miércoles, 17 de febrero de 2016

Capítulo 17.



—¿Da verdad ya te vas?—Preguntó por enésima vez Felix. Gonzalo rodó los ojos. 

—Caramelo, sé que me vas a extrañar. Pero tengo que ir a la fiesta de cumpleaños de mi abuelo, volveré para cuando Bárbara y Santos estén aquí.—Dijo Gonzalo metiendo su ropa en la maleta.

—¡ME ABANDONAN!—Gritó tirándose en la cama poniendo su ante brazo en sus ojos. 

—No seas exagerado, estarás con Antonio y con Sofiiiiiiii.—Canturreo.

—Creo que estás celoso.—Rodó los ojos.

—Bobadas. ¿Por qué estaría celoso? ¿Por qué una enana me está robando a mi hombre?—Se le lanzó encima a Felix y ambos empezaron a reír.—Además, Santos no está y puedes simular que eres hijo único.—Dijo burlándose.

—Mira hasta tiene sus ventajas.—Dice riendo. 

Gonzalo tomó su teléfono y los dos se sacaron una foto poniendo caras de pato, se la mandaron a Santos que rápidamente respondió con un ''Maricas''  Lo cual les hizo gracia a ambos que siguieron mandandole fotos y audios. 
Santos las respondía con audios de él y Bárbara que les decían cosas como ''¡Payasos!'' ''Maricas'' ''Tontos'' 
Y ellos rodaban los ojos y le decían que eran la pareja perfecta.




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—Beatriz, no puedo creer que me dejarás sola.—Gruñó Sofia. 

—Tengo que trabajar, Sof.—Se disculpó ella. 

—Odio tú trabajo.—Gimoteo.

—No estés triste, estarás con Felix.



—Por lo menos hay algo bueno.—Dijo sonriendo.

—Ves, ya tienes con que distraerte.—Ambas rieron. 

—¿Cuando crees que puedas volver?—Preguntó ayudando a empacar. 

—Puede que esté cuando Bárbara y Santos lleguen. 

—Joder, debería ir contigo.—Dijo triste. 

—No, Sofi. Por favor, serán unos días. Estarás bien. 

—Bien sola dirás. Antón y Bárbara se fueron de viajes. 

—Así tienes la casa más tiempo para ti.—Dijo sonriendo.—Y para Felix.

—Olvídalo, iré arreglar mi maleta, me iré contigo. 





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Antonio iba hablando con María Nieves y Carmelito sobre unas cosas del ganado cuando todo el bello de su cuerpo se erizó, su vista quedó pegada a una mujer entre rubia y castaña que conocía bien. Cecilia. 
Se despidió de los muchachos que lo miraron confundidos y se acercó a ella embobado. Siempre, desde niño estuvo enamorado de ella. 

—Hombre, señorita Cecilia que gusto verla por aquí.—Cecilia se sobresaltó. 

—¿¡Antonio!?—Se sorprendió al verlo ahí.—Mírate nada más como has crecido.—Sorprendiéndolo lo abrazó.

—Que gusto volver a verla, señorita.—Dijo un poco sonrojado. 

—¿Y como está tú familia? ¡Ahs, pero que descortés de mi parte, pasa!—Ambos pasaron a la casa grande.




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—¡Señor dame paciencia porque si me das fuerza lo mato!—Gritó exasperada Bárbara.—¡Santos!—Lo buscó por toda la casa hasta que lo encontró en una silla al frente de la piscina en toda su santa gloria desnudo. 

—Dime, cielo.—Dijo divertido.

—Mi ropa desapareció, mi amor.—Su sarcasmo se hizo presente.



—¿Como?—Santos se llevó las dos manos a la boca con fingido horror. 

—Así como así. Sin más ¡Pum! Desapareció.—Se burló ella con poco humor. 

—Que pena, lo superaremos.—Dijo tratando de no reír. Recorrió con la mirada el cuerpo desnudo de Bárbara. 
Para él era un sueño el haber estado allí, si nadie, poder hablar y reír con ella sin preocupaciones. Poder tenerla caminando por toda la casa desnuda. 

—Si, lo vamos a superar.—Tanto la ropa de Santos como la de ella por obra y gracia del espíritu santos desapareció de la noche a la mañana. 

Caminó hasta la piscina y ante los ojos de Santos se lanzó. Santos se levantó de un salto. 

—¿No me invitas a entrar?—Preguntó cuando salió a la superficie. 



—No.—Siguió nadando. 

—Vamos, no seas mala.—Dijo haciendo puchero. 

—¿Me quitas la ropa y la mala soy yo?—Alzó una ceja. 

—¿Como puedes insinuar que yo soy capaz de algo así?—Se ofendió. 

Bárbara lo ignoró y siguió nadando hasta que alguien la sorprendió haciendo que se hundieran. Santos no le dio tiempo de protestar porque la beso bajo del agua. 

—Eres un desgraciado.—Dijo tomando aire. 

—Y tú muy mala por no invitarme a tu baño privado.—La arrecostó de una esquina y acarició sus piernas por debajo del agua. 

—Pero ya estás aquí.—Bárbara pasó sus brazos por su cuello y alzó el cuello. Santos pasó su lengua chupando las gotas de agua. 
Se introdujo en ella con suavidad haciendo que los dos giman bajito, Bárbara besó los labios de Santos jugando con su lengua tímidamente.




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—Eres un bribón, un niño.—Dijo caminando por toda la casa con Santos atrás de ella viéndola embobado. 

—Te amo, reina.—Le dijo sin prestar atención a sus palabras. Bárbara se volteo y lo vio mordiendo su labio.

—Estamos peleando no puedes decir ese tipo de cosas.—Santos sonrió satisfecho. —No sonrías, Santos. Es difícil tener una discusión como adultos cuando estás viéndome así, sonriendo así ¡Y desnudo!

Santos rodó los ojos y la pegó a la pared. 

—Peleas por boberas, ¿Para que quieres vestirte si igual te voy a desnudar?—Besó su cuello.—Así tengo mejor acceso directo.—Entrelazó sus piernas en su cintura nuevamente.

—Que sepas que esto no queda así, eh.—Dijo gimiendo cuando sintió que Santos entraba en ella. 

—Cariño, cuando quieras peleamos, si así de bien me vas a responder.—Santos gimió en su boca.




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Asunción estaba en el jardín sola, tenía la cara roja y lagrimas corrían por sus mejillas. 

Cecilia que la había estado buscando por toda la casa estaba por darse por vencida cuando vio a su hermana sentada llorando, sin pensarlo dos veces corrió hasta ella y sin preguntar la abrazó. 

Asunción dejó de hipar después de un rato. 

—¿Por qué estás así?—Preguntó Cecilia pasando sus manos por los brazos de su hermana para calmarla. Los ojos azules de la otra se volvieron a cristalizar por el llanto no derramado. —¿Peleaste con José?—Preguntó Cecilia. Asunción negó con la cabeza.—Hermana, habla porque me estás empezando a preocupar de verdad. 

—Siento que no sé con quien duermo.—Con voz rota le respondió.—Es que ya no pelea conmigo, no me registra. Nuestra relación es nula.—Dos lagrimas rodaron por sus mejillas. 

—Eso a sido desde hace tiempo.—Dijo en un gruñido.—¿Por qué te pones así?

—Yo lo amo, Cecilia.—Dijo ahora dejando resbalar más lagrimas.—Es el padre de mis hijos, llevo toda la vida con él. Ha sido mi único hombre y el único amor de mi vida.—Dijo tapando su cara con sus manos mientras lloraba. 

—Asunción...—Sentía pena por ella. 

—Sé lo que dirás, que me tome un tiempo. Que ya no tengo excusa porque mis hijos están grande, que busque la manera de ser feliz.—Repitió las cosas que su hermana menor siempre le decía.—¿Pero como hago si mi felicidad está con ese hombre?—Su voz se volvió a romper.




—Pero te hace daño...
—Y al mismo tiempo me hace feliz.

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Sofia entraba a la hacienda, al entrar en su habitación pegó un gritó al ver a Felix parado al lado de su cama con la maleta de ella abierta a medio llenar, tenía el ceño fruncido. 

—¿Te entró algún espíritu de bondad y donarás tu ropa para caridad, o te pensabas ir sin consultarme nada?—Gruñó.

—Caridad.—Dijo en un susurro sin poder devolverle la mirada. 

—¿Te pensabas ir, Sofía?—Tiró devuelta a la maleta una prenda que tenía en sus manos. 

—Solo por unos días...

—¿Y sin decirme nada?—Se acercó a ella. 

—No sabía que tenía que hacerlo.—Bajó la cabeza al ver lo cerca que él estaba. 

—Claro, no somos nada.—Se encogió de hombros.—No me debes explicaciones, ni yo ha ti. Vete, vuelve cuando quieras.—Sofía retrocedía con cada paso que Felix daba hacia ella. Quedó pegada a la pared.

—Pensaba dejarte una nota.—Se sacó un pedazo de papel del bolsillo trasero. Felix sonrió negando con la cabeza. 

Ibas a irte.

—¿Iba?—Preguntó tragando en seco. 

—Muñeca, después de lo que te haré estoy seguro de que no querrás irte.—Y sin darle tiempo a que hiciera nada la besó, Sofía se resistió un poco a abrir la boca pero al final lo hizo. 


La atrajo más hacia él con una mano, besaba sus labios con cuidado tomando su tiempo. Sofia recorrió el cuerpo de él con sus manos bajando hasta su erección dejando suaves caricias por encima de la tela de su pantalón, Felix caminó por la habitación tratando de llegar a la cama sin despegar sus labios y quitando la camisa de ella.

  

Despegó sus labios para tomar aire y lanzó con cuidado a Sofía a la cama, luego de un golpe nada suave tiro la maleta al suelo haciendo que salieran sus prendas esparcidas por todo el suelo. Quitó su sujetador y sus pechos quedaron al aire, sus pezones erectos lo saludaron. Felix esparció besos desde su cuello, chupando y mordiendo, sus clavículas y luego sus pechos. Mientras tenía uno en la boca, el otro lo acariciaba con la mano y viceversa. Sofía jadeaba y gemía, le tiraba del cabello a Felix que no paraba con sus constantes caricias. Bajó un poco más y llegó a su ombligo, lo besó y chupó. Se levantó y se quitó los zapatos al igual que se los quitó a Sofía, desabrochó el botón del pantalón de ella y bajó con cuidado, Félix estaba fascinado con sus curvas, vio su pequeña braga morada y sonrió al escuchar el sonido de la tela al romper y quedar guindada en su mano. 

(Si, eso se lleva en la sangre). 

—Dejarás las manos aquí si no quieres que pare.—Dijo tomándolas y subiéndolas por encima de su cabeza.

—De acuerdo.—Dijo en un pequeño murmullo. 

Felix abrió las piernas de Sofía haciendo que las doble para tener mejor acceso. Un dedo recorrió todo su clítoris haciendo gemir más alto a Sofía.

—Estás muy húmeda.—Dijo llevándoselo a la boca. 

La respiración de Sofía estaba fuera de control. Felix acomodó su cabeza entre las pierna de ella y pasó su lengua por sus pliegues, Sofía movió sus caderas hacia arriba y Felix colocando con fuerza sus manos a cada lado de las caderas de la chica las bajó. Se llevó su sexo a la boca y chupaba y saboreaba. 
Sofía trataba de mantener sus manos arriba de la cabeza mientras se revolvía en la cama, dejando escapar pequeños gritos. 
Felix introdujo dos dedos en el interior de Sofía incrementando su placer. Sofía se corrió en un grito. 
Felix se pasó la lengua por los labios mientras sonreía satisfecho. Sofía jadeaba y aún temblaba en la cama. Felix la besó y Sofía aprovechó para quitar los botones de su camisa tirando de esta al suelo, recorrió con las puntas de sus dedos el pecho de Félix estremeciéndolo, desabrochó su pantalón y este cayó en seco a suelo acompañando a la otras prendas, Sofía despegó sus labios de los de Félix y sonrió al ver sus calzoncillos negros y acarició por encima de la tela. Felix gimió y hundió su cara en el cuello de ella. Sofía metió su mano adentró y tocó su miembro duro y caliente, su mano lo recorrió de arriba a bajo mientras se preparaba mentalmente para cuando estuviera en su interior. Era demasiado grande. 

—No juegues conmigo.—Gimió en su oreja y la chupó. Sofía lanzó sus calzoncillos al suelo. Felix se estiró el brazo y trasteó con la mano buscando su pantalón, buscó un condón y se lo tendió a Sofía quien rompió la envoltura con los dientes y lo extendió por toda la magnitud de Felix quien se acomodó entre sus piernas y la miró a los ojos. Los dos se sentías primerizos, 

—Tú vas hacer mi perdición, Sofía Maxwell.—Y se hundió en ella lentamente. Sofía mordió su hombro evitando otro grito.
Las estocadas de Felix eran lentas y fuertes, le estaba haciendo el amor.

  

Una capa de sudor cubría sus cuerpos y jadeos y gemidos invadían la habitación. 
Los dos se corrieron al mismo tiempo. 

Felix pasaba su lengua por toda su cara, saboreaba su sudor. Salió de su interior y se quitó el condón, lo enrolló y lo tiró a la pequeña papelera que estaba al lado de la cama. Sofía tenía una sonrisa enorme en la cara al igual que Felix. 

—Me encanta esa sonrisa y me encanta el saber que fui yo quien la puso ahí.—Dijo besando las comisura de sus labios.—¿Estás bien?—Preguntó acostándose a su lado. 

—Perfectamente ¿Y tú?—Preguntó acariciando su mejilla. 

—Fenomenal.—Felix recorría con su mano desde el pecho hasta el vientre de Sofía.—Supongo que ahora te convencí de quedarte.—Sofía sonrió mientras negó con la cabeza. 

—Solo un poco, doctor.—Dijo besando a Felix. 

—Bueno, tengo todo el día para demostrarte los beneficios de quedarse.—Buscó otro condón y se acomodó entre sus piernas.—¿Como lo quieres, cariño?—Preguntó moviendo su pene en la entrada de ella. 

—Duro.—Ambos sonrieron y empezó el round dos.




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Bárbara y Santos estaban conociendo las calles de la Toscana, Santos fue bueno y le enseñó donde había escondido la ropa, su escondite fue la nevera. 

Caminaban por todo el lugar con las manos entrelazadas, Bárbara tomaba fotos al paisaje y Santos se las tiraba a ella. 
Ambos se detuvieron a ver unas prendas en un pequeño puesto, habían anillos, pulseras, zarcillos y varias joyas más. 

Bárbara tomó dos pulseras. 

—Para las chicas.—Dijo sonriendo.

Santos quedó fascinado al ver dos pulseras, las tomó y sin que Bárbara se diera cuenta las pagó y las escondió en su bolsillo. Santos insistió en pagar las pulseras para Beatriz y Sofía pero Bárbara se negó. 

Pasearon un rato más hasta que se sentaron en un pequeño banco vacío. 

—Dame tú muñeca.—Le pidió Santos. Bárbara confundida por su petición lo hizo. Santos sacó de su bolsillo una de las pulseras y se la puso, Bárbara la miró con los ojos aguados.

—El infinito.—Susurró. 



—Como nuestro amor.—Se sacó la otra y se la dio, Bárbara con las manos temblorosas se la puso.—Que es hasta el infinito y más allá. 

—¿Y cuando llega al infinito y más allá?—Preguntó con una sonrisa. 

—Pues, se devuelve... Pero eso sí, a pasito de tortuga.—Ambos rieron y se besaron. 

—Está hermosa, gracias.—Santos sujetó sus mejillas mientras la besaba ahí, en un banco cualquiera, en medio de una calle cualquiera en la Toscana y no podía ser más perfecto.



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Gonzalo había llegado a su apartamento en la Capital extrañado de que ni Santos ni Felix le contestaran el teléfono.

Se tiró a su cama y se pasó las manos por el rostro, estaba frustrado por no saber lo que quería, no sabía el que lo estaba poniendo de malhumor. Tenía días así, no quería a ninguna mujer cerca, no quería salir a bares, no quería nada y eso lo fastidiaba ¿Será qué se estaba volviendo viejo? Se preguntó. 



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Bárbara y Santos estaban comiendo en unos de los mejores restaurantes. Santos le había contado que solo pasarían una semana ahí, que conocerían sus pueblos y sus sitios turísticos. Hablaban de lo bien que lo estaban pasando y eso que llevaban dos días. 
Santos le daba vino a Bárbara mientras le recordaba lo mucho que la amaba. 
Santos se tiró una foto besando a Bárbara que a ambos le encantó. 

—Para enseñársela a nuestros hijos.—Dijo Santos sonriendo a la vez que Bárbara rodaba los ojos y sonreía también.

  

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—Y ayer delante de toda su familia me corrió, osea no entiendo que le ven. Gracias a Dios por lo menos tú estúpido plan de provocarla para que Cecilia viera lo salvaje que puede ser sirvió de algo, la muy estúpida sigue avergonzada y como que le agarró odio.—Dijo Luisana tirada en su cama del hotel. 

—Pues perfecto, tenemos a la tía. Lo que me jode es saber que se fueron de viaje.—Dijo Asdrubal saliendo del baño del cuarto desnudo. 
—No solo a la tía, tenemos también a mi adorado futuro suegro.—Dijo sonriendo. 
—Pues perfecto, entre más mejor. Además dicen las malas lenguas que Antón está en contra de esa relación.—Dijo besando los labios de la pelirroja. 
—Me encanta saber que nuestros suegros desaprueben es relación.

—Quien sabe, a lo mejor me de una vuelta por Altamira para hablar con el padre de Santos.—Dijo sonriendo. 

—Escuché que le iba a pagar, si fue capaz de eso será capaz de llegar a un acuerdo contigo.

—Exacto. Pero por ahora, voy a volver hacerte mía.—Y la besó con más pasión. 




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Beatriz había salido de la Arauca a eso de las cuatro de la mañana, llegando a San Fernando a las seis y a la Capital a las nueve de la mañana. Estaba extrañada ya que no había tenido noticias de Sofía solo un mensaje que decía ''Cambio de planes, me quedo''  Que no la sorprendió pues esperaba que algo así pasara. 
Tenía que día libre ya que iría a la comisaría al temprano el otro día, no le habían explicado bien cual sería el caso, pero sería importante. Caminó por todo su apartamento y decidió darse una ducha, entró en su amplió baño y se quitó la ropa.



Una vez fuera se enrolló en su toalla y se paró frente al amplio espejo y se aplicó una crema hasta que su vista cayó en algo que hizo que su mundo parara. el objeto que más dolor le daba lo tomó en mano y un sollozo escapó de sus labios, era su anillo de compromiso. 

Y lagrimas que habían estado retenidas por meses atrás salieron a flote.

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