viernes, 26 de junio de 2015

Capítulo 9.


La posa de los suspiros. Es ahí donde me encuentro, pero pareciera un lugar distinto. 
Está decorada con pétalos blancos por todo el suelo, luces como las que ponen en navidad parecían flotar en el aire, una mesa redonda con un mantel blanco y un ramo de rosas blancas, una botella de champagne y platos con tapas plateadas cerrados. Un escenario en la parte de atrás con muchas más luces de navidad. Quedé impresionada por tanta belleza, es increíble que Santos hubiera echo tal cosa por 
—Es lo más bonito que alguien pudo haber echo por mi, Santos.—Susurré.—Gracias, cariño.
—Te mereces estoy y más.—Sonrió y lo beso.



—Te amo, Santos Luzardo.—Le digo sonriendo.
—Yo más.—Antes de que pueda protestar de que yo lo quiero más me besa.
—Espero que tengas hambre.—Me sonríe con ternura.
—¿Tú cocinaste?—Pregunto con miedo.
Santos + Cocina = PELIGRO.
Trato de no parecer tan sorprendida cuando destapa la comida humeante, se me agua la boca.
—Una parte de mi dice: Miente di que lo hiciste tú—Me siento en la silla que el caballerosamente me ofrece—Pero la otra dice: Di que lo hizo Casilda.—Ambos reímos. 
—Veo que la cocina no es lo tuyo.—Me río de su cara sonrojada. 
—Pero si se planchar.—Me guiña el ojo. 
Comemos entre risas. casi me ahogo cuando Santos me cuenta su intento fallido de hacer panqueques, de tan solo imaginar a esos cuatros tontos el bolo. 
—Y luego llega Casilda y nos ve todo llenos de masa, y casi le da un infarto.—Volvemos a reír.
—Pobre mujer.—Me río
—Bueno no te quejes que mira que tu no eres mejor, ya hablaré con Eustaquia.—Me guiña el ojo.
—Uy—Me lamento fingidamente—Creo que es un empate.—Reímos, estoy tan enamorada de este hombre que miedo me da.
—Estás hermosa.—Me sonrojo levemente.
—Gracias.
—No veo el momento de quitarte el vestido.—Levanto la vista de golpe y veo que los ojos de Santos están oscuros, casi negros. 
—¿Y que más soñó, doctor?—Le sonrió con cierta arrogancia.—No estoy para esto, mañana vendrá tú madre y no quiero estar... adolorida.—Toma ya, supera esa, Luzardo. 
Santos se mueve incomodo en la silla, sus mejillas están rojas, pero en sus ojos hay diversión. 
Se levanta y tiende su mano hacia mi.
—¿Bailamos, Doña?—Me dice con la voz ronca.
—Por supuesto, Doctor Luzardo.—Le susurro levantándome.
—Provocadora.—Murmura.
—Don Juan.—Vamos a una pequeña tarima que esta adornadas con unas cuantas fotos que nos tomamos el 31 de diciembre con su teléfono, estábamos en la cama aburridos. 



----- 31 De Diciembre----

—Santos te ordeno que llames a tu madre ahora mismo.—Le digo abotonandome su camisa, estoy sonrojada y con el pelo revuelto.
—Te vez tan sexy dándome ordenes.—Se muerde el labio, me entran ganas de decirle ''Oye, abogado eso es mío.''
—Llama a tu madre.—Como empecemos así otra vez sabrá Dios si llamamos a nuestros familiares este año. 
—Si me das un beso.—Me acerca sus tentadores labios, me acerco pero me alejo, el gruñe.—Estoy esperando...—Se acerca más a mi. Lo beso cortamente pero el tira de mi hasta quedar acostada en la cama y el encima de mi. —Nunca tendré suficiente de ti.—Susurra descaradamente.



—Llama a tu madre, yo llamaré a mi padre.—Susurro dándole un pequeño empujón. El gruñe, pero se despega mascullando cosas entre dientes. 
Me levanto de la cama y llamo a mi padre, veo que Santos saca su teléfono aun con el ceño fruncido y mirándome con los ojos entre cerrados. Le lanzo un beso descaradamente y el rueda los ojos ocultando una sonrisa. 

Lo mismo que casi siempre con mi padre, está en la capital me desea feliz año, blah, blah, blah. 
Cuando cuelgo y me volteo veo que Santos ya terminó su conversación y sigue quejándose en voz alta.
—¿Aun estás peleando?—Le pregunto divertida.
—¡Si!—Me gruñe.
—Te vez tan sexy cuando te enojas.—Uso la misma táctica que el. 
—¡Vuelve aquí, señorita!—Me dice enojado. 
Me tiro en la cama y dejo que me vuelva a besar, hasta que se detiene y toma su celular y empieza a fotografiarme. Lo mato.
—Santos, déjame.—Le grito tratando inútilmente de quitármelo de encima. 
El muy cabrón se ríe ante mis esfuerzos. Así que lo beso, el sigue con su teléfono fotografiando todo, me besa, lo beso, muerdo sus labios y él los míos, le quito su celular y hago lo mismo que él. Así pasamos todo el día, poniendo caras, riendo.

Cuando ya iban a ser las doce ambos nos miramos risueños, Santos había ido minutos antes por vino , ya llevábamos media botella.
—Cinco.-Empezamos la cuenta regresiva.
Cuatro.
Tres.
Dos...
Uno.-Empezaron a tirar muchos fuegos artificiales.
Feliz año, cariño.
Feliz año, mi Santos.
Después de desearnos feliz año, Santos me hizo el amor mientras en el cielo se veían los colores.

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Santos saca un pequeño control remoto de algún sitio, y empieza a sonar la maravillosa melodía All Of Me, me contengo las ganas de llorar, esa canción nos describe a la perfección.
¿Bailamos, Doña?-Me vuelve a tender la mano y la acepto. Me pego a Santos mientras dejo que esa maravillosa canción nos llene. 



                                                               

Bailamos acaramelados la canción.
Dios mío, amo a este hombre.
Siento como que antes de él hubiera estado vacía, nunca en la vida me había sentido así, como si fuera nuevamente una quinceañera, mis piernas tiemblan bajo su contacto, y su no fuera por sus brazos que me rodean ya estuviera en el suelo.
Cuando la canción termina, me parece que fue el momento más romántico de mi vida.






Santos: 

Al momento que la canción termina, siento que bajo de la nube en la cual estaba, admito que cuando llegamos estaba nervioso, más que eso. Pero Bárbara es mi droga, me aleja de este mundo, hace que vuele, que sea intocable. Bárbara es mi eterna. 
Si controlarme la beso.


Devoro esos labios que tanto me gustan, que tanto me enloquecen, esos los que tantas veces he mordido, sonrío en mitad de beso al escucharla gemir, Dios mío ya estoy duro. 
La pego en el primer árbol que encuentro, quito poco a poco el vestido mientras que ella desabrocha los botones de mi chaleco, arranca mi camisa dejándola tirada en el suelo, ahora va por mis pantalones, quito su sujetador y beso sus pechos, gime, jadea, cuando me quita el pantalón, enrolla sus piernas en mi cintura y rasguña mi espalda, me encanta que haga eso, vuelvo a su cuello lo beso, lo chupo y lo muerdo, Bárbara se estremece y gime más alto, araña más mi espalda, esto es lo que me encanta, el sexo duro con ella, aunque también me gusta hacerle el amor, largo y pausadamente, saborearla. Amarla. 
Sin poder contenerme más rompo sus bragas de encaje negro, creo que se pone estas cosas para torturarme. 
Bárbara quita rápido mis calzoncillos.
—Te amo.—Le digo entre jadeos. 
—Te amo, más.—Une nuestros labios mientras que yo entro en ella, Dios es tan estrecha.


Acaricio su trasero con mis manos mientras entro y salgo de ella sin parar, duro. 
Uno, dos, cuatro, diez veces más, profundo, no creo que pueda aguantar mucho, y por lo que veo ella tampoco. 
—No te corras.—Le advierto. Bombardeo unas cuantas veces más.
—Dios, voy a matarte.—Se muerde el labio, duro hasta ponérselo blanco. Quiero gritarle ''Doña, eso es mío''. 
—Ahora, cariño.—Llegamos al orgasmo al mismo tiempo. Bárbara muerde mi cuello, y sinceramente me encanta. 
—Serás bestia.—Jugueteo con ella. Elle besa el lugar donde me mordió y luego me besa a mi.
—Vas acabar por matarme.—Susurra jadeando. 
—¿Sabes? Tenía una cama llena de pétalos de rosas para ti. Para poder hacerte el amor dulce y pausadamente, pero por lo que veo no te puedes aguantar ni un poquito, provocadora. 
—¿Yo? Pero si fuiste tú.—Sonríe picara.—Además eso no se desperdicia, abogado. 
Me excita tanto que me llame así, no tiramos en el suelo y empieza la acción otra vez.


Y otra vez, y otra, y otra, después de esas siguieron otras. El escenario, mesa, colchón, todo escenario que nos encontrábamos. Nos dimos cuenta que había empezado a llover justo después de alcanzar el orgasmo en la posa. Estaba lloviendo a cantaros, ambos nos reímos, salimos desnudos corriendo a recoger la ropa y a meternos en la camioneta.
Bárbara sonreía, estaba sonrojada y con su pelo salvajemente desordenado, era la propia imagen de lo sexy.
—No tienes idea de los sexy que te vez.—Murmuro besando su cuello. 
—Yo creo que me hago una idea.—Dice viendo mi entrepierna.
—Nunca tendré suficiente de ti.—Me tiro encima de ella y empezamos nuevamente. 

En algún lugar después de haber tenido otros dos maravillosos orgasmos quedamos totalmente fritos. Ella encima de mi, plácidamente dormida, aun sigo dentro de ella, y es la sensación más deliciosa que he sentido. 

El sol que se filtra por la ventana me hace despertar otra vez, seguimos en la misma posición. Me acomodo un poco mas arriba, Bárbara gime y abre los ojos, me mira juguetona. 
—Te juro que fue sin intención.
—Ajá.—Asiente ella sonriendo. 
Parece que mi nena se despertó juguetona. 
Cambio de posición, ahora estoy arriba, entro más profundo en ella, lentamente, con pausa, es perfecto. 
—Me puedo acostumbrar a despertar así todas las mañanas.—Gime. 
—¿Más?—Pregunto besando sus labios, mejillas, ojos, todo el rostro y parte del cuello. 
—No, no, así es perfecto.


Bárbara se coloca mi camisa echa jirones.
—Vaya, y era unas de mis favoritas.—Le guiño el ojo. 
—Si, pues la lencería que rompiste también eran unas de mis favoritas.—Me mira divertida. La beso, y aprieto su trasero. 

Mientras recojo algunas cosas veo de reojo como se quita mi camisa y se sumerge en la posa, la sigo con la vista clavada en su espalda. Es tan perfecta. 
Sin pensármelo dos veces voy tras ella, me abrazo a su espalda y ella coloca sus brazos en mi cuello dejando a la vista esas dos maravillosas tetas. 
—Aléjate, ninfómano.—Me susurra mientras beso su cuello y cubro con mis manos sus pecho.

Veo que el vestido de Bárbara aun está mojado, así que su única opción es mi camisa, en un bolso que tengo de repuesto en la guantera le presto unos calzoncillos negros, me contengo para no volver a caerle encima. 



Nos montamos en la camioneta tomamos rumbo a Altamira, todo el trayecto del viaje se pasó entre meternos manos, besos y risas. 
Cuando llegamos aparco pero no nos bajamos, no aún. Queremos estar en nuestra burbuja solo unos minutos más.
—¿Por qué no me besas un poco más?—Me dice mordiendo sus labios. 



—En mi cuarto—Susurro jadeando—En mi ropero, hay algo de ropa tuya. 
—Ropa que debo llevarme.—Susurra.
—Ni se te ocurra, le da a mi armario un toque... no sé.—Me encojo de hombros, ambos reímos.
—No creo que te quede mi ropa, amor.—Ríe. 
—Presumida.—Le muerdo el labio. 

Nos bajamos de la camioneta, Bárbara va dando pequeños saltos ya que iba descalza, era un espectáculo muy divertido. En una mano llevo sus zapatos en mi hombro su vestido y en la otra mano mis zapatos. Al entrar nos encontramos con la mirada divertida de Felix, Antonio y Gonzalo.
Como hagan una broma de esto los mato.
—Vaya, hacen su entrada nupcial la princesa Diana junto su flamante y recién estrenado marido, el príncipe Carlos.—Aplaude Gonzalo. Todos reímos. Bárbara asiente ante estos tres chiflados. 
—Voy a cambiarme, con su permiso, Lady Di.—Le guiño un ojo a Gonzalo que hizo una ridícula reverencia. 
—Como me extraña que Altamira no esté todavía llena de Mini-Santitos y Mini-Barbaritas
—Pero mira que están graciosos, he.—Le respondo a Antonio.
—Parecen conejos.—Se burla Felix. 
—Por lo menos yo si tengo a una mujer en mi cama, ¿Qué hay de ustedes? ¿Volvieron a ser vírgenes? A lo mejor ya hasta telaraña tienen.—Me burlo, los tres me miran divertido. 
—No pos Turn down for what.—Se encoje de hombros Gonzalo haciéndonos reír. 
—Hasta luego, niñas. Tengo a la mujer de mi vida y futura madre de mis hijos allá arriba.—Le guiño el ojo y me doy la vuelta, pero entonces recuerdo que no tengo camisa y espero...
—Linda espalda.—Me dice Antonio.
—Cabrón.—Le contesto subiendo.
—Miau.—Me dice mi hermano.
—Andate un poquito a la mierda.
Cuando voy por más de media escalera me volteo y pregunto con una ceja arqueada. 
—¿Y tú no dices nada?—Le pregunto a Gonzalo.
—Gata salvaje de mi corazón.—Empieza a cantar. Río mientras niego con la cabeza, estos son un caso perdido.