable de quitárteme de encima? Tú cuerpo es tan…—Pero se calla al
instante. Já.
—¿Mi cuerpo
es caliente? —Digo al tiempo que me tiro encima de ella, sus mejillas se tiñen
de rojo.
—No lo decía
de esa forma. —Dice en apenas un susurro.
—Iré a bañarme
¿Quieres acompañarme? —Sonrío al tiempo que abre como plato sus ojos y se
sonroja aún más—Te vez tan hermosa cuando te sonroja. —Rueda los ojos.
—No quiero
acompañarte pero si no te molesta iré yo primero. —Dice tratando de pasar por
debajo de mi cuerpo, se lo permito, soy un chico bueno.
—Yo solo lo
decía, hay que ahorrar agua ¿Sabes?
Como
respuesta consigo un gruñido y un azote de puerta.
Miro la hora,
10:00 am. Joder, nunca había dormido tan bien.
Diez minutos después Sofía sale corriendo del baño tan rápido que no me
permite desfrutar de la vista de ella en toalla.
Salgo
disparado para el baño, joder que bien se siente. Lavo todo mi cuerpo dándome
mi tiempo.
Salgo y
sonrió con malicia, camino por el cuarto desnudo pero no hay rastro de Sofía, escucho
un estornudo proveniente el cuarto-closet, y sé que AÚN se está vistiendo,
mujeres.
Me visto al
tiempo que Sofía sale del pequeño cuarto completamente vestida y peinada.
Una falda que
le llega más arriba de las rodillas negras, una blusa con un escote de muerte y
unas botas de tacón… Mierda.
Me acomodo la
erección sin importar que me vea, esta mujer me va a matar.
—Si no te
importa, hoy iremos a comprar algo para esa gripe. —Le digo como excusa.
—Está bien.
—Contesta regalándome una pequeña sonrisa.
—Pero antes
iremos primero a Altamira para cambiarme.
Asiente con
la cabeza, abro la puerta del cuarto y salimos por el pasillo encontrándonos
con un Santos a medio vestir.
—Hermano. —Lo
saludo como si nada. Pero entonces caigo en cuenta al ver las caras rojas de
Santos y Sofía.
Félix no te
rías, Félix no te rías…
Disimulo una
carcajada en una tos realmente falsa.
—Buen día,
Santos. —Dice Sofía cuando ya casi se le pasa el sonrojo—Veo que tuviste una
buena noche. —Dice señalando un chupón que tenía mi hermanito en las
clavículas.
Esa es mi
chica.
Santos rueda
los ojos y gruñe negando la cabeza. Ya sé lo que tiene que estar pensando.
Alguna
barbaridad sobre mi hermoso sentido del humor junto con el de Sofía.
—¿Qué tal,
Sofía? —Sonríe con malicia. Oh-oh ahora me espero lo peor—Yo sí, y una muy
buena y movida. ¿Qué hay de ustedes? Digo… Porque no se escuchó nada…—Dice
irónico. Hijo de su puto padre (Mi mamá es una santa, a ella no la meto en
esto) Ese cretino me dio donde sabe que más me duele.
—No queríamos
despertar a Beatriz. Nosotros respetamos. —Tenga hijo.
Santos soltó
una gran carcajada para molestia de Sof y mía.
—Ajá, primero
se lo creen ustedes antes que yo. Con su permiso. —Dice entrando a una
habitación que supongo ahora que es la de Bárbara.
Cuando
salimos nos encontramos con la pequeña mujer que reconozco como Eustaquia,
quien al vernos se sorprende bastante.
—¡Buen día,
mujer de mi vida! —Grita Sofía al acercarse a ella y darle un beso en la
mejilla.
—Sofía, hija
¿Cómo amaneces? —Le pregunta ella con amor.
—Con calor.
—Dice viéndome con una sonrisa sarcástica.
—Señor
Luzardo ¿Qué tal? —Pregunta la pequeña mujer.
—Vaya, hace
ya bastante rato que nadie me llamaba así. Dígame Félix eso de señor se lo dejo
a mi padre.
—Está bien,
muchacho. ¿Se queda a desayunar?
—Sí, por
favor.
La pequeña
mujer se va dejándonos a Sofía y a mí en silencio.
—Santo es un
tonto. —Digo bufando.
—Creo que
viene de familia. —Dice viéndome con burla.
—Touché.
—Digo sonriendo.
Eustaquia nos
llama a la mesa, y vamos en silencio. Dos minutos después escucho unos pasos
acercándose.
—¡Creo que
hoy se acaba el mundo! Sofía Maxwell por primera vez en la vida se levanta
antes que yo! —Dice Beatriz entrando al comedor. Al verme palidece y frunce el
ceño.
Gonzalo es un
idiota si no va tras de ella. Es hermosa de verdad, con sentido del humor y a
legua se nota que tiene carácter.
—Félix. —Me
regala una sonrisa, luego ve a la futura madre de mis hijos y con los dientes
apretados dice—Sof.
La pequeña
mujer (Eustaquia) le sirve el desayuno. Los tres nos concentramos en nuestros
platos cuando escuchamos unos pasos apresurados hasta nosotros.
Bárbara nos
sonrío, venía solo con la camisa de mi hermano y con un sonrojo.
—
¡Hombre,
cuñado! —Dice sonriendo, Santos que viene detrás de ella con el ceño fruncido
le gruñe. —Quería verlo con mis propios ojos. —Dice sonriendo
Santos rueda
los ojos y la carga encima de su hombro. Bárbara no se inmuta pero si me dedica
una sonrisa pícara.
Los tres
rompemos a reír.
¿Quién diría
que mi hermanito sería tan posesivo? ¿Y Ese Santos de hace unos meses?
¡NO LO QUIERO
DE VUELTA!
Este es mucho
mejor, más relajado, más simpático.
Y eso se lo
debo a una sola persona, ese taponcito de 1.60
Beatriz se
despide de nosotros excusándose con algo de tener que ir al pueblo.
Sofía y yo
nos encaminamos a la camioneta y tomamos rumbo a Altamira. Sofía pone música ya
que ninguno de los dos hablábamos. Simone, sonaba en el estéreo. Rayos, años
que no escuchaba esas canciones.
Me hace
recordar mi infancia, cuando papá escuchaba ese tipo de canciones los domingos
en la noche; Cuando éramos felices, cuando éramos una familia unida. O por lo
menos cuando disimulábamos que éramos una.
Sofía iba
sumergida en sus pensamientos con la vista perdida en la ventana, tenía deseo
de besarla, pero no podía.
Cuando
llegamos, se negó a bajar. Entré corriendo a la casa para cambiarme. Me puse
unos jeans negros y una camisa igual negra de los Guns n’ rose. La puerta de mi cuarto se abre dando paso a
Gonzalo que venía con una sonrisa maliciosa.
—Felipe, ¿Se
puede saber dónde pasaste la noche? —Preguntó tirándose a mi cama. Odiaba
cuando me llamaba así.
—Por ahí… Ya
sabes. —Contesté con desdén.
—Lo que sé es
que ahí afuera está una camioneta y en esa camioneta está una Sofía muy
asustada y una Asunción muy emocionada. —Tan pronto como dijo eso salí
disparado para afuera.
Mamá estaba
al lado de Sofía dando pequeños saltos emocionados.
—Mamá, Sofía
y yo vamos al pueblo a comprar medicina. Ya que mi pequeña broma ocasionó que a
la pobre le diera gripe. —Le expliqué dándole una mirada de ‘’No te metas’’
Su mirada
decayó un poco pero aún había una chispa de esperanza en esos ojos que tanto
amo.
Sofía estaba
roja como un tomate y me miraba suplicante.
—Mamá, nos
vamos. —Le doy un beso y me voy antes de escuchar sus quejas. Sofía se despide
y se monta en el auto aún en silencio. —¿Qué te dijo? —Pregunté.
—¿Se van a
casar? ¿Cuándo me darán nietos? ¿Hablaran con Bárbara y Santos para que su boda
sea doble?
Traté, de
verdad con todas mis fuerzas traté pero no pude detener la carcajada que brotó
de mis labios. Sofía me veía como si estuviera loco, pero luego me siguió.
Mi madre era
un caso.
Llegamos al
pueblo y fuimos directamente a la farmacia, le compré unas cuantas pastillas y
le obligué a que se tomara una con un jugo que obviamente le compré.
Caminamos por
el pueblo hablando de cosas sin importancia, datos curiosos y eso.
Por primera
vez llevábamos una conversación como gente adulta, sin bromas, sin insultos.
No Pretty
Woman ni James Bond, solo Sofía y Félix.
¿Cuánto
durará esa normalidad?
Ya sabía
varias cosas de ella, por ejemplo:
Es alérgica a
la nuez.
Es modelo.
Su color
favorito es el verde.
Le encanta
leer.
Su película
favorita es Mamma Mía.
Se sabe
muchas canciones viejas.
Tenemos
tantas cosas en común.
Eso de que
sea modelo no me gusta mucho, pero no dije nada.
Entramos en
una librería.
Los dos
dábamos vueltas por la sección de novela romántica, sonreí al ver un libro y lo
alcé para que lo viera ‘’Tenías que ser tú’’
Sofía rió mientras que cogía uno y me lo enseñaba ‘’Coqueteando con el
peligro’’ Miré alrededor con una sonrisa pícara y le mostré dos títulos
‘’Amante Eterno’’ Sofía puso los ojos en blanco y le mostré ‘’Si te atreves’’
Sofía empezó a reír mientras alzaba otro título ‘’Cázame si puedes’’ Empecé a
reír, Sofía fue atender una llamada y sin que se diera cuenta pagué por todos
los libros. Salí de la librería y me recosté de la camioneta mientras abría uno
de los libros ‘’Amante y enemigo’’ Sofía salió de la librería y al verme rodó
los ojos.
—Veo que
sabes reír, Pretty Woman. —Le digo para molestarla. Rueda los ojos y me saca el
dedo medio. No había nadie en la calle.
—¿Piensas
leerlos todos? —Preguntó mientras se acercaba a mí.
—Algunos,
estoy buscando una compañera de lectura…, si te interesa.
Me acercó a
ella, es demasiada tentación. Sofía va a matarme. Mis manos se dirigen a su
cintura y la pego a mí, ella no se resiste, bien. Miro sus ojos y me pierdo en
ellos, saco mí lengua y recorro sus labios luego dejo un pequeño mordisco,
Sofía rodea mi cuello con sus brazos entonces la beso. Nos movemos al compás,
su lengua y la mía se encuentras. Siento una chispa en mi cuerpo, una corriente
que nunca había sentido. Entonces caigo en cuenta de algo, Sofía va hacer mi
perdición, esta mujer me va a volver loco.
Santos Luzardo:
Beso su
cuello y sus labios callando sus jadeos con los míos; ella clava sus uñas en mi
espalda, cosa que me ínsita más en devorarla. Beso sus pechos y me llevo uno de
sus pezones erecto a la boca, Bárbara jadea mientras jala mi cabello, empieza a
gemir más alto. Continúo mi recorrido y bajo, beso su ombligo, abro sus piernas
y observo la maravillosa vista que me ofrece su sexo al descubierto, paso mi
lengua por ese lugar tan sensible haciendo que Bárbara grite. Saboreo su sabor,
Bárbara se restriega en la cama, mientras que se muerde el labio, una mano la
tiene en mi cabeza y la otra en puño con la sabana, mis manos sujetan las
piernas de Bárbara.
—Santos, no
juegues. —Gime. —Te necesita ahora. —Grita.
—¿Cómo me
quieres? —Le pregunto con burla.
—Dentro de
mí, ahora. —Gruñe.
Sus deseos
son mis órdenes mi reina.
Sin que se lo
espere entro en su interior haciendo que grite, rodea mi cadera con sus piernas
haciéndome más fácil el acceso a su interior. Beso sus labios haciendo que
pruebe su sabor.
—¡Dios!
—Gritó.
—Dios, no.
Santos. —Digo mientras seguía con mis embestidas.
—San…Santos.
—Gime.
—Espérame. No
te corras, joder. —Le gruño. Sigo con más fuerza, más rápido, nuestro su sudor
se unen. —A la cuenta de tres—Digo cuando ya no podía más. —1…, 2…, 3 ¡Ahora,
nena! —Grito a la vez que acabo dentro de ella y Bárbara gemía más fuerte.
Caigo sobre
su cuerpo cansado, entierro mi cara en sus pechos. Unos minutos cuando casi
puedo respirar con normalidad hago que cambiemos de posiciones, ella arriba de
mi pecho descansando y yo abajo acariciando su espalda y su cabello.
Bárbara
levanta la cabeza y me ve con esos ojos azules que me ven llenos de alegría.
—Hola.
—Susurro.
—Hola, guapo.
—Me besa.
—¿Estás bien?
—Preguntó preocupado.
—Excelente.
Entonces
recuerdo, hoy es 22. ¡22 de Enero! Hoy hace un mes que Bárbara y yo nos
conocimos en aquel bar.
—Amor, hoy es
22. —Digo. Bárbara frunce el ceño por un momento hasta que cae en cuenta.
—¡Hoy hace un
mes! —Dice con entusiasmo.
—¿Qué quieres
hacer? —Le pregunto sonriendo.
— ¿Qué tiene
de malo lo que hacemos justo ahora? —Pregunta mordiendo mi labio.
—Nada…
absolutamente nada. Solo pensaba ¿Tú, yo un picnic en la poza? No lo pienses,
vamos. —Digo mientras que masajeo su trasero.
—Acepto,
doctor. —Mi corazón se para mientras que la analizo. Bárbara rueda los ojos y
sé que ese acepto no tiene nada que ver con mi pregunta.
Vamos cogidos de la mano al baño y tomamos una ducha. Tomo un jabón rosa y se lo paso delicadamente por el cuerpo. Limpio cada parte de su cuerpo con amor y ternura.
Bárbara me quita el jabón de las manos y me empieza a lavar. Sus manos recorren mi cuerpo haciendo que me estremezca por sus caricias, esto es el paraíso.
Me pega de los azulejos del baño y me besa, baja a mi cuello y con su lengua llega al chupón que ella misma hizo
—Joder. —Gruño cuando se lo
lleva a su boca.
Pego la cabeza a la pared húmeda del baño
mientras cierro los ojos disfrutando de la sensación. Bárbara utiliza su boca y
sus manos.
—Dios. —Gimo.
—Dios, no. Bárbara. —Dice con
burla.
Sus constantes caricias hacen que me
restriegue por toda la pared. Mis rodillas empiezan a temblar y todo yo me
tenso al momento en que me corro en su boca.
Jadeo descontrolado, Bárbara levanta sus ojos
azules a mi dirección y me ve con un ligero sonrojo. Tomo su rostro en mis
manos y la beso.
—Te amo. —Digo en un susurro.
—Lo sé. —Me besa las mejillas.
La tomo fuerte del cabello y la giro.
—Las manos en la pared. —Ordeno.
Bárbara lo hace sin chistar, tomo su cabello
y lo enredo en mi muñeca a la vez que entro en su interior.
Bárbara suelta un pequeño grito sorprendida.
Con movimientos secos me muevo en su interior, amos gemimos enloquecidos. Tiro
de su cabello y Bárbara alza la cabeza, me apodero de sus labios. Con mi otra
mano libre rodeo su cadera y la pego más a mí.
—¡Santos! —Grita. Vuelvo a
besar sus labios. Suelto su cabello y mis dos manos se apoderan de cada lado de
sus caderas para aumentar el ritmo.
Uno, diez, quince, veinte estocadas más
cuando los dos gritamos cuando encontramos la liberación.
Pegó mi frente de su espalda y abro el grifo
sin despegarnos, el agua cae sobre nuestros cuerpos refrescándonos. Bárbara se
remueve haciendo que salga de su interior, se voltea y me da un suave beso.
Salimos para vestirnos, cuando estamos listos
nos dirigimos al comedor, Eustaquia ya estaba allí hablando con una joven que
me imagino que sería una empleada, cuando nos ve la despide.
—¡Parejita, hasta que se les ve la
cara! —Dice alegremente. Me sonrojo un poco. —¿Van a desayunar?
Hace rato se fue su hermano con Sofía, doctor. Y Beatriz se fue antes que ellos
para el pueblo. —Nos informa.
Sonrío al imaginarme a mi hermano y Sofía solos, ya sabía yo que esos estaban
locos el uno por el otro. Ahora lo que falta es que mi hermano no lo vaya a
arruinar.
—Gracias, Eustaquia. Pero hoy comeremos fuera. ¿Será que tienes una canasta de picnic?—Pregunto sonriendo.
—Claro que si, muchacho. Ya mismo se la preparo.—Dice sonriendo.
Eustaquia sale del comedor y empieza a rebuscar una que otra cosa. Bárbara me ve con una sonrisa en el rostro. Amo saber que soy yo quien pone esa sonrisa ahí.
—Hoy te vez hermosa.—Digo sonriendo. Ella rueda los ojos con sonrojo y dice haciendo que ría.
—Tienes que dejar de arrancarme las bragas.
—Jamás.
—Santos, me voy a quedar sin ellas.—Dice rodando los ojos.
—Te compro más.—Sonrío con diversión.
—Ese no es el caso, Luzardo.
Sonrío para mis adentros, amo romper sus bragas.
Eustaquia trae una canasta y nos despide. Vamos a la camioneta y tomamos camino a la poza. Nuestro lugar.
Una vez ahí Bárbara pone una manta mientras que yo saco las cosas.
Agua, unos sándwich, vino, queso, ensalada, frutas y chocolate liquido.
Levanto una ceja en dirección a Barbara que al ver lo que tengo en las manos ríe mientras niega con la cabeza.
Ambos empezamos a comer mientras hablábamos de cualquier cosa, escuchar reír a Barbara es la mejor melodía.
Cuando terminamos de comer Bárbara se tira encima de mi sin previo aviso, jadeo sorprendido. Tomo su cara entre mis manos mientras disfruto del beso. Un beso lleno de amor y ternura pero también con una pasión tan grande. Nos separamos para tomar aire.
Bárbara se levanta y se quita lentamente la camisa menea las caderas y se baja el pantalón.
Me da una buena vista, sus grandes pechos con un sujetador rojo al igual que sus bragas, encaje. Después pregunta porque las rompo.
Bárbara se acerca a mi y toma mi mano y la pone en la tira de su diminuta braga.
Ahh, ahora quiere que la rompa. Pues hagamoslo.
Cuando la rompo siento el pequeño pedazo de tela en mis manos; Se quita el sujetador y lo lanza a mi lado. Luego se da la vuelta y entra en la posa.
Me levanto de un salto y me quito la camisa y el pantalón con cierto desespero.
Voy hasta ella y la tomo en volandas haciendo que ría.
Salimos jadeando del agua por el primer asalto, Bárbara se tapa con mi camisa y yo con una manta.
Y hablamos un poco sobre nuestras cosas.
(Si, no es nada más sexo)
Quedamos en silencio, pienso en la sorpresa que muy pronto le daré. No estoy seguro como reaccione, estoy nervioso como en mi vida.
Es como la una de la tarde y el sol está en su punto. Pero ninguno de los dos nos quejamos.
El sonido de un celular interrumpe nuestro silencio. Bárbara se levanta y coge su celular.
—¿Bueno?—Contesta. Quien esté del otro lado de la línea le dijo algo que no le gustó porque frunció el ceño.—Estoy ocu...—Se cayó y alzó una ceja luego la otra. Está pensando.—Joder.—Gruñe. —Está bien.—Suspira con pesadez y cuelga. La miro fijo a los ojos pero ella me aparta la mirada.
—¿Qué pasa?—Le pregunto con calma.
—Es mi padre...—Dice y se muerde el labio. Viene hasta mi cuando le tiendo la mano y se sienta encima mío.—Está en la capital y se ha dejado unos papeles. No confía en que nadie sea capaz de llevárselos así que tengo que ir yo.—Me tenso.
¿Va a ir a la capital? ¿Sin mi? Maldita sea.
—Tengo que irme en dos horas. Solo será por hoy.—Me dice antes que yo forme un escándalo.
—Pero...—Ciertamente no sé que decir.
—Amor, trata de comprender.
—No quiero—Digo como niño chiquito.
No nos hemos separado desde que empezamos. Sé que estoy siendo irracional. Que podré aguantar pero es que...
No es que desconfíe, sé que Bárbara no es como esas mujeres. Pero no me la imagino sola en la capital llamando la atención de otros hombres.
Bárbara besa mi cuello llamando mi atención.
—Veré si puedo venir esta misma noche, a más tardar mañana en la mañana.—Me pasa la lengua por toda la barbilla. La beso con desenfreno, con pasión, con locura.
Me vuelve loco el echo de que ella estará sin mi en la capital.
Me quita la manta que me cubre y baja lentamente mi erección, gemimos al unisono.
Chupo sus pezones por encima de mi camisa y ella gime más. El ritmo lo lleva ella, y es lento. Me mata a cada segundo.
—Necesito que vayas más rápido si no quieres quedar viuda antes de tiempo.—Digo en burla, Bárbara gira la cadera y baja haciendo que grite. Ahora es ella quien me ve con burla.
Incrementa de velocidad creo morir, nos dejamos llevar por el orgasmo en un grito.
---
Llevo a Bárbara al Miedo cada vez más enfadado y triste. Ella me besa la mano, la mejilla, el cuello tratando de calmarme. Pero no puedo, Bárbara se metió bajo mi piel, y no puedo hacer nada para sacarla.
Cuando llegamos ella corre hasta la casa y yo me quedo en la camioneta. Cuando sale lleva un pequeño bolso de mano que me hace gruñir.
—Deja de estar enfurruñado. Desde afuera escucho tus gruñidos.—Dice entrando al auto.
La acompaño a el bongo, Dios si no fuera porque tengo a mi familia en la casa me fuera con ella ahora mismo.
—Cuídate.—Le digo cuando ya esta casi apunto de montarse.
—Santos, te comportas como si me fuera un mes. Es solo un día.—Dice pasando sus brazos alrededor de mi cuello.—Igual te voy a extrañar mucho.—Dice besándome dulcemente. Tenemos todas las miradas del pueblo. Joder.
—Te amo, taponcete.—Le digo sonriendo.
—Jódete.—Dice rondando los ojos. Y dándose la vuelta para irse. En un rápido movimiento la vuelvo a coger y le doy la vuelta, ahora si le doy un beso de verdad.
La veo partir sintiendo un nudo en mi estomago. Cuando ya no está en mi campo de visión, tomo camino a Altamira.
—¿Te dejó solito, Luzardo?—Dijo una desagradable voz a mis espalda.
Asdrubal se encontraba bebiendo de una botella de ron y con una sonrisa asquerosa en un rostro.
—¿Se cansó de ti y ya te dejó, animal?—Dijo riendo.
Podría fácilmente abrir la puerta de la camioneta e irme PERO no.
—No, la verdad es que fue a comprar el vestido de novia.—Su sonrisa se borra y la botella que tenía en las manos cae. Con satisfacción entro al auto y bajo la ventana, aún está ahí con su cara de asombro, rabia y vergüenza. Simplemente hermoso.—Hasta luego, animal.—Digo pisando el acelerador.
----
Llego a la casa y solo me encuentro a mi mamá que al verme sonríe.
—Hola, guapo.—Me abraza—¿Y esa cara? Pensé que estarías con Bárbara.—Luego abre los ojos como plato y me grita—¡Santos Luzardo, si se pelearon quiero que vayas ahora mismo a pedirle perdón! ¡Y con rosas, y serenata!—Grita golpeando mi nuca. Cosa que duele.
—¡Mamá! No pasó nada, se tuvo que ir de emergencia a la capital.—Digo sobando mi nuca.
—¿Qué le pasó?—Pregunta sentándose e invitándome a mi hacer lo mismo.
—Nada, su padre olvidó unos papeles y ella se los tuvo que llevar.
Hablamos un rato más hasta que Gonzalo baja las escaleras, antes de que pueda saludarlo grita.
—¡TOC TOC!—Nos sonríe esperando nuestra respuesta.
—¿Quien es?—Preguntamos mi madre y yo al unisono.
—Intervención vaca.—Dice dejándonos confundidos.
—¿Intervención vac...?
—¡MUUU!—Nos grita a la cara. Mi madre y yo quedamos perplejos hasta que empezamos a reír. No por el mal chiste si no por la cara que puso Gonzalo.
Recibo a las horas un mensaje de Bárbara diciendo que ya había llegado.
Félix entra a la casa con una sonrisa de oreja a oreja...Jum. Gonzalo y yo nos vemos por un momento con una sonrisa.
Félix nos niega con la cabeza aun con la sonrisa. Besa a mamá en la cabeza y sube hasta su cuarto.
—¿Y ahora este por qué tan feliz?—Nos pregunta mi madre. Gonzalo y yo nos encojemos de hombros.
Son las seis de la tarde y ya no sé que hacer. Hice todo el trabajo de oficina que tenía, salí ayudar a los peones, me estoy volviendo loco sin ella. Mi teléfono alumbra su pantalla y su nombre aparece en ella.
—Hola, amor.—Me saluda. Su voz me tranquiliza.
—Hola, cosa pequeña.—Digo con burla y amor. Bárbara bufa. Y se que estará rodando los ojos.
—Sólo quería decirte que no conseguí vuelo para esta noche, así que a eso de las diez am de mañana estaré por allá.—Escuchar eso me derrumba.
—Te extraño.—Le digo mientras paso mi mano por mi frente.
—Lo sé, cariño. Yo igual. Pronto estaré allá y te daré muuchos besos.—Dice haciendo que sonría.
—Me deberás muchos, Doña.—Digo tomando asiento en la sillas del escritorio.
—No me gusta deber, así que lo antes posible estaré allá pagandola, Doctor.
Hablamos un rato más, hasta que mi madre me grita que vaya a comer. Nos despedimos y quedamos en vernos mañana.
Extrañaba cenar de esa forma *Notese el sarcasmo* Mi padre callado y mirándome más serio de lo normal, Félix con una sonrisa tonta en el rostro, Gonzalo hablando de cualquiera estupidez y mamá siguiéndole el tema.
Me levanté tan pronto terminé. Y fui hasta porche donde estaba la hamaca y me acuesto ahí.
Pienso en todo lo vivido en este mes, ¿Un mes? Pareciera un año, ahora estoy más seguro que antes de viajar con Bárbara, necesito, necesitamos ese viaje. Lejos de todos.
Me voy a dormir cuando siento que ya no hay nadie en la casa.
Entro en mi habitación y después de tanto dar vuelta en la cama me duermo.
Siento como la cama se hunde, me despierto sobresaltado pero cuando veo quien está ahí sonrío. Mis ojos se van al reloj, la 3:15 am.
—¿Qué haces aquí?—Es lo primero que me sale.
—Vine a saldar mi cuota de besos, Doctor.—Bárbara se me lanza encima y devora mis labios.
Y solo puedo pensar es en que ésta mujer me va a volver loco.
------------
Este es para la Perra (B) y la Zorra (F).
Beatriz, Floppi. Gracias a ustedes y sus insistencia. Sin eso nunca hubiera subido.
—Claro que si, muchacho. Ya mismo se la preparo.—Dice sonriendo.
Eustaquia sale del comedor y empieza a rebuscar una que otra cosa. Bárbara me ve con una sonrisa en el rostro. Amo saber que soy yo quien pone esa sonrisa ahí.
—Hoy te vez hermosa.—Digo sonriendo. Ella rueda los ojos con sonrojo y dice haciendo que ría.
—Tienes que dejar de arrancarme las bragas.
—Jamás.
—Santos, me voy a quedar sin ellas.—Dice rodando los ojos.
—Te compro más.—Sonrío con diversión.
—Ese no es el caso, Luzardo.
Sonrío para mis adentros, amo romper sus bragas.
Eustaquia trae una canasta y nos despide. Vamos a la camioneta y tomamos camino a la poza. Nuestro lugar.
Una vez ahí Bárbara pone una manta mientras que yo saco las cosas.
Agua, unos sándwich, vino, queso, ensalada, frutas y chocolate liquido.
Levanto una ceja en dirección a Barbara que al ver lo que tengo en las manos ríe mientras niega con la cabeza.
Ambos empezamos a comer mientras hablábamos de cualquier cosa, escuchar reír a Barbara es la mejor melodía.
Cuando terminamos de comer Bárbara se tira encima de mi sin previo aviso, jadeo sorprendido. Tomo su cara entre mis manos mientras disfruto del beso. Un beso lleno de amor y ternura pero también con una pasión tan grande. Nos separamos para tomar aire.
Bárbara se levanta y se quita lentamente la camisa menea las caderas y se baja el pantalón.
Me da una buena vista, sus grandes pechos con un sujetador rojo al igual que sus bragas, encaje. Después pregunta porque las rompo.
Bárbara se acerca a mi y toma mi mano y la pone en la tira de su diminuta braga.
Ahh, ahora quiere que la rompa. Pues hagamoslo.
Cuando la rompo siento el pequeño pedazo de tela en mis manos; Se quita el sujetador y lo lanza a mi lado. Luego se da la vuelta y entra en la posa.
Me levanto de un salto y me quito la camisa y el pantalón con cierto desespero.
Voy hasta ella y la tomo en volandas haciendo que ría.
Salimos jadeando del agua por el primer asalto, Bárbara se tapa con mi camisa y yo con una manta.
Y hablamos un poco sobre nuestras cosas.
(Si, no es nada más sexo)
Quedamos en silencio, pienso en la sorpresa que muy pronto le daré. No estoy seguro como reaccione, estoy nervioso como en mi vida.
Es como la una de la tarde y el sol está en su punto. Pero ninguno de los dos nos quejamos.
El sonido de un celular interrumpe nuestro silencio. Bárbara se levanta y coge su celular.
—¿Bueno?—Contesta. Quien esté del otro lado de la línea le dijo algo que no le gustó porque frunció el ceño.—Estoy ocu...—Se cayó y alzó una ceja luego la otra. Está pensando.—Joder.—Gruñe. —Está bien.—Suspira con pesadez y cuelga. La miro fijo a los ojos pero ella me aparta la mirada.
—¿Qué pasa?—Le pregunto con calma.
—Es mi padre...—Dice y se muerde el labio. Viene hasta mi cuando le tiendo la mano y se sienta encima mío.—Está en la capital y se ha dejado unos papeles. No confía en que nadie sea capaz de llevárselos así que tengo que ir yo.—Me tenso.
¿Va a ir a la capital? ¿Sin mi? Maldita sea.
—Tengo que irme en dos horas. Solo será por hoy.—Me dice antes que yo forme un escándalo.
—Pero...—Ciertamente no sé que decir.
—Amor, trata de comprender.
—No quiero—Digo como niño chiquito.
No nos hemos separado desde que empezamos. Sé que estoy siendo irracional. Que podré aguantar pero es que...
No es que desconfíe, sé que Bárbara no es como esas mujeres. Pero no me la imagino sola en la capital llamando la atención de otros hombres.
Bárbara besa mi cuello llamando mi atención.
—Veré si puedo venir esta misma noche, a más tardar mañana en la mañana.—Me pasa la lengua por toda la barbilla. La beso con desenfreno, con pasión, con locura.
Me vuelve loco el echo de que ella estará sin mi en la capital.
Me quita la manta que me cubre y baja lentamente mi erección, gemimos al unisono.
Chupo sus pezones por encima de mi camisa y ella gime más. El ritmo lo lleva ella, y es lento. Me mata a cada segundo.
—Necesito que vayas más rápido si no quieres quedar viuda antes de tiempo.—Digo en burla, Bárbara gira la cadera y baja haciendo que grite. Ahora es ella quien me ve con burla.
Incrementa de velocidad creo morir, nos dejamos llevar por el orgasmo en un grito.
---
Llevo a Bárbara al Miedo cada vez más enfadado y triste. Ella me besa la mano, la mejilla, el cuello tratando de calmarme. Pero no puedo, Bárbara se metió bajo mi piel, y no puedo hacer nada para sacarla.
Cuando llegamos ella corre hasta la casa y yo me quedo en la camioneta. Cuando sale lleva un pequeño bolso de mano que me hace gruñir.
—Deja de estar enfurruñado. Desde afuera escucho tus gruñidos.—Dice entrando al auto.
La acompaño a el bongo, Dios si no fuera porque tengo a mi familia en la casa me fuera con ella ahora mismo.
—Cuídate.—Le digo cuando ya esta casi apunto de montarse.
—Santos, te comportas como si me fuera un mes. Es solo un día.—Dice pasando sus brazos alrededor de mi cuello.—Igual te voy a extrañar mucho.—Dice besándome dulcemente. Tenemos todas las miradas del pueblo. Joder.
—Te amo, taponcete.—Le digo sonriendo.
—Jódete.—Dice rondando los ojos. Y dándose la vuelta para irse. En un rápido movimiento la vuelvo a coger y le doy la vuelta, ahora si le doy un beso de verdad.
La veo partir sintiendo un nudo en mi estomago. Cuando ya no está en mi campo de visión, tomo camino a Altamira.
—¿Te dejó solito, Luzardo?—Dijo una desagradable voz a mis espalda.
Asdrubal se encontraba bebiendo de una botella de ron y con una sonrisa asquerosa en un rostro.
—¿Se cansó de ti y ya te dejó, animal?—Dijo riendo.
Podría fácilmente abrir la puerta de la camioneta e irme PERO no.
—No, la verdad es que fue a comprar el vestido de novia.—Su sonrisa se borra y la botella que tenía en las manos cae. Con satisfacción entro al auto y bajo la ventana, aún está ahí con su cara de asombro, rabia y vergüenza. Simplemente hermoso.—Hasta luego, animal.—Digo pisando el acelerador.
----
Llego a la casa y solo me encuentro a mi mamá que al verme sonríe.
—Hola, guapo.—Me abraza—¿Y esa cara? Pensé que estarías con Bárbara.—Luego abre los ojos como plato y me grita—¡Santos Luzardo, si se pelearon quiero que vayas ahora mismo a pedirle perdón! ¡Y con rosas, y serenata!—Grita golpeando mi nuca. Cosa que duele.
—¡Mamá! No pasó nada, se tuvo que ir de emergencia a la capital.—Digo sobando mi nuca.
—¿Qué le pasó?—Pregunta sentándose e invitándome a mi hacer lo mismo.
—Nada, su padre olvidó unos papeles y ella se los tuvo que llevar.
Hablamos un rato más hasta que Gonzalo baja las escaleras, antes de que pueda saludarlo grita.
—¡TOC TOC!—Nos sonríe esperando nuestra respuesta.
—¿Quien es?—Preguntamos mi madre y yo al unisono.
—Intervención vaca.—Dice dejándonos confundidos.
—¿Intervención vac...?
—¡MUUU!—Nos grita a la cara. Mi madre y yo quedamos perplejos hasta que empezamos a reír. No por el mal chiste si no por la cara que puso Gonzalo.
Recibo a las horas un mensaje de Bárbara diciendo que ya había llegado.
Félix entra a la casa con una sonrisa de oreja a oreja...Jum. Gonzalo y yo nos vemos por un momento con una sonrisa.
Félix nos niega con la cabeza aun con la sonrisa. Besa a mamá en la cabeza y sube hasta su cuarto.
—¿Y ahora este por qué tan feliz?—Nos pregunta mi madre. Gonzalo y yo nos encojemos de hombros.
Son las seis de la tarde y ya no sé que hacer. Hice todo el trabajo de oficina que tenía, salí ayudar a los peones, me estoy volviendo loco sin ella. Mi teléfono alumbra su pantalla y su nombre aparece en ella.
—Hola, amor.—Me saluda. Su voz me tranquiliza.
—Hola, cosa pequeña.—Digo con burla y amor. Bárbara bufa. Y se que estará rodando los ojos.
—Sólo quería decirte que no conseguí vuelo para esta noche, así que a eso de las diez am de mañana estaré por allá.—Escuchar eso me derrumba.
—Te extraño.—Le digo mientras paso mi mano por mi frente.
—Lo sé, cariño. Yo igual. Pronto estaré allá y te daré muuchos besos.—Dice haciendo que sonría.
—Me deberás muchos, Doña.—Digo tomando asiento en la sillas del escritorio.
—No me gusta deber, así que lo antes posible estaré allá pagandola, Doctor.
Hablamos un rato más, hasta que mi madre me grita que vaya a comer. Nos despedimos y quedamos en vernos mañana.
Extrañaba cenar de esa forma *Notese el sarcasmo* Mi padre callado y mirándome más serio de lo normal, Félix con una sonrisa tonta en el rostro, Gonzalo hablando de cualquiera estupidez y mamá siguiéndole el tema.
Me levanté tan pronto terminé. Y fui hasta porche donde estaba la hamaca y me acuesto ahí.
Pienso en todo lo vivido en este mes, ¿Un mes? Pareciera un año, ahora estoy más seguro que antes de viajar con Bárbara, necesito, necesitamos ese viaje. Lejos de todos.
Me voy a dormir cuando siento que ya no hay nadie en la casa.
Entro en mi habitación y después de tanto dar vuelta en la cama me duermo.
Siento como la cama se hunde, me despierto sobresaltado pero cuando veo quien está ahí sonrío. Mis ojos se van al reloj, la 3:15 am.
—¿Qué haces aquí?—Es lo primero que me sale.
—Vine a saldar mi cuota de besos, Doctor.—Bárbara se me lanza encima y devora mis labios.
Y solo puedo pensar es en que ésta mujer me va a volver loco.
------------
Este es para la Perra (B) y la Zorra (F).
Beatriz, Floppi. Gracias a ustedes y sus insistencia. Sin eso nunca hubiera subido.