jueves, 10 de marzo de 2016

Capítulo 20.




Santos:

—Increíble.—Susurro viendo sus ojos azules.

—Si, lo fue.—Dice en un susurro.—Pero fracasamos, se supone que no debíamos acostarnos en nuestra primera cita.—Bárbara me mira divertida a la vez que se quita la peluca.



—No fue una primera cita. Fue un encuentro casual entre dos desconocidos.—Le recuerdo. Se levanta de la cama y camina desnuda por todo el cuarto tomando sus cosa y luego entrando al baño. 

Sin invitarme. 

Recuerdo nuestra ''cita'' Habíamos planeado eso ya que como nos conocimos fue un tanto extraño, la cosa era que no nos debíamos acostarnos. Lo de la peluca fue idea suya, admito que se veía excelente de rubia, pero sus risos castaños cayendo en cascada son mi delirio.

Me levanto de la cama gruñendo por ser tan descortés conmigo, entro con el ceño fruncido al baño y veo que está abriendo el grifo de la bañera. 
La pulsera del infinito llama mi atención, no nos las hemos quitado. Y así será por siempre.

Bárbara camina de regreso a donde yo estoy y se sienta en el lavado y abre sus piernas dejando que vea su sexo al descubierto. Me acerco a ella sin pensarlo, ella rodea mi cadera con sus piernas. La beso con devoción, introduzco mi lengua en su boca y recorro todo el lugar con posesión, chupo su saliva haciendo que gima. Mi mujer es deliciosa ¿Qué puedo decir? 




Juego con su paciencia al poner mi pene en su entrada y no meterlo, no. Lo muevo de arriba a bajo haciendo que gruña desesperada. Beso su cuello y sus clavículas. 

—No hagas lo que no te gustaría que te hagan, Luzardo.—Muerde el lóbulo de mi oreja, me estremezco. 
Me introduzco en ella de una estocada dura, grita y enrolla sus brazos alrededor de mi cuello. Tomo su cadera con mis manos, la aprieto más a mi. 
Continuo mis embestidas rápidas y precisas.
Bárbara se estremece y se corre; Luego de unas embestidas me corro en su interior. 

Fue justo a tiempo porque la bañera se iba a desbordar.

La ayudo a meterse, el agua está tibia, entro después de ella. Pero esta vez quedamos frente a frente.

Moja su cuerpo mientras me ve con esos ojos azules que hacen mi mundo volverse loco. 
Me ve con esos ojos llenos de tristeza y nostalgia como lo lleva haciendo desde hace unos días.

Perché così triste, il mio amore? (Por qué tan triste, amor mío?)—Pregunto en un susurro. 

Va tutto bene, tesoro.(No pasa nada, cielo.)—Sonríe pero esa mirada triste no se va. Sé que algo le preocupa. Sé que ese algo tiene que ver con su padre, o sus amigas. 

Puoi dirmi qualcosa, il mio amore (Puedes contarme lo que sea, mi amor)—Susurro mientras toco sus mejillas. Bárbara besa mi mano y una lagrima cae rodando por su mejilla. 

—No digas nada y abrázame.—Me salta encima y se aferra a mi. Acaricio su pelo con cariño.



Esta es otra crisis. Sé que los recuerdos la atormentan, la abrazo con fuerza. Con Bárbara nunca hay intermedio. Pasa de ser un conejito feliz a una fiera enojada o a un becerrito degollado.

Beso su cabello. Empiezo a cantar una canción que nos gusta a ambos haciendo que se relaje. Bárbara suspira y besa mi cuello.



—A veces siento que no te merezco.—Susurra. 

Gruño y ruedo los ojos. Odio que digas cosas como esas. 

—Yo a veces siento que mereces a alguien mejor.—Confieso. 

—Tú eres mi alguien mejor.—Besa mis labios.

—Nos complementamos el uno al otro, Bárbara. —Le digo en un susurro. Aparto el pelo de su cara y dos ojos azules ahora más tranquilos y felices me ven con devoción. 

Dios quiera que así sea siempre. 

Bárbara se acomoda en mi pecho y se que esta a punto de quedarse dormida. 
Acomodo su cabello como ella siempre lo hace para que no se moje y acaricio su espalda dibujando cosas sin sentidos. 

Siento que la respiración de Bárbara es lenta, ya se durmió. Con cuidado me levanto con ella en brazos para ir a la cama. 

Medio la seco antes de depositarla en la cama;Me acuesto a su lado y la abrazo como en todas las noches desde que estamos aquí, respiro inundándome de su olor. Perfecto.
La observo, su rostro relajado, sus largas pestañas, ese sonrojo, sus labios perfectos y rosados. Parece un ángel. Y es mi ángel. 





---

Bárbara:

—Buon giorno, principessa—Susurra Santos en mi oído. Abro los ojos lentamente acostumbrándome a la luz y me espanto al ver la imagen que tengo delante a mis ojos.

—¡Ah!—Grito mientras Santos se ríe.

—¿No te gusta mi cambio de look?—Pregunta haciéndose el ofendido mientras se toca los risos rubio de la peluca.

—Payaso.—Ruedo los ojos.  Santos me besa y yo le quito la peluca mientras me abrazo más a su cuello. 

—Hola.—Digo separándome de sus dulces labios. 




—¿Quieres que hagamos algo de desayuno o quieres recorrer las calles de Venecia antes?—Preguntó besando mi cuello. 

—¿Y no hay una tercera opción?—Pregunto provocandolo. Santos sonríe travieso.

—Para usted, doña. Siempre.—Besa mis labios y se acomoda entre mis piernas con facilidad. 

Se introduce en mi con lentitud, beso su cuello y lo chupo. Santos gime mientras se mueve en mi interior. 

Dios, este hombre sabe moverse. 

Me trae loca, Santos se mueve con lentitud mientras esconde su cara en mi cuello.


***

Recorremos Venecia de la mano, vemos las tiendas y paramos en una. 

—Ya le has comprado suficientes recuerdos a las chicas.—Santos rueda los ojos. Beso sus labios y jalo de él para la tienda. 

—Mira esto.— Santos tiene en la mano un pequeño traje amarillo que dice ''Mamá me ama más que a papá'' 

Me pongo tensa al ver su mirada. Tiene un puchero muy tierno y ridículo que quiero besar y morder. 

—¿A poco no es tierno?—Pregunta sonriendo. 

—Lo es.—Digo besándolo.



Se que Santos quiere tener un hijo, sé que quiere casarse ¡Y yo también quiero! Pero es son tantas cosas. Su padre, el mío, Asdrubal, Luisana, y ahora Cecilia. Son tantas cosas que el pensar en una boda no creo que sería lo mejor justo ahora. Y mucho menos un niño, con este ambiente tener un hijo sería una locura. 
Quiero tener hijos con Santos, pero cuando las aguas se calmen. 


***

Llegamos otra vez a la casa que alquilamos, mi teléfono suena en mi bolso, voy hasta él mientras escucho como Santos se mueve en la cocina.

Asdrubal.

Aprieto los dientes al leer el nombre y creo que soy masoquista porque contesto. 

—Qué.

Perdón. Te lo suplico, sé que me pasé de la raya el otro día. Amor, perdón.

—Ahórrate las disculpas.—Ruedo los ojos. Este tipo no se cansa.

—Bárbara...

—Voy a colgar.—Digo molesta. 

—Sé que estás de viaje.—Dice en un murmullo. 

—Que novedad.

—Con ese sujeto.—Ruedo los ojos. 

—Si, estoy aquí con él.

—Nuestra luna de mil hubiese sido ahí...—Susurra. Maldita sea.

—Si, pero lo arruinaste ¿No es así? Ahora no me vengas a joder, Asdrubal.—Estoy muy molesta. 

—Te extraño. Te necesito... 

—Jódete porque yo no.—Y cuelgo. 



No hace falta darme la vuelta para saber que Santos está ahí, puedo sentir su respiración agitada atrás de mi. 
Respiro profundo, saco la tarjeta de memoria y tiro el celular al suelo; con mi bota le doy un golpe y el teléfono se rompe. 

—¿Qué hay de almorzar?—Pregunto dándome la vuelta cuando iba a pasar por el lado de Santos el me detiene tomándome del codo. Cuando creo que me va a reclamar me sorprende un montón al ver que me besa con pasión, mis manos van directamente a los botones de su camisa y tiro de ellos llevándome por el medio algunos, Santos me quita el vestido en un rápido movimiento. En un abrir y cerrar de ojos estamos desnudos en el suelo devorándonos como la primera vez. Me remuevo con cada estocada que me llevan al cielo. Santos entre duro y rápido, su ceño está fruncido y su vista clavada en la mía. Beso sus labios y responde mordiendo mi labio.

—Mía.—Gruñe.    

Dos embestidas más y llegamos al orgasmo.

Estamos un rato en silencio tratando de recuperar la respiración, Santos deja un reguero de besos por mi pecho, mi cuello y mi cara. 

—Hay pasta, pero no de la sosa, si no en forma de anillos y no es por presumir.—Sonríe contento. Ruedo los ojos. Se levanta y se pone su ropa interior. Al ver que me iba a poner el vestido me lo quita de la mano y me ve con la ceja alzada e indignado se va a la cocina. Es una diva. 



Lo sigo y veo como hace la pasta, si es circular tomo una y me pongo a jugar con ella. Mi mente empieza a trabajar pensando en todos los problemas que nos esperan cuando lleguemos.

¿Y si eso no cambia? Estoy esperando a que ellos se acostumbren o acepten mi felicidad. ¿Pero y si no lo aceptan nunca? ¿Podremos Santos y yo con esa carga? Son nuestras familia de las cual me preocupo, de Asdrubal y Luisana, no. Ellos no me importan. Pero está mi padre y el suyo. Y ahora su tía. 

¿Pero por qué tengo yo que esperar? ¿Por qué tengo que postergar mi felicidad con Santos? 

Se acabó, hasta aquí llegó el esperar a que todos nos den su bendición. 



—¿Sabes que eres el amor de mi vida, verdad?—Digo con seguridad. Santos se voltea y me ve con una sonrisa.—¿Qué eres la persona más importante en mi vida? ¿Si lo sabes verdad?—No lo dejo contestar. Me levanto del banco y cruzo la barra de la cocina que me separa de Santos. Tomo su mano y me ve con confusión.—Que te amo tanto que hasta duele...

—¿Bárbara, no estás dejándome o si?—Veo como sus facciones reflejan preocupación mientras me seca una lagrima que ni siquiera sabía que corría en mi mejilla. 

—Si, ya no quiero ser tú novia, Santos—Niego con la cabeza y más lagrimas corren en mi mejilla.

—Bárb... —Coloco una rodilla en el suelo (Y sé que debo verme ridícula) y con una sonrisa pregunto. 

—¿Quieres ser mi esposo, Santos Luzardo?—Pregunto y más lagrimas corren en mis mejillas. Santos me ve con confusión y una sonrisa, sus ojos se llenan de lagrimas, Santos se arrodilla frente a mi. 

—¿Hablas en serio?—Pregunta con la voz rota. 

—¿Jugaría con algo así?—Pregunto sonriendo.—Hasta te tengo un anillo.—Le muestro la pasta con forma redonda y ambos reímos. Santos me abraza y cae en su espalda conmigo en su pecho.—¿Eso es un sí?—Pregunto riendo. 

—Es un mega sí.—Besa mis labios y pongo el anillo en su dedo—Creo que me voy a morir.—Grita riendo. 



—No te mueras porque me dejas viuda.—Digo con burla. —Te amo.—Beso sus labios.—Te amo, te amo, te amo.—Beso constantemente sus labios y su cara.

Santos se levanta conmigo en brazos y me deja sobre mis pies para terminar de hacer la pasta. 
Comemos entre risa y besos, estamos felices. 
Me levanto para dejar nuestros platos en el fregadero y al darme la vuelta para preguntarle algo doy un salto al verlo detrás de mí. Sin dejarme decir nada me carga en brazos con delicadeza y me lleva a la cama mientras lo beso. 

Me quita mi sujetador y rompe mis bragas y se quita el calzoncillo rápido, está dentro de mí haciéndonos gemir, Santos no lo hace ni rápido ni lento, ni suave y duro. Y es perfecto.
Es mi prometido.




Santos está acurrucado a mi lado acariciando mi cabello.
—Oye...



—¿Hmm?—Pregunto mientras me llevó el lóbulo de su oído a la boca y lo muerdo. 

—Trato de decirte algo, compórtate.—Sonríe mientras se estremece. 

—Dime.—Beso su cuello y su pecho provocandolo. 

—Tan descarada.—Rueda los ojos.—Arriba.—Dice y se levanta.—Vamos, Bárbara.—Se encamina al baño.

Confundida me levanto y lo sigo. 
Santos abre la ducha ¿Vamos a ducharnos? Levanto una ceja.

Se mete bajo el chorro del agua y me ve sonriendo.
—No tenemos todo el día, cielo.



Entro en la ducha y me acerco a él para abrazarme a su pecho, Santos me abraza mientras el agua cae sobre nosotros. 

Salimos en cinco minutos, yo lo miraba con una ceja alzada. Santos hace que me siente en la cama y lo espere mientras él me busca la ropa. 

Aparece con una camisa blanca y mi pantalón de cuero los deja en la cama y abre mi gaveta, saca un conjunto de ropa interior negra, me ve con una sonrisa juguetona. Se arrodilla en frente de mi y me ayuda a vestirme. Me pone la chaqueta de cuerdo y los zapatos y se va corriendo a vestirse él, antes de salir hace que tome mi bolso de manos.

Salimos de la mano, Santos aún no me ha dicho para donde vamos, paseamos en góndola hasta llegar al Palacio Cavalli. 

—Cásate conmigo.—Sonrió al escuchar eso.

—Lo haré, no tienes escapatoria, ya aceptaste.—Me burlo. Lo veo de arriba abajo, pantalones de cuero, camisa blanca y una chaqueta, vamos iguales.

—No, hablo de ahora.—Me sorprende.—Casémonos.—Señala el palacio.Abro la boca sorprendida, no encuentro las palabras.

—Esto es una locura.—Sonrió. 

—Si, pero es nuestra locura. Atrévete a cometerla, amor. ¿Qué dices?—Pregunta. 

Acepto.—Murmuro riendo. 

Llegamos hasta unas de las habitaciones que tiene una maravillosa vista del canal.
Lo que había en mi bolso eran nuestros papeles, el muy listo ya tenía todo preparado. 

A las tres y veinte le di el sí a Santos.  Ambos estábamos nerviosos, nos casó un juez que hizo las cosas más fáciles. 

Ora vi dichiaro marito e moglie. Si può baciare ala sposa.(Yo los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.) —Santos y yo sonreímos como bobos y nos besamos.



Al salir del palacio doy un grito de emoción llamando la atención de varias personas, Santos ríe muy alto y me abraza cargándome en el aire y dando vueltas.



—Estoy feliz de que por fin seas la señora Luzardo.—Dice riendo.

—Te amo, esposo.—Nadie podría estropear esta felicidad.

—Te amo más, esposa.

Caminamos un rato, me detengo al ver una tienda de tatuajes. 

—Oye, Santos...—Canturreó. El se detiene y se voltea a verme.—¿Nunca has pensado en hacerte un tatuaje?—Pregunto con una sonrisa.

—¿Qué?—Pregunta abriendo los ojos rió y niego con la cabeza y lo jalo adentro de la tienda.


***

Llegamos nuevamente a casa, al abrir la puerta un grito de sorpresa sale de mi garganta el ser levantada del suelo.

—¿Qué haces, loco?—Pregunto aún sorprendida.

—Te llevo en brazo, no porque no hayamos tenido una boda tradicional no signifique que no tenga que llevarte cargada hasta la cama, donde por cierto vamos a consumar nuestro matrimonio desde ya.—Dice riendo y dejándome en la cama.

—¿Ya te dije que esto es una locura?

—Si.—Se quita la chaqueta.—Pero ya no hay vuelta atrás, señora Luzardo.—Me quito la chaqueta al tiempo que me besa y me acuesta en la cama. 

Santos me quita los zapatos de tacón negro y los tira lejos al igual que mi pantalón. 

—Estas son las primeras de muchas bragas que te voy a arrancar desde ahora como mi esposa.—Y antes de que pudiera decir algo las arranca, sonríe orgulloso de sí. 
Me abre de piernas y me observa, por más tiempo de lo que pensé.

—¿Se puede saber que haces?—Pregunto sonrojada.

—Shh, observo mi propiedad. Y tú no estás invitada a la fiesta.—Me mira con una ceja arriba.

Niñato. 

Me sobresalto cuando siento su lengua moverse en mi intimidad, grito y me aferro a su cabello con una mano y la otra a las sabanas, Santos tiene bien sujetas mis piernas a cada lado de su cabeza. ¡Qué me mata!
Introduce un dedo en mi interior y yo grito aún más, luego otro y otro. Estoy sudada, la camisa se me pegó como una segunda piel. Levanto las caderas y me corro en su boca.
Santos se levanta con una sonrisa en la boca, camina con seguridad por todo el cuarto hasta que llega al mando del estéreo y lo prende. Maldición amo esa canción.



Me quito la camisa blanca y el sujetador y Santos me ve como una pantera a punto de cazar, se quita la camisa y la tira lejos dejándome ver su torso, se baja los pantalones de una con sus bóxer. Se acerca a mi con lentitud, Dios este hombre va a matarme. 

La cama se hunde al sentir su peso y me besa antes de hundirse en mí. Es nuestra primera vez como un matrimonio.



Santos me besa y se mueve en mi con lentitud, estamos haciendo el amor. 
—Te amo.—Susurra en mi oído mientras se lo lleva a la boca.

—Yo lo hago más.—Beso su cuello.—Hasta el infinito y más allá.

—De ida.—Me da una estocada fuerte.—Y de vuelta.

—A pasito de tortuga.—Respondemos al mismo tiempo.



Estamos ya descansando después de la maratón de sexo que dimos. Santos está abrazado a mi dormido, veo mi mano izquierda en mi dedo anular donde un plástico protege mi tatuaje. Un infinito, al igual que el de Santos. Esos son nuestros anillos. 

¡Oh Dios mío estoy casada con Santos!



3 comentarios:

  1. Genial!!!! maravilloso!!!! me encantó!!! 😭😭😭😭 ya es la señora Luzardo 😭😭😭 ahora faltan los bebés!!!

    ResponderBorrar
  2. Síguelo ������ si? ����

    ResponderBorrar