domingo, 30 de agosto de 2015

Capítulo 11.


No sé que es peor, realmente no lo sé. Si tener que estar en medio de una guerra de miradas como las que ahora mismo se lanzan Antón y mi padre, o tener que quebrarme el cerebro tratando de pensar que es lo que quiere Asdrubal con mi mujer y para colmo Bárbara está jugando conmigo, estoy enojado y excitado. 
Dios, pero que mujer. Quiero desatar cada uno de los lazos que ahora tiene puesto, es un vestido blanco, Jesús, luce tan virginal. 
Me entretengo hablando con Sofia. 
Aun estoy atónito después de la declaración de Felix. ¿Él y Sofia? Hacen buena pareja, digo ¿Quien mejores para hacer bromas que ellos? También estoy consciente de las miradas que se lanzan Gonzalo y Beatriz ¿Qué está pasando aquí? 
Mi madre habla y habla con Bárbara contándole anécdotas sobre mi infancia. ¡QUÉ ALGUIEN CALLE A ESA MUJER, POR AMOR A LO BONITO! 
Antonio y yo empezamos hablar de deportes, y las mujeres sobre cosas de chicas. Pasamos al jardín. Me doy cuenta de que Bárbara se queda atrás con su padre, para luego venir hacía aquí con su ceño fruncido. 
Me levanto y tomo su mano, la arrastro hasta la casa y la meto en mi despacho. 
Ni caso a sus quejas, me estoy volviendo loco. 
—¿Por qué Asdrubal te está acortejando como si fuera un niño?—Le suelto. 
—No lo sé, Santos.—Me dice soltando su agarre, pero no, yo la tomo de la cintura y la pego a la puerta. 
—Eres mías.—Le recuerdo. 
—Tu eres mío.—Me dice muy cerca de mis labios. Esta mujer es la tentación en persona.


—Soy tuyo.—Se lo aseguro.—¿Qué planeabas conseguir allá en la mesa, pequeña provocadora?—Le pregunto rozando sus labios. 
—Quería tu atención...—Hizo pucheros.
—La tienes, te lo prometo.—Miro hacía mi erección y ella conmigo. 
—Es una lastima que afuera estén nuestros familiares...—Se lamento fingidamente. 
—Si tan solo tu te mantuvieras en silencio...—Yo igual me lamente.
Empecé a subirle el vestido lentamente, besé su cuello.
—Vas hacer que nos atrapen—Me susurró.
—No si eres silenciosa.—Le respondí. 
La cargué, ella enredó sus piernas a mi alrededor. Besé sus labios, deliciosos. 


Bárbara trataba de no gemir tan fuerte.
—Tu hermano, Gonzalo y Antonio están afuera así que queda bajo tu responsabilidad si me rompes las bragas.—Dijo en un jadeo. 
Diablos, no. Ella de ninguna maldita manera saldrá sin bragas allá afuera. 
Con cuidado se las quito, encaje..., Me está torturando. 
Bárbara me quita el cinturón y baja mi pantalón. 
—Haremos esto en silencio...—Le dije. Bárbara asintió. La besé mientras me introducía en ella, traté de no gemir. Pero era casi imposible. 
—Si no quieres que haga algún ruido, te pido que por favor lo hagas rápido.—Dijo jadeando.
Y así lo hice, rápido. Uno, cuatro, ocho, diez, veinte. Estábamos algo sudados, me introducía en ella muy rápido, muy fiero, Bárbara mordía mis labios, mi oído, mi hombro. 
A veces soltaba pequeños gemidos en mi oreja apropósito. 


—Oh Dios...
—A la cuenta de tres.—Le dije. 
—Uno—Conté.—Dos..., tres.—Ambos nos dejamos llevar, mordí su cuello, ella clavó sus uñas en mis brazos. 
—Te amo.—Me dijo con la respiración agitada—Solo a ti Santos, se lo dije a Asdrubal y te lo digo a ti. Lo que siento por ti no le llega ni a los tobillos a lo que yo sentí por él.
Sus palabras hacen que la ame más, me calman, las necesitaba.
—Yo nunca eh amado a nadie, Bárbara.—Confieso.—Eres la primera mujer a la cual le eh dicho te amo, y serás la última.—Le prometo. 
Bárbara me abrazó fuerte, me besó. 
—¿¡Santos, Bárbara!?—Se oyó a mi madre gritando afuera. 


—Mi madre...—Susurré. Bárbara quería reír...Oh, como se le ocurra. 
Nos empezamos a arreglar velozmente, Bárbara se peinó.
—Estás divina.—Le murmuré. Abrí la puerta, le tomé la mano y salimos.
Mi madre estaba en la sala.
—Aquí estamos...—Le dije. 
Mi madre me miró con reproche, luego vio a Bárbara y su mirada se dulcifico ¿Qué?
—Santos Luzardo, Bárbara esta noche es mía, déjala.—La jaló a su lado y enredó su brazo con el suyo. Bárbara sonrió.
—Madre, Bárbara es mía, déjala tú.—La traté de jalar a mi lado pero recibí un golpe en la nuca por su parte. 
Joder, que dolor. 
Bárbara se mordió el labio evitando una carcajada. Mi madre la arrastró hacía afuera. 
Rápidamente saqué mi teléfono y le mandé un mensaje.


Santos: Mi madre es exasperante.

Bárbara: No es cierto, es un amor.

Santos: No, no lo es.Ella no me quiere... ¿Tú me quieres?.

Bárbara: Mucho, mi amor.

Santos: Te amo.

Nuestra conversación se fue interrumpida por Gonzalo que se puso hablar conmigo.
Me tragué mi orgullo y hablé con el padre de Bárbara, al principio solo contestaba con monosílabas, pero llegado el punto que toqué sobre el mejor cacique, el hombre se empezó a soltar, me explicó varias cosas.
A lo lejos vi a Bárbara hablando con mi hermano.
También vi a Sofia hablando con Gonzalo y a Antonio con Beatriz. Mi madre hablaba feliz de la vida con Eustaquia y Casilda. Mi padre, como cosa rara no hablaba. Solo miraba.
Nuestras miradas se encontraron, nos retamos.
Seguí mi conversación con Antón, siempre miraba a Bárbara por el rabillo del ojo, y se que ella también lo hacía.
Tengo todo planeado para esta noche, le pedí a Pajarote ese favor.
Digo ¿Quien mejor que Pajarote para eso?
Sé que Bárbara no iba aceptar quedarse aquí por respeto a mis padres, y yo no me iba a quedar en el Miedo.

Es increíble lo mucho que esta mujer me cambió. Es la primera a quien presento a mi familia, es a la primera que le digo que la amo. Con Bárbara eh tenido muchas primeras veces. Ella me cambió. Antes en mi vida todo era blanco y negro. Pero ahora, ahora todo es a color. ¿Y qué si mi padre no nos da su bendición? ¿Y qué si el de ella tampoco? Bárbara es todo lo que quiero, y si tengo que raptarla y llevarla a las Vegas y casarnos ahí lo haré. Si tengo que mudarme del país para no tener que encontrarnos con Luisana y Asdrubal, oh maldita sea lo haré. Bárbara Guaimarán es mi mujer, mi futura esposa y la madre de mis ocho hijos.
—Eh.—Me dijo Beatriz. 
—Perdón.—Le sonrió. Por la mirada que me dio supongo que no fue la primera vez que me llama.
—Creía que no estabas en este mundo, Luzardo.
—Estaba pensando en..., el futuro.—Beatriz sonríe. 
—El futuro, eh. ¿Un futuro con Bárbara?
—¿Como lo sabes?—Le pregunto extrañado. 
—No dejabas de mirarla. Tus ojos brillaban y casi babeas.—Rió divertida. 
—Payasa.—Me rió también. 
—Te puedo jurar que nunca la había visto de esa manera.—Me dice.—Ni siquiera con Asdrubal—Ella y yo gruñimos al mismo tiempo. Me cae excelente.
—Veo que a ti tampoco te agrada.—Sonrió.
—Nah, solo es un cara bonita más. Nunca valoró a Bárbara como lo merecía ella. Ahora ve que está apunto de perderla y la quiere recuperar.—Rueda los ojos.—Me agradas, Santos. Me gusta como la miras, me gusta como sonríes cuando ella lo hace. 
—¿Me estás dando tu aprobación?—Sonrío. 
—La tienes desde que te vi casi desnudo, niño.—Ambos reímos.
—Gracias, niña. Ahora solo me falta la de Sofia.—Digo viéndola.
—Pero por favor, a Sofia te la ganas si le das una rosquilla.—Volvemos a reír. 
Miro a Bárbara en la lejanía, ella me ve y me guiña un ojo. 



—Romeo, espero que sepas cuidarla.—Me dice Beatriz. 
—¿De qué hablamos por aquí?—Dice sorprendiéndonos Bárbara.
Política—Digo al tiempo que Beatriz responde—Fútbol.
—Así que hablan de mi...—Dice sonriendo Bárbara. 
—Cosas buenas, nena.—Le dice su amiga. 
—Eso espero.—Bárbara me mira con diversión en los ojos.
—Bue..., aquí.., yo, mejor me voy.—Dice Beatriz saliendo casi corriendo. 
Bárbara toma asiento en donde anteriormente estaba Beatriz. Yo miro al frente pero se que ella me ve, sonrío. Bárbara besa el lóbulo de mi oído. Yo muerdo mi labio, le doy la vuelta a mi cara y la beso. No me importa quien me mire, es mi mujer, maldita sea. 
—Cásate conmigo.—Le digo sonriendo. 
Bárbara ríe mientras niega con la cabeza. 
—Estás loco.—Me besa.
—Por ti.—La beso otra vez.—Mira, esta gente ya está aquí, buscamos al padre en el pueblo, le pagamos si no quiere venir, tu estas de blanco ¿Qué saldría mal?—Nos reímos.
—Santos una boda no se planea así como así...—Amo cuando sonríe.
—Entonces ¿Qué te parece si nos vamos mañana a las vegas?—Le susurro en el oído. 
—¿Solos?—Me pregunta. Dios, como diga que si, ya estaremos en ese avión hoy mismo. 
—Tú y yo, bebé.—Le digo mientras la beso. 
—¿No crees que a tu madre le de algo?—Se ríe. 
—Mi madre quiere más a Felix, ese será su castigo.—Bufo. 
—Eso no es verdad. Se nota que tú eres el ojo derecho de tu madre.—Yo me rió.
—Nada que ver, cielo.—Le digo. 
—Cuando tenga un hijo lo voy a criar como tu madre lo hizo con ustedes...
—Querrás decir, cuando tengamos nuestros hijos...
Si señora, con muchas ''s''. 
—¿Espera estás diciendo que tendremos más de uno?—Pregunta abriendo la boca.
—Sip. Ocho, para se exactos.—Le confirmo. Bárbara suelta una gran carcajada.
—¿Ocho hijos? —Se ríe más fuerte—Dos.—Negocia. 
—Ocho.—Le digo.
—Tres como mucho.—Dice tratando de ponerse seria. 
—No, como mucho cinco, tomamos un descanso y luego los otros tres que nos faltan.—Sonrío orgulloso de mi. 
—Estás echo un loquito, mi amor.—Me besa. 
—Por ti, y por mis ocho hijos.—Digo sonriendo.

  
Mi madre se acerca a nosotros con una sonrisa. 
—Bárbara estoy muy feliz de que te nos unas a la familia, hacía falta una mujer más.—Dice riendo. Felix que pasaba por ahí nos mira y dice.
—Nuestros padres pensaban que Santos era gay.—Y se va. Bárbara me mira con una enorme sonrisa divertida. 
—¡Felix Luzardo!—Le grita mi madre.
Si, ese es mi jodido hermano. 
—Bueno, como te decía Bárbara—Continúa—Me hace muy feliz ver que haces a mi hijo ser muy diferente a lo que el antes era, un cascarrabias. 
—Madre, por Dios.—Le digo. 
—Lo eras.—Dice ella mirándome seria.
—Lo es.—Dice Bárbara riendo. Yo abro la boca mirando a estas dos.—Ya no es tanto, pero lo es.—Me besa en la mejilla mientras yo niego con la cabeza ocultando una sonrisa. 
—Quería decirte que está mi ayuda en tu disposición para cuando quieran empezar a planear su boda—Bárbara se atraganta con su bebida, y yo suelto una enorme carcajada. 
—Eh, Asunción, gracias, la verdad pero ahora no...—Trata de explicar Bárbara.
—Aun no madre, Bárbara tendrá sus motivos.—Le suelto esa. 
¡BOOM, SEÑORITA! 
Bárbara me mira con el ceño fruncido y con la boca abierta. 
—¡Ay, Bárbara nada me haría más feliz que ver a mi niño casado con una buena mujer como tú!—Dice mi madre conteniendo sus lagrimas.—Veo que Felix es un caso perdido.
—¡Salud!—Grita el nombrado.
¿Como carajos puede escuchar con la distancia que hay entre nosotros?
—Asunción...
—¡Y los nietos! ¡Qué alegría tener uno! 
—Madre, la estás asustando...—Dije con fingida desganas.
Bárbara me apretó la pierna con su pequeña mano. 
—Oh, disculpa, sé que todo esto es nuevo pero es que me emociono al pensar que mi pequeño Santos encontró el amor.—Me miró a los ojos y sonrío. 
—Hay tiempo de sobra, Asunción. Yo no me voy a ir a ningún lado.—Bárbara me besó en la mejilla. 
—¡Qué lindos!—Gritó mi madre.—Me alegro tanto, ya quiero que conozcas a mi hermana Cecilia la vas a amar.—Dijo tomando su mano y estrechándola.
Cuando mi madre se fue un momento con la excusa de ir a la cocina Bárbara me miró sonriendo.
—Olvida lo que dije. Ni Felix ni yo somos los favoritos..., ahora eres tú.—La beso. 
—Mentiroso.—Me besa de regreso. Con disimulo llega hasta mi erección y la aprieta con más fuerza de la necesaria, siento como mis pulmones se quedan sin aire. 
—¿Tendré mis motivos para no casarme?—Me susurra—¿Y qué es eso de hacerte el indefenso sobre que no quiero tener hijos?
—¿Por qué no mejor dejamos esta pelea para cuando estemos desnudos?—Le murmuro.
—Estas muy seguro de que hoy estaremos desnudos... 
¿Está retándome? 
—¿Y por qué piensas tú que no esteremos desnudos?—Pregunto.
—Acabas de tomarme, y ¿Qué excusa digo para volver a salir?
Oh, claro que la tome. 
—No necesitas ninguna. Yo pasaré a buscarte, no te desnudes, déjame eso a mi.
Veo como Bárbara se sonroja un poco y es lo más hermoso que he visto. Paso mi mano por sus mejillas sonrojadas y las beso.
—Me encantas...—Le susurro. 
Bárbara se muerde el labio. Amo como huele, amo su sonrisa y su risa. Amo como me toca, y amo cuando me ve, porque cuando lo hace tiene un brillo especial. Esta mujer es perfecta y no la quiero perder. 



Por eso soy así con ella, quiero que vea que la valoro, quiero que sepa que tal vez no sea perfecto o el mejor novio pero que puedo dar lo mejor de mi. 
Nos acercamos a Eustaquia y a Casilda que ambas ríen pero al vernos disimulan su risa.
—A ver, ustedes dos ¿De que se ríen?—Le pregunta Bárbara tomando asiento en la única silla. Yo tiro de ella a mis brazos y me siento yo, ella me mira con los ojos entrecerrados pero antes de que diga algo la pongo en mis piernas. Mi nena no pesa nada. 
—Pues aquí tu nana me está contando algunas cositas de ti...—Le contesta Casilda. 
—Yo estoy interesado en oírlas.—Digo riendo. 
—Ay no, por favor.—Dice Bárbara.

Eustaquia sin hacerle caso empieza hablar sobre la infancia de Bárbara, sobre lo tremenda que era -Y sigue siendo- Casilda y yo reíamos mientras que Bárbara solo bufaba y rodaba los ojos. 

Con disimulo siempre que podía le mordía en hombro haciendo que ella diera pequeños brincos sobre mi. Esto es muy divertido...
Ninguno de los dos podía mantener sus manos alejadas del otro. 
No veo la hora de estar con ella, de poder hacerla mía como es debido. No como en el despacho, me encanta oírla gritar. (No por eso lo que pasó en el despacho fue menos satisfactorio). Pasa que amo como Bárbara grita mi nombre cuando llega al orgasmo, amo cuando rasguña mi espalda y malditamente amo cuando está completamente desnuda. 
Esa mujer nació para ser mi muerte. 
Eustaquia cuanta anécdota del primer novio de Bárbara, basura.  Cuando fue la primera vez que tomó, cuando cocinó por primera vez y la fiesta que montó cuando tenía 18. 
—Bueno, vieja ya has hablado demás—Dijo Bárbara— Casilda porque no mejor tú empiezas a sacar los trapos sucios de Santos...—Dijo Bárbara riendo. 
—Ay no...—Me quejo. 
—Ay si.—Dijeron las tres al mismo tiempo. 
Casilda empezó hablar sobre mi niñez, sobre mis travesuras con Antonio y Felix. Sobre como peleábamos en la escuela, blah, blah. Y sobre todo no podía faltar nuestras noches de borrachera. 
Bárbara entró en la cocina para buscar un nuevo vaso, yo no perdí una oportunidad y fui tras ella. 
Bárbara sintió mi presencia y se dio la vuela, ella me sonreía. Que linda, por Dios. 
Sin decir nada fui hasta ella y la besé, devoré sus labios con autentica pasión, con tanta hambre que quedamos sin aire.


Tanta así que empezamos a jadear, Bárbara y yo nos separamos justo en el momento en que mi padre entraba en la casa sin dirigirnos si quiera la mirada, lo único que sonó en esos momentos fue el sonido de la puerta de su habitación al cerrarse. 
Bárbara suspiró, se que ella también está consternada por lo que haya pasado con nuestros padres. Sea lo que sea que pasó tuvo que ser grave para que se estén comportando como lo están haciendo.  Lo que me molesta es que están haciendo que Bárbara se preocupe, no señor, eso no se lo consiento. 
Esperaré a que Bárbara y su familia se vayan, no quiero montar un númerito aquí.


Ambos salimos sin decir nada, nos sentamos en un rincón un poco alejados de los demás. 
—Le has caído demasiado bien a mi madre.—Le digo para hacer que piense en otra cosa.
—Es un amor.—Dice sonriendo solo un poco.
—Beatriz me dio su aprobación.—Digo sonriendo. 
—Ya la tenías desde antes.—Ríe—Me sorprendió lo rápido que te tomó afecto...
—¿En serio? ¿Por qué lo dices?
—Con mis anteriores parejas no fue así..., hay veces en los que Bea puede ser muy fría..., pero tienes que conocer su historia para saber porque actúa así. Es tierna, graciosa, amable, tiene tantas cualidades, Santos.  Pero es fría..., sólo espero que un día un buen hombre haga derretir todas sus barreras y que ella sea feliz. 
—¿Tan feliz como tu lo eres?—Le pregunto mirando sus bellos ojos ahora un poco tristes.
—Tan feliz como yo lo soy, mi amor.—Me abrazó. Mi corazón se rompió al sentir que Bárbara estaba llorando, la abracé más fuerte y besé su cabello.
—¿Qué pasa, princesa? ¿Por qué lloras?—Le pregunto secando sus lagrimas.


—Es..., son nuestros padres, es el tuyo, el mio, es Asdrubal, Luisana. Esto se nos sale de las manos, Santos.—Dice sin dejar de temblar, me quito la chaqueta y se la pongo. 
—Lo lograremos, cielo.—Tomo su cara entre mis manos—Prometo que cuidaré de ti y de nuestra relación, prometo que lucharé contra todo eso que nos haga daño.
—¿De verdad, Santos?—Me mira esperanzada.
—Te lo juro, mi amor.—Sello mi promesa con un beso. 
Hoy Bárbara me dejó ver una nueva faceta de ella, Bárbara es débil, no siempre pero lo es. Me encanta ir conociendo cosas nuevas de ella, es interesante. 


—Prométeme que esta no será una relación más.—Me pide. 
—Bárbara, prometo amarte hasta el fin de mis días, prometo que voy hacer que te sientas orgullosa de mi, prometo que nunca te vas arrepentir por estar conmigo, prometo tratarte como una dama, como una princesa.—Le digo con el corazón en la mano. 
Es normal que esté así, yo lo estoy. 
—Es que son tantos obstáculos...
—Obstáculos que juntos sobrellevaremos lo mejor que podemos.
Quisiera llevarla a mi habitación y despojarla de toda duda, recordarle que soy suyo y que ella es mía, borrar con mis besos sus lagrimas. Pero no, ahora no.
—Te amo, Bárbara. Y solo tú tienes mi corazón. Palabra de Luzardo.—Le recuerdo mientras beso sus mejillas húmedas. 
—Santos Luzardo, eres un cursi...—Dice mientras sonríe.—Eres el amor de mi vida, y prometo que daré lo mejor de mi para que tu estés orgulloso, prometo cuidarte...
—¿Hasta que la muerte nos separe?—Le digo sonriendo. 
—Hasta que la muerte nos separe.—Contesta ella riendo. 
Abrazo a Bárbara y le dio unas cuantas vueltas en el aire haciendo que ella ría. 
Esto es lo que me gusta, a mi novia riendo. 
Nos sentamos junto a Felix que hablaba muy a gusto con Gonzalo. 
—Quiero agradecerte Bárbara.—Dice Felix.—Mi hermano era un señor distante, serio, malhumorado..., era como mi padre.—Susurra eso ultimo—Pero míralo ahora, todo un Don Juan, me encanto lo que veo, hiciste un buen trabajo con él. 
Bárbara y Gonzalo reían por las caras de Felix. 
—Ja-Ja, calla, payaso.—Le digo en broma. 

Las horas pasaban y Bárbara y su familia se tuvieron que marchar por lo tarde. Subí a mi habitación y me aflojé la corbata, me quité algunos botones y me remangué la camisa. 
Algo andaba en mi cabeza, y conociéndolo el no estaría durmiendo.
Toqué con los nudillos su puerta, pasé cuando me dio paso. 
Mi padre se encontraba en la cama con un libro, no tenía la camisa. 
—Se fueron.—Le avisé.
—Ya era hora.—Contestó. 
—¿Perdona?
—Se iba a ser más tarde y el camino podría haberse puesto peligroso.—Explicó. 
—¿De donde se conocen?—Le pregunté de una.
—Eso no te incumbe.—Dijo mirándome a los ojos, pero el no me asusta.
—Si me incumbe, ese señor será mi suegro y te guste o no lo verás más veces por aquí.
—No me hables de esa manera.
—Disculpa pero no te estoy faltando el respeto.—Le gruño.
—Lo haces al insinuar que te casarás con esa joven.—Gruñe más fuerte. 
—Lo haré, Bárbara es el amor de mi vida.
—¿Pero qué dices, Santos?—Me grita.
—Lo que oyes. Esa ''Joven'' Será la señora Luzardo y por ende la señora de Altamira, la madre de mis hijos osea tus nietos.—Le digo en grito.
—Te lo prohíbo.—Me señala con un dedo.
—Ya estoy grande para que me anden prohibiendo algo.
—Aléjate de ella, aléjate de Antón Guaimarán. 
—¿¡Por qué!?—Le grito.
—¡Por qué lo digo yo!—Me grita más fuerte 
En la habitación entra Gonzalo, mi madre y Felix asustados. 
—¿Qué pasa?—Pregunta mi madre viéndonos asustada.
—Ella solo es un capricho.—Me dice mi padre haciendo caso omiso a las preguntas de mi madre.
—No lo es.—Le contesto. 
No puedo creer que esté tan ciego, que piense que no puedo amar y estar tranquilo. 
—Santos hablo en serio.—Me grita.
—No necesito ni tu aprobación, ni tu consentimiento. —Y al decir todo esto salgo como alma que lleva al diablo de la habitación. 
Escucho las quejas de mi madre y los grito de mi padre, algunos grito de Felix y Gonzalo. 
Salgó al jardín y me pasó las manos por el cabello.
Siento unos pasos atrás de mi y luego una cálida mano en mi mejilla. Mi madre me mira con una pequeña sonrisa que soy incapaz de devolver. 
Estamos en silencio por lo que parece mucho rato.
—Disculpa a tu padre.—Me susurra. 
Sinceramente no la entiendo, lleva más de veinte años casada con ese hombre ¿Como lo aguanta? Estoy seguro que mi padre no sabe siquiera el tipo de mujer que tiene al lado, todo cambio cuando nos fuimos a la Capital, ahí se volvió frío y distante y se que aunque ella no lo diga le duele, más de una vez la eh oído llorar por las noches cuando papá no llegaba del trabajo. 
—No entiendo su comportamiento.—La abrazo. 
—Ni yo...—Susurra. 
—¿Como es posible que prefiera a Luisana y no a Bárbara?—Le pregunto besando su cabeza.
—No tengo ni la menor idea, Bárbara es increíble. —Dice sonriendo.
—Veo que te ha caído muy bien.—Me rió un poco.
—Es perfecta para ti, Santos.
—Lo es, mamá.—La abrazo más fuerte. 
Nos volvemos a quedar en silencio mirando a la luna. 
—Ahora solo te falta encontrarle pareja a Felix y a Gonzalo.—Ambos soltamos unas carcajadas. 



Y ahora que lo recuerdo..., tengo que hablar con mi hermano. 
—Iré arriba con tu padre.—Me besa la mejilla—Buenas noches, mi niño.
—Buenas noches, mamá.—Igual beso su mejilla. 
Cuando sube y entra a su habitación yo voy directo a la de Felix, la abro sin llamar primero y me lo encuentro con una toalla solamente. Se ha debido de ir a bañar. 
—¿No te han dicho que tienes que tocar primero?—Me mira divertido.
¿PERDÓN? Vivo peleando con el las veinticuatro horas del día por eso mismo. 
Le gruño haciendo que el riera. 
—¿Algo que quieras contarme?—Le pregunto sonriendo.
—Nope.—Dijo secando su cabello con otra toalla. 
—¿Bromeas?—Le digo tirándole un cojín. 
—Nou...
—Felix.
—Santos.
—Ya.—Esto es muy molesto.
—¿Ye?—Es un niño.
—Yi...—Ruedo los ojos.
—YO.—Sonríe más grande. 
—Yu.
—El burro sabe más que tú.—Ambos reímos. 
—Ahora en serio, ¿Qué harás con Sofia?—Le pregunto serio.
—Nada.—Se encoge de hombros.
—¿Nada?—Le pregunto sin entender. 
—Si, nada. Le pedí una cita y no acepto, si se va a comportar como una niña, venga ya, yo también lo haré.—Dice, y yo sigo sin entender. 
—¿Pero te gusta?—Le pregunto extrañado.
—Claro, te estoy diciendo que va a ser mi esposa.
Joder, no lo entiendo. 
—Mira yo no entiendo nada pero voy hacer como que te apoyo.—Le digo levantándome.
—¿A donde vas?—Me pregunta. 
—Voy por la que también será mi esposa. 



 Dejo a mi hermano con una sonrisa en la boca. Altamira está en silencio, todo ya está oscuro. Voy hasta mi caballo y me monto de un salto.
Espero que Bárbara no se haya dormido.
Cabalgo por la sabana, ya es más de media noche y la verdad es que no veo casi nada. 
Me pongo a pensar en cosas bonitas, como la playa, la música.... para no pensar en cosas como una película de terror o el silbon o la llorona. 
Se me cruza una idea por la mente. ¿Y si me voy de vacaciones con Bárbara? Alejados de todos. Francia. Marbella. Cancún.  Lejos de aquí, muy lejos. 
Lejos de Luisana, de mi padre, del suyo, de Asdrubal, lejos de los problemas. 
Tengo una casa en Marsella. Nunca eh llevado a nadie allí, solo hemos ido Gonzalo, Felix y yo. Y ni siquiera metimos a ninguna mujer. 
Tal vez a Bárbara le guste ir a Francia conmigo... 



Un tiempo lejos de todo es lo que necesitamos. Hoy me lo demostró, hoy me hizo saber lo mucho que todo esto le afecta. Será una sorpresa, esperaré para tener todo listo. 
Sin darme cuanta ya había llegado al Miedo. En silencio ato al caballo y aun en más silencio voy hasta la ventana del cuarto de Bárbara y con cuidado me subo, es la ventana del baño, cuando iba abrir la puerta escucho como la puerta del cuarto de Bárbara se abre y la escucho pelear con ¿Su padre? Creo.
—Sólo quiero que me digas ¿Que pasó con el padre de Santos?—Sin verla se que tiene el ceño fruncido. 
—Y yo te lo vuelvo a decir, no te incumbe.—Le gruñe él.
—Me incumbe, papá. Te recuerdo que es el padre de Santos y quiero saber porque se miraban de esa forma.—Le gruñe ella de vuelta. Me pego más a la puerta sin hacer ruido. 
—Bárbara, solo te voy a pedir que te alejes de Santos, que te alejes de ese señor que no te conviene.—Le dice. Vaya, pareciera que estuviera escuchando a mi padre...
—No me pidas eso, no lo haré.—Bárbara sube la voz.
—Aléjate de los Luzardos.—Le grita.
—Ni tú ni nadie me va alejar de Santos. ¿Tan difícil es para ustedes comprender que lo amo?—Le grita. 
—Bárbara, solamente es un hombre más..., te cansarás de él. O el lo hará de ti, no están destinados a estar juntos.—Le murmura con los dientes apretados. Yo frunzo el ceño lo más que puedo y evito gruñir.
—¿Y tú que vas a saber? ¿Que sabes de lo que siente Santos por mi o yo por él? ¿Te has molestado en conocerlo? No porque su padre y tu tengan sus diferencias Santos tiene que ser igual a él.—Le grita.
—Vienen del mismo árbol. Son de la misma madera, te estoy evitando un sufrimiento. 
—No voy a sufrir. Mírame, papá..., soy feliz con él. Lo amo y me ama.
—¿Y cuanto va a durar eso?—Le gruñe. 
—Hasta el final de mis días.—Le susurra.
—Bárbara, solamente es un novio más, uno más de los que has tenido.
—No, papá. Con Santos lo quiero todo, o nada.
—¡NO PUEDO CREER QUE ESTÉS HABLANDO DE ESA MANERA! ¡Es un Luzardo! ¡No lo consiento!—Le grita. Infeliz, aprieto los puños al costado.
—No porque tu hayas sufrido en el amor significa que yo también deba ser infeliz.—Le grita Bárbara perdiendo los estribos.
—Bárbara Guaimarán.—Le grita su padre.
—Vete.—Le murmura, se que está apunto de llorar. 
—Cielo..
—¡Vete!—Le grita enojada. Su padre sale de la habitación dando un portazo.
Espero a que se tranquilice, se que estará a punto de llorar y eso me vuelve loco. Mi nena...
Salgo de cuarto de baño y me la encuentro tirada en la cama con los ojos cerrados y algunas lagrimas por sus mejillas. 
—¿Desde cuando estás ahí?—Me pregunta sin abrir los ojos.
—Lo suficiente.—Le susurro acostándome a su lado para abrazarla.
—¿Lo escuchaste? No entiendo que fue lo que pasó entre ellos para que ahora estén de esa manera...—Susurra. Seco sus lagrimas. 



—Ni yo, acabo de tener también una pelea con mi padre casi igual a la tuya...—Suspiro.— Bárbara, te doy mi vida, mi corazón y todo de mi. Quiero demostrarle a todos lo equivocados que están, quiero amarte hasta mi muerte, y si después de eso puedo seguir amándote lo haré.
Bárbara me besa, se que mis palabras la hicieron feliz, igual que las suyas hace un momento me hacen feliz a mi.
—Salgamos de aquí.—Me pide. Yo sonrío.
—A sus ordenes mi doña.
Bajamos con cuidado por la ventana, primero yo y luego ella, la llevo en brazos hasta el caballo. 
—¿Iremos los dos en un solo caballo?—Ella ríe.
—Quiero sentirte cerca. Y espero que no estés cansada porque lo que menos haremos esta noche será dormir.
Lleva todo el día poniéndome caliente, primero en el auto y luego en la cena, ja me pienso desquitar con su cuerpo y de la forma más placentera posible. 
Cabalgamos entre risas y uno que otro beso, voy por todo el camino besando su cuello, Bárbara pasa sus brazos por mi cuello.
—Contengase, Doña. No quiera hacerlo encima del caballo.—Le susurro. Bárbara se ríe aun más. 
Llegamos a la chusmita. Le dije a Pajarote en la mañana que se pusiera a trabajar en ella y eso hizo, vaya ni siquiera parece la misma. 
Bárbara la mira con la boca abierta.
—Woaa—Dice embobada. 
Espero que Pajarote haya cumplido con lo que pedí. 
—¿Entramos mi reina?—Hago un reverencia cómica hacia la puerta. Bárbara rueda los ojos y me toma de la mano. Ambos entramos, y Bárbara abre la boca impactada.  Hay botellas de vidrios con rosas por todos lados, todas ordenadas, solo tienen un poco de agua y una rosa, como lo pedí, también hay algunas velas por todo el lugar. Y la cama, que ahora en una grande, está vestida con unas sabanas de seda roja. 
—Me encanta.—Me dice ella dándome un beso.—Eres el mejor, papi Santos.—Ambos reímos. 
—Te amo.—Digo mientras beso su cuello. 
—Lo sé y me encanta.—Bárbara besa el mío. 
—Vas a pagar por los dos calentones que me hiciste hoy, señorita.—Le digo sonriendo con malicia. 
—No me gusta deber nada, doctorcito.
Y por fin hago lo que llevo toda la noche deseando, quito los lazo del vestido de Bárbara hasta tenerla solo en ropa interior. 
—Encaje.—Susurro. Bárbara me quita la camisa lentamente dejándome desnudo de la cintura para arriba. Pasa su uña por todo mi pecho jugando conmigo y mi poca paciencia.
Desabrocha mi cinturón y baja mi pantalón y ahora los dos estamos en ropa interior. 
Beso su cuello y sus clavículas, bajo hasta sus pechos si sigo bajando hasta su abdomen plano, beso su vientre, deseando tener un hijo con ella así tendríamos algo que nos uniera aun más. 
Me pongo de pies y sonrío mirándola Bárbara toma con posesión mi boca, yo aprieto su trasero y lo masajeo, le doy uno que otro azote haciendo que ella brinque. 



La dejo en la cama delicadamente, desabrocho su sujetador y beso sus pecho, Bárbara se arquea y muerde su labio, sonrió, esto es el tipo de cosas que amo, escucharla gemir y saber que el dueño de su placer soy yo, yo soy el único que hará que ella se sienta satisfecha. 
Continúo mi recorrido por todo su abdomen regando besos, ello a sus bragas y sonrío con malicia. Por fin, podré hacer eso que tanto me gusta, tiro de la delicada tela hasta romperlas. 
—Eran nuevas y...
—Me gustaban. Lo sé.—Ya he oído eso antes en ella, pero solo Dios sabe cuanto amo romperle la lencería. 
Quito la tela que estorba y beso el monte de venus de Bárbara haciendo que ella gima más fuerte, bajo hasta su feminidad y me entretengo ahí.
Me divierte ver como Bárbara se arquea y grita, como tira de mi cabello mientras mi cabeza está entre sus piernas.
—Santos.—Se retuerce. Cuando está a punto de llegar al orgasmo me separo de ella, que me mira de mala manera. Paso mi lengua por mis labios, la beso y ella me corresponde. 
—¿Estás molesta?—Le pregunto con diversión. Bárbara me mira con los ojos entre cerrados mientras jadea.—Cásate conmigo.—Le pido sonriendo. Bárbara niega con la cabeza y me besa. 




Deslizo mi mano por todo su cuerpo hasta llegar nuevamente a su feminidad, introduzco dos dedos en ella, Bárbara se vuelve arquear. 
Oh, nena, ya veraz lo que se siente dejar a un hombre con la calentura a mil.
Beso sus labios mientras muevo mis dedos en su interior. 
—Cásate conmigo.—Le susurro en el oído. 
—No.—Jadea.
—Si.—Meto mi lengua en su boca haciendo que ella gima más duro.
La verdad no me molesta que Bárbara me diga que no, me gusta insistir. Y además no es que digamos que casarnos ahora arreglarían nuestros problemas.
Nuestra respiración en un caos, cuando siento que Bárbara llegará a su orgasmo saco mis dedos rápidamente. 
—¡Ahs, maldición!—Grita exasperada. Me rió divertido, es una ternura. 
—¿Qué estamos aprendiendo de esto, Bárbara?—Le pregunto poniéndome encima de ella.
—Que no es bonito dejarte con la calentura.—Me dice con los dientes apretado. 
—Muy bien, mi nena ya aprendió la lección.—Digo besando su cuello.
—Te odio.—Me susurra.
—Me amas.—Beso su boca con posesión, es mía y quiero que lo recuerde siempre. 
Bárbara peina mi cabello para atrás y luego lo jala, me lleva a su boca. 
—Santos...—Murmura. Abro sus piernas mientras me quito mi calzoncillo, enrosco una de sus piernas en mi cintura. 
—¿En serio deseas esto?—Juego un poco más con ella.
—¡Solo hazlo!—Me grita. 
Uy, la doña se pone de mal humor si no la haces llegar al orgasmo..., anotado. 
Me introduzco en ella de un tirón haciendo que Bárbara jadee más, me acomodo un poco más en su interior y empiezo a embestirla rápido, lento, profundo. Bárbara clava sus uñas en mi espalda muy fuerte, tanto que siento como me empieza a sangrar, pero no me importa, eso me parece tan sexy. Se que me está marcando. 



Sin previo aviso, ahora es Bárbara la que me cabalga, ni siquiera se como eso pasó. Pongo mis manos en su cadera con demasiada fuerza, oye, yo también quiero marcarla... 
Gira su cadera con una lentitud que casi me mata, esto es el séptimo cielo. Llegamos al tan preciado y esperado orgasmo. 
Bárbara descansa en mi pecho, mientras yo juego con su cabello ella dibuja cosas en mi pecho. 



—Un dolar por tus pensamientos.—Le digo.
—Estoy pensando en las cosas que ocurrieron esta noche. A pesar de todo salió muy bien.—Me contesta.
—¿Te casas conmigo?—Le pregunto sonriendo.
—No.—Bárbara se ríe y yo con ella. 
Beso su cuello y su cara, me encanta besarla. 
—¿Lista para el segundo round?—Le pregunto antes de saltar encima de ella.
—Siempre, cariño.

Vaya nochecita la que nos pegamos, perdí la cuenta de los round que metimos ayer. Bárbara y yo solo dormimos unas dos horas, pues ella tenía que aparentar haber dormido en su camita y yo en la mía. 
Casi iba de puntillas entrando por Altamira cuando una voz casi me mata de un infarto.
—¿Noche movida?—Me pregunta Gonzalo con una sonrisa. 
—Algo.—Le digo bostezando. 
—Algo..., luces cansado.—Dice riendo.—¿No pararon en toda la noche?—Pregunta riendo.
—Cierra la boca, idiota.—Digo ocultando una sonrisa.
—¿Llegó a casa bien?—Me pregunta interesado.
—Si, hoy va a estar parte de la mañana en el Miedo arreglando unos papeles.—Digo tomando asiento en frente de él.
—¿Y tú que harás hoy?—Me pregunta alzando una ceja.
—Tengo que ir a pedirle explicaciones a un tal Asdrubal...—Le digo sonriendo con malicia. 
—Ou, ¿Puedo ir contigo?—Me pide emocionado.
—Gonzalo...
—Anda di que si, será emocionante ver como le pateas el trasero a ese maestrito de cuarta.—Solo le hace falta la cola y sacar la lengua. 
—Bien.—Suspiro. 



Gonzalo aplaude como un niño pequeño.
—Bien, pero antes tengo que hacer unas cosas en el pueblo.
—Venga, que te acompaño.—Dice sonriendo. 
Subo hasta a mi habitación pensando en Bárbara y la maravillosa noche que pasamos. Me quito mi camisa y doy la vuelta para ver las marca de las uñas de Bárbara, Dios, vaya fiera que está echa. Me río un poco de todo esto. Me termino de desvestir y entro en la ducha. Arqueo la espalda cuando el agua hace contacto con los arañazos. 
Voy muy puesto con lo del viaje, voy muy puesto en hacerla mi esposa y malditamente voy muy puesto en tener ocho hijos con ella. 
Necesito pasar por el pueblo para comprar unas cosas para la hacienda, pero después de eso, ese profesor de pacotilla se las verá conmigo. ¿Quien se cree que es para andar enviándole flores a mi mujer? ¿Cantándole? Nada de eso, para esas cosas estoy yo. 
Salgo de la ducha, me visto con unos vaqueros y una camisa de los Beatles. Bajo y me encuentro a mi padre sentando leyendo su periódico y bebiendo café. Paso por su lado como si nada y voy directo a la cafetera. 
—Buenos días.—Murmura al ver que yo no tenía  ni la mínima intención de saludar.
—Buenos días.—Lo cortés no quita lo valiente. Y sin dejarlo decir más nada salgo con mi café en mano.
Me lo tomo en el sillón mientras espero a que Gonzalo baje. Gonzalo puede tardar más que una mujer en arreglarse. 

Cuando llegamos al pueblo compramos unas cuantas cosas, Bárbara me pidió que cercáramos nuestros limites, me parece un poco absurdo pero igual le hago caso. 
Una vez compramos todo mando a mis peones con eso al Miedo. Gonzalo mira todo el pueblo con curiosidad. Su sonrisa nunca falta, me detengo al ver unas caras conocidas. Beatriz está junto a Sofia en un puesto de revistas, sin dudarlo voy hacia ellas.
—¡Santos!—Me saluda Sofia con su enorme sonrisa. Gonzalo al pararse junto a mi cambia su imagen y se vuelve serio. Raro en él.
—Beatriz te presento a Gonzalo.—Le digo al ver que ninguno de los dos dice algo. 
—La señorita y yo nos conocimos anoche antes de la cena. Permiso.—Y sin decir más sigue su camino hacia adelante. Más raro aun. 
Miro a Beatriz que tiene el ceño ligeramente fruncido. Sofia me mira igual, tiene que estar tan confundida como yo. 
—¿Y Bárbara?—Pregunto cambiando el tema.
—Se quedó arreglando unos papeles de la hacienda.—Me contesta Beatriz con la mirada perdida al frente.—Se le veía cansada y feliz...—Ahora me ve con una sonrisa.—Fueron muy silenciosos porque ni cuenta me dí.—Dijo haciendo que Sofia riera. Puedo sentir un pequeño rubor corriendo por mis mejillas.
—Tal vez fue porque no estuvieron en la casa...—Dice Sofia con desdén.

 —Te has puesto rojo—Dice Beatriz riendo.
—Miren mejor sigo mi camino.—Me despido—Le dan mis saludos a Bárbara.—Le guiño el ojo.
—¿Con beso y todo?—Pregunta Beatriz. 
—Mejor deja que yo le de el beso.—Le digo yéndome. Las escucho reír. 
Unas calles más abajo me encuentro a Gonzalo viendo una tienda. 
Cuando me ve se dirige hacia donde yo estoy.
—¿Por qué fue tu comportamiento?—Le pregunto.
—Tenía mejores cosas que hacer que estar parado ahí.—Me responde cortante. 
—Vamos... ¿En serio crees que me voy a comer eso?
—Eso espero.—Rueda los ojos.
—¿Te gusta Bea?—Le pregunto sonriendo.
—No.
—Si.
—¡No!
—¿Ni un poquito?—Juego con su paciencia.
—¡Santos!
Es divertido por una vez ser yo el que lo saque de sus casillas.
—Qué delicado...

Ambos caminamos en silencio por el pueblo.
—Y que sepas que no me gusta.—Murmura.
Yo me rió de su comportamiento, parece un niño.
Llegamos al muelle y me encuentro con una cara que no quiero volver a ver. Asdrubal. 
Está hablando con unos hombres, cuando ellos se van me acerco hasta que él me ve y sonríe.
—Vaya, mira a quien tenemos por aquí...,Santos Luzardo, es un honor tenerte por aquí.—Dice sonriendo. Sonrío sin humor.—¿A qué debemos su presencia? 
—Quiero que me expliques el que te traes con mi mujer.—Le suelto de una vez, quiero terminar con esto.
—¿Tú mujer?—Pregunta riendo.—¿Hablas de esa que fue mi mujer y que pronto lo volverá hacer?—Pregunta el sonriendo. Aprieto los puños, pero simplemente sonrío. Me acerco al él y cuando estamos cara a cara le susurro.
—Aléjate de ella.

Asdrubal me da un puño en el estomago que me hace doblar, Gonzalo viene corriendo hacia mi pero uno de los hombres de Asdrubal lo detienen y en seguida empiezan a pelear. Me levanto y le devuelvo la sonrisa a Asdrubal, cierro mi puño y se lo llevo a la cara. Asdrubal se queja y maldice. Se lanza hacia mi y empezamos a pelear como animales. Me golpea, le golpeo. Acierto en todos mis golpes, mientras que él casi consigue golpearme. Si, señor le estoy dando la paliza de su vida. Miro a mi alrededor y muchas personas más también pelean ¿Por qué razón? Ni idea. Gonzalo se defiende de un imbécil que cae rápidamente en el suelo quejándose. Siento la sangre que sale de mi ceja y mi nariz. Asdrubal tiene ya un ojo hinchado.
Seguimos peleándonos como si quisiéramos matarnos. Cojo del cuello a Asdrubal y el hace lo mismo.
—Déjala.—Me grita. 
—Déjala tú.Aprieto mi agarre. 
—Estábamos bien hasta que tu te entrometiste, Luzardo.
—¿Bien?—Me rió—Yo no tengo nada que ver, Asdrubal. Yo solo terminé lo que tú empezaste, Bárbara te superó, ya no te quiere—Le grito.—Yo si la voy amar, nunca la engañaré.—Le digo riendo antes su cara de disgusto. Me golpea pero yo soy más fuerte, esquivo sus golpes, golpeo su nariz su ojo, su estomago. 
Todo hasta que oímos unos tres disparos. Todos quedamos en silencio y sin movernos. Antón nos miraba a los dos con su ceño fruncido.
—Si no quieren que los próximos disparos sean para ustedes ¡Separense!—Dijo apuntándonos con su revolver—  Y todos ustedes, partida de inútiles, vayan a trabajar.—Dijo gritando. 
Asdrubal y yo nos separamos apurados, ambos evitamos la mirada de Antón, sin más este se fue sin decir más nada. 
Por su mirada se que estaba ¿Divertido? Complacido quizás. 
—Imbécil.—Me gruñe Asdrubal.
—Inútil.—Le contesto gruñendo.
—¡Ustedes dos partida de idiotas!—Ambos nos congelamos al oír a Bárbara gritar. 
—Bárbara...—Empezamos a tartamudear.
—¡Se callan!—Nos grita. Gonzalo está igual que nosotros, congelado en el sitio. 
Bárbara nos mira a Asdrubal y a mi, respira pesadamente y se que se está controlando para no armar un escándalo. 
—Parecen dos niños... ¿Quieren que los trate como tal? Pues bien.—Bárbara nos toma por las orejas a los dos. 
Joder como duele, duele hasta más que los golpes de Asdrubal.
Nos lleva para el despacho que hay en un barco. 
—No se muevan y no hablen.—Nos grita antes de salir. 
Ambos nos quedamos en el mismo sitio haciendo eso mismo que ella nos pidió. Sip, mi niña es toda una fiera.
Entra nuevamente con Gonzalo de la oreja, este se viene quejando a gritos. 
—¡Bárbara!—Se queja. Bárbara lo deja de mala manera en otra silla. 
—Quiero una explicación sobre esa estupidez que hicieron.—Dice arrastrando una silla y sentándose. Ninguno de los tres emite una palabra.—¡Hablen!—Grita.—Uy, parece que el ratón le comió la lengua..., Asdrubal, si te gusta tu trabajo tienes prohibido volver armar un escándalo de este tipo.—Le dijo viéndolo.—Ahora largo.—Asdrubal no dijo nada solo se levantó y se fue.—Santos Luzardo eres un idiota, ¿como se te ocurre venirte a golpes con Asdrubal OTRA VEZ?—Me pregunta más calmada.—Y tú Gonzalo Zuloaga, tenías que detenerlo.., no agarrarte tú también a golpes.—Bárbara se levanta y busca un botiquín. Se sienta frente a Gonzalo y ni me mira. Empieza a curarlo, aplica alcohol con cuidado. Gonzalo sonríe complacido con su trato, se que lo hace para molestarme. Son tal para cual. 





Cuando termina con Gonzalo ni me mira. Me pasa el botiquín, yo trato de reprimir una sonrisa. 
Gonzalo nos mira a ambos. 
—Yo iré a ver si afuera está lloviendo.—Dice saliendo. 
Bárbara está de espalda a mi, dejo el botiquín en el estante que tengo al lado y me levanto. Ella ni siquiera se voltea. Me abrazó a su cintura y hundo mi cara en su cuello. Ella suspira bajito.
—¿Qué voy hacer contigo?—Me pregunta y se que está sonriendo.
—¿Amarme?—Beso su cuello. 
Bárbara se suelta y se da la vuelta, acaricia mi mejilla mientras me ve, beso su mano. 
—Mira como te dejó ese animal.—Susurra. Se que no es nada grave, unos simple magullones. Bárbara hace que tome asiento. Ella jala una silla y la pone en frente, toma el botiquín. Yo niego con la cabeza. No dejo que se siente en la silla. La siento en mis piernas, así es mejor. 
El alcohol me arde cuando me lo aplica en la ceja. Bárbara ríe un poco. Cuando acaba hundo mi cabeza en sus pechos. Bárbara se ríe con fuerza.
—Salgamos de aquí antes de que mi padre venga.—Me murmura.
—¿Estás enojada?—Le pregunto levantándome. 
—Un poquito.—Dice sonriendo. Le doy un beso corto. 
—¿Y ahora?
—Hmm...—Cierra y ojo y luego el otro. Devoro sus labios con posesión. 


Salimos del despacho de la mano, nos encontramos con Gonzalo que estaba jugando con su teléfono unos metros alejados. 
—¿Ya follaron?—Nos pregunta sonriendo. Bárbara se ríe, y yo niego con la cabeza.

Nos sentamos en una cafetería, Bárbara me cuenta que venía con su padre porque estaban buscando unos materiales, los tres hablamos de la cena de ayer y tocamos el tema de nuestros padres, Bárbara nos contó un plan y yo acepté encantado. Si ellos no nos lo pensaban decir, pues sabemos de alguien que si.

Bárbara y yo nos tuvimos que despedir, pues ella iba al Miedo y yo tenía que ir a cambiarme a Altamira. 
Cuando entramos a Altamira mi madres está en la sala leyendo un libro, pero su cara al vernos se descompuso.
—¿Santos, Gonzalo pero que les pasó?—Pregunta levantándose.
—Nada, mamá una pequeña pelea.—Respondo dándole un beso en la mejilla al igual que Gonzalo.
—¿Una pequeña pelea?—Grita —Mira como vienen.

Después de una gran charla de mi madre pudimos subir y cambiarnos, cuando volví a bajar. Mi padre también estaba en la sala que al verme frunció el ceño, pero yo no me paré y seguí caminando hasta salir de la hacienda. 
Fui en la camioneta hasta el Miedo. 
Cuando llegué habían unos cuantos trabajadores por el lugar, todos me miraban. Entré en la casa y Eustaquia salió para recibirme, perfecto. 
—¡Niño, Santos!—Saludó.—¿Pero qué le pasó?—Pregunta llegando hasta mi. 
—Tuve una pequeña pelea.—Sonrió y beso sus mejillas.
—¿Con Asdrubal?—Más que una pregunta fue una afirmación. Yo asiento con la cabeza y ella niega con la suya.
—Eustaquia, vengo por unos papeles.—Le miento.
—Pasé mi niño, creo que Bárbarita está en el despacho.—Me informa.
—No recuerdo donde queda el despacho...—Le miento.
—Por aquí.—Me informa, Eustaquia me acompaña hasta la puerta, la abro y la invito a pasar. Ella me mira sin comprender. La silla se voltea haciendo que Bárbara se vea.
—Pasa, Eustaquia.—Eustaquia la mira con los ojos abierto y pasa. Yo cierro con pestillo la puerta. 

Los dos tomamos asiento, puedo ver que Eustaquia está nerviosa.
—Tranquila, vieja.—La calma Bárbara sonriendo.—Estás aquí porque tú sabes perfectamente que es lo que pasa con nuestros padres.—Bárbara sonríe con malicia.—Y esperamos que tú nos lo cuentes.